Una sola vida para un solo fin

Abdul Karim Mullor

Una sola vida para un solo fin

No tengo por costumbre hablar mucho de mí. La verdad, digo bastante poco, no hago partícipe a nadie de mis experiencias internas, y de mi vida particular, aunque sea de lo que se refiere a la religión, hablo poco. Me incomoda presentarme ante terceros, porque particularmente no me veo a mi mismo como gran cosa.

Aunque es verdad, y esto he de decirlo a fin de justificar mis escritos, que he recibido una buena porción de la Ciencia de los corazones de parte de Allâh, y he navegado en las aguas del Fiqh hasta conocer sus profundidades y sus orillas.

Voy a contaros de una forma muy resumida cómo he llegado hasta aquí, así como cuáles son las incoherencias de mucha gente que se me ha dado conocer en mi camino.

En realidad, es que desde pequeño, a los 15, me propuse buscar la verdad, cosa que hice con una sinceridad total. Habiendo pasado por diversos episodios y vicisitudes, al final entré en el Islâm a los 22 años de la mano de un sabio del Fiqh y de un šayj del Tasawwuf. Pero este hombre, que Allâh le tenga misericordia – murió cuando yo tenía 29 años, dejando al grupo en el que yo estaba sin maestro.

Este grupo estaba formado por gente de lo más variopinto; lo peor de todo es que estaba dominado por dos personajes verdaderamente siniestros que cuando murió el maestro sacaron toda su oscura verdad para intentar maniatar las manos de los que se quedaron en él. Una parte de ese grupo apostató, otra parte siguió en el Islâm pero sin tener un maestro, lo cual es obligatorio si se pretende seguir el Tasawwuf.

Las malas artes que se daban en estos manipuladores eran exactamente las mismas que se dan en cualquiera de las sectas con pretensiones de espiritualidad: un personaje central que se rodeaba de escuderos y espías que iban y venían para relatarles a ellos qué es lo que habían averiguado de la vida y del pensamiento de otros. Pero yo estaba débil y, aunque guardando una independencia casi total de los miembros de aquella parte del grupo que seguía en el Islâm, mantuve un suave contacto, aunque salí a conocer a otros musulmanes para poder pulsar el estado en el que se encontraba la práctica del Islâm en aquellos tiempos.

A los 8 años del fallecimiento de mi primer šayj tomé fuerzas y busqué otro šayj que al final era discípulo del maestro del primero. Pasé por innumerables dificultades para encontrarlo, incluso llegando a exponer mi propia seguridad. Cuando al final di con lo que iba buscando pude ver al Profeta – sobre él la plegaria y la paz – en sueños predicando exactamente en el mismo lugar donde vivía el šayj y donde yo os escribo ahora.

Estuve siguiéndole de forma exhaustiva durante años hasta que alcancé una cierta autonomía según la cual era capaz de distinguir los elementos que entran en liza en una vía espiritual: a distinguir la verdad de la mentira del error; a distinguir un verdadero de un falso; a analizar y decidir sobre mi propio estado interior; a distinguir un discurso válido de uno falso; a organizar la enseñanza de lo exterior y de lo interior; a reconocer las fuerzas que se mueven dentro del interior del Ser humano, a establecer un contacto con el Profeta – sobre él la plegaria y la paz – y algunas cosas más.

Digamos que, gracias a Allâh estoy satisfecho con lo recibido y lo obtenido buscando siempre por todos los medios agrandar las gracias Divinas y el Conocimiento.

Cuando vuelvo la vista atrás y apercibo mi vida anterior comparándola con la de hoy, no puedo sino maravillarme y reconocer que Allâh me ha dado mucho a cambio de bien poco.

Por otra parte, y aunque a veces me pregunto por qué precisamente yo soy el único de ese grupo originario que ha seguido a un maestro verídico, soy capaz de darme a mí mismo la respuesta. Y es que era yo el único que no tenía unas segundas miras: ni buscaba el renombre, ni el poder, ni influir sobre los corazones de las gentes, ni obtener bienes materiales; ni buscar placeres prohibidos; ni mentir; ni espiar a otros; ni manipular, ni otras cosas que prefiero no decir. Buscaba a Allâh con una sinceridad absoluta y con una entrega total; y ello me hizo encontrar el camino; pues la verdad es que Allâh no es tan difícil ni tan severo como muchos piensan; pero ellos sí lo eran.

Y pasaron los años, y yo marché hacia adelante con la ayuda de Allâh y ellos se quedaron detrás. Y es que, hermanos/as, una de las cosas que Allâh más detesta es la manipulación y la traición de gentes que se presentan como amigos y que abusan de otros para extraer beneficios personales.

Llegaron otras gentes; Allâh cambió a los malos por los buenos.

Tan taxativamente ocurrió esto que ello me dio por pensar que aquella gente con la que comencé habría de tener un gran mal interno, tal que les dejó sin guía y sin camino. Y Allâh no es injusto; sabiendo esto podemos sacar fácilmente las conclusiones. Solamente El conoce los contubernios y lo que en ellos se trata, pues si alguno hubiera habido que tuviera un interior diáfano y sin culpa no lo hubiera dejado en tal lugar. Siempre, cuando uno se encuentra en un mal lugar hay que achacarle a él la responsabilidad, no a Allâh – alabado sea.

He vivido en estos 43 años de primera mano, he sido observador y testigo privilegiado de la degeneración que ha ido entrando en todas las tariqas del Tasawwuf, en las que la mayoría, por no decir todas, se pasan el testigo de padres a hijos de manera vergonzosa y falta de pudor, demostrando con ello ser grupos que funcionan tal como sectas. Sé por qué han degenerado; puedo valorar, a uno detrás de otro, a todos y cada uno de los que se hace pasar por šayj. ¡Allâh me ha salvado! ¡Gracias le sean dadas por toda la Eternidad!

Y es que Allâh quiere dejar a cada uno en su sitio. Si uno es turbio lo dejará caer en manos de gente turbia; si no es sincero, que no se queje de no tener guía, Allâh no puede engañar a nadie.

Cuando escucho las sentencias de esos falsos šuyuj y las comparo con lo que Allâh me ha enseñado por Su Gracia Divina, y lo que mis maestros me aportaron, no puedo menos que extrañarme fuertemente y preguntarme si es verdad que es posible que haya gente que pueda llegar a decir semejantes palabras huecas, y otra gente que siga dichas sentencias como si fueran hadices, cuando en verdad son el triste testimonio de un corazón que perdió el Norte y el sentido de la Religión.

Conclusiones

Allâh no engaña ni olvida a nadie. Si alguien quiere dirigirse hacia El de forma total e incondicional ahí está El para recibirle. Así que si alguien no llega a la buena vía, al buen camino, no es un defecto achacable a Allâh, si no a la persona en cuestión.

Él siempre está con los brazos abiertos para recibir a quienes quieran ir hacia Él. Negar eso, es falta de pudor y quien no tiene pudor no tiene fe. El olvido de Allâh, la pereza, la conformidad a situaciones dañinas, el egoísmo, la codicia, se han apoderado de muchos corazones. No solamente se conforman con seguir o enseñar el mal, sino que necesitan dañar a quienes dicen la Verdad. Quien dice seguir a Allâh y sigue su pasión necesita tratamiento, pues el dominio en el que ha entrado es el del Discernimiento. Si en él no pasa la prueba de la sinceridad, entonces será expulsado de una manera tal que no podrá reponerse aunque pase el tiempo.

Otros, pierden el tiempo, y cuando les llega la muerte lloran por las oportunidades perdidas. Pero fueron advertidos y no escucharon; prefirieron quedar presa de sus propios pensamientos y consideraciones, dándose una y otra vez excusas a ellos mismos.

Otros no soportan ver como alguien con quien se encontraban en par de igualdad, progresó gracias a su sinceridad y ellos se quedaron atrás. No pueden soportar que nadie les haya sobrepasado, y menos aún tomar consejos de él. Es superior a sus fuerzas, pues el orgullo les ciega, tal y como cegó al Qurayš cuando no quiso seguir a Muhammad porque compraba en sus mismos mercados y andaba por sus mismas calles.

Y, al final, cada uno llega a su destino, y Allâh nunca fue injusto con nadie.