Vida y hechos de los imames – El Imâm Ahmad Ibn Hanbal

Aḥmad ‘Ibn Hanbal nació y murió en Bagdad (780-855). Fue fundador de la cuarta escuela jurídica del Islam, la escuela (madhab) Hanbali. Era de recursos materiales limitados, y aún a pesar de que su tío era uno de los próximos del jalifa, nunca se valió de su parentesco para enriquecerse, y nunca pidió dinero a nadie. Este tío suyo escribía cartas al jalifa Harun A-r-Rašid contándole todo cuanto hacían las gentes, tanto de bueno como de malo; es decir, era uno de sus informadores.

Estas cartas se las daba a su sobrino de Aḥmad Ibn Hanbal, que a la sazón contaba con 13 años y quien al encontrarse en Bagdad, podría tener fácil acceso al palacio; pero él nunca las entregaba al jalifa. En una ocasión, el jalifa envió una carta a su tío en la que le hacía ver su descontento por no haber recibido dichas cartas durante 5 años. Este le respondió que se las había dado a su sobrino para que se las entregara, visto lo cual, el jalifa pidió a Aḥmad, que solamente contaba con 13 años, en su presencia. Preguntado porque no le había entregado las cartas de su tío durante los 5 últimos años, el muchacho respondió:

Las he tirado en el río Tigris. Eran unos escritos en los que se encontraban calumnias, y además se informaba detalles sobre las personas a modo de espionaje; y todo eso es Haram”.

Su tío, al oír esto delante del jalifa se enfadó; pero éste le dijo:

No, no te enfades; si este muchacho a esta edad demuestra tal nivel de piedad, ¿cómo será entonces cuando sea mayor?

La persona que le inició en la búsqueda de la sabiduría fue su propia madre, que era una persona extremadamente sabia. Tanto aprendió, y necesitaba él de su saber, que él no quiso casarse hasta que ella murió.

Sobre su conocimiento de los hadices, Aḥmad memorizó aproximadamente 700.000, muchos de los cuales escribió en su libro titulado “Al Musnad”. Fue asimismo el valedor del libro de hadices titulado “Saḥih al Bujari”, colección de casi 8.000 hadices recopilados por el Imâm del mismo nombre. Es más, fue Aḥmad Ibn Hanbal quien dio el título de Saḥiḥ a dicha colección; tanto fue lo que le impresionó positivamente.

Su primer maestro fue Abu Yussuf al Batin, primer discípulo del Imâm Abu Hanifa. El segundo maestro fue Haytam Ibn Umai; el tercero fue Ŷazid Ibn Huruway… No obstante, fue el Imâm Šafi’i quien resultó ser su mejor maestro, de quien Aḥmad dijo:

No he hecho nunca tanta duˤa por nadie como por el Imâm A-š-Šafi’i. Él era una cura para las gentes de la época.”  

Cuando comenzó a aprender del Imâm Šhafi’i, Ahmad tenía solamente 20 años; las gentes no iban a escucharle porque era beduino, y las gentes de Makka resentían un especial menosprecio por las gentes de la Badia. Ahora bien, en tres años, las cátedras del Imâm Šafi’i llegaron a ser las más frecuentadas y pobladas de La Meca; tal eran su sabiduría y de tal profundidad eran sus temas, que ningún otro mencionaba sino él.

En la época del Imâm Aḥmad tomaron fuerza los mutazilla, que era un grupo de gente que decían que el Corán no era la palabra de Allâh, puesto que estaba en árabe, siendo el lenguaje una cosa creada. Incluso, llegaban a decir que el Corán no podía ser perfecto por ese motivo. Esta secta, que al final fue declarada herética, no solamente fue seguida por determinados grupos, sino que llegó incluso a apoderarse de los tronos de algunos sultanes.  Incluso, el jalifa al Maˤmun llegó a creer en este postulado aunque él, en primera instancia no trató de imponer a nadie su punto de vista. Pero en poco tiempo el mutazil que influyó sobre el jalifa logró convencerle de que si las gentes no creían en eso caerían en la incredulidad. Dicho esto, el jalifa al Maˤmun comenzó su particular caza de brujas; primeramente con las gentes de su corte y de su servicio, posteriormente haciendo víctimas de él a su propio pueblo. La mayor parte de los hombres de religión hubieron de aceptar verbalmente lo que decía el jalifa, pues su vida peligraba, así como el sustento de sus familias, y aunque ellos no creyeran en que el Corán fuera creado, hubieron de aceptarlo debido al peligro de ser considerados como incrédulos.

Pero el Imâm Aḥmad nunca aceptó dicha propuesta, ni tan siquiera verbalmente, llegando incluso a manifestarse enérgicamente en contra, asegurando delante del jalifa mismo que el Corán era la Palabra increada de Allâh. Y esto le costó la prisión y la tortura. Lo mismo que al Imâm Aḥmad le ocurrió a su amigo Yaḥya Ibn Muain, aunque este último para salvar su vida y su familia, hubo de ceder a las presiones, reconociendo verbalmente lo que le proponía el jalifa.

Salvó su vida porque el jalifa murió, y fue seguido por su hermano Al Muˤtasim, el cual no era sabio, sino un comandante militar de carácter duro e implacable.

El jalifa quería cumplir la orden que su hermano le dio antes de morir, y sin conocimiento comenzó a presionar a Aḥmad, quien le dijo que si era capaz de mostrar alguna aleya, alguna evidencia de que el Corán ha sido creado, que entonces aceptaría. Pero, ninguno de los sabios presentes en la corte del jalifa pudo dársela. En prisión era azotado hasta que perdía el conocimiento

Murió dicho jalifa y fue sucedido por su hijo El Watiˤ, el cual se comportó con el Imâm Aḥmad de la misma manera que su padre y que su tío. Ahora bien, era tal la cantidad de gente descontenta en Bagdad con el proceder del jalifa, que éste, de miedo de una revuelta le quitó las cadenas y le llamó ante su presencia, dejándole aun en prisión.

Todo esto hasta que llegó el siguiente jalifa quien liberó al Imâm e hizo meter en prisión a los mutazilla, horrorizado de todo el mal que habían causado. Hasta entonces, Aḥmad había pasado 14 años en prisión.

El nuevo jalifa declaró a los mutazilla una secta, y todo aquél que antes había causado mal a Ahmad vinieron a pedirle perdón.