Tasawwuf – Luz del Islam – Corazón de la doctrina
En el Nombre de Allâh – el Todo Misericordioso, el Dispensador de Misericordia
Y la plegaria y la paz sean para la corona y sello de los Enviados, así como sobre su familia y compañeros

Cuando creamos esta página pensamos sinceramente que no era necesario tratar sobre el tema del Tasawuf de una forma específica. ¿Por qué hacerlo?, pensábamos que el Tasawuf era y es únicamente para aquellos quienes lo practican y para nadie más. Ahora bien, analizadas las circunstancias que vive la doctrina del Islâm en el momento actual, pensamos que es necesario incidir en él, ya que es seguro que es únicamente con la ayuda de sus principios de amor y verdad, habida cuenta que el Sufismo es parte del Imâm y el Iḥsân, que la doctrina islámica verdadera puede ser rescatada de la confusión y del oscurantismo que la asola.
Es cierto que no nos proponemos penetrar en los detalles de la educación que los sufís dan al alma para acercarse a Allâh, pues ello seguramente es un mundo privado para todo aquel que se encuentre comprometido en esta empresa, pero asimismo lo es que esconder u obviar su doctrina sería renunciar al lugar que realmente ocupa como corazón del Islâm.
Os voy a pedir a partir de ahora que, haciendo un ejercicio de abstacción, olvidéis todo aquello cuanto se presenta como Sufismo en esta época, ya que, como casi todo, seguramente se trata de algo canalizado por poderosos grupos financieros internacionales; no obstante, si os voy a pedir que tratéis de comprender que el verdadero Tasawuf ha sido el motor que ha construido las cuatro escuelas jurídicas del ‘Islâm, su doctrina, y del Consenso hasta límites insospechados. Es decir, fueron sufís quienes establecieron el cumplimiento de la Šariˤa islámica o ayudaron de manera vital a establecerla. ¿Podemos olvidar a los formadores de las cuatro escuelas (Malik; Ibn Hanbal, Abu Hanifa y Šafi’i), sufís todos ellos? ¿Podemos olvidar igualmente a Hassan Basri? ¿A Abul Qasim al Ŷunayd? ¿Abu Ḥamid Gazali?¿Al Imâm Ŷalaluddin Suŷuti? ¿Al Imâm Šadili? ¿Al Šayj Al ˤAlawi?; Todos ellos maestros sufís y constructores de la doctrina islámica y el consenso a través de los siglos.
¡Cuán poco ha de ver este Sufismo con casi todo lo que ahora se presenta como tal! Pues el Tasawuf no es vestirse con gorros verdes, ni turbantes llamativos, ni ŷilabas blanco nuclear, ni pasearse con bastoncitos la barba teñida a la henna, ni sonreir ininterrumpidamente en los vídeos y en las fotografías, hablando de amor, de fraternidad, de humildad, cuando solamente se contemplan los bolsillos propios, se da uno publicidad a sí mismo y se está ausente de los problemas ajenos.
El amor y la misericordia
¿Por qué Allâh dijo al Profeta – sobre él la plegaria y la paz – que ha sido enviado como una misericordia para los mundos?
Porque con su amor (del Profeta) a Allâh, y el reflejo de este amor al mundo, se manifestó dicha Misericordia a toda la creación. En efecto, el reflejo del Amor a Allah y de Allâh es la Misericordia, y dicha misericordia hace que, tanto el bueno como el menos bueno, y el que no lo es, encuentren los medios de subsistencia en este mundo y puedan habitar en él. Dios da a todos, independientemente de su condición moral, de su bondad o maldad, porque la Compasión Divina se encuentra por encima de ese tipo de consideraciones.
¿Podría haber Religión sin amor? ¿Podríamos reducir la Revelación a un simple código de leyes, como si Dios fuera el director de una empresa y nosotros sus trabajadores? Convenid conmigo que esto sería igual a concebir un cuerpo sin alma; siendo verdad que un cuerpo, si no tiene ese motor vital que le procura una vida digna y honrosa, no sería, en ese caso, sino un saco de sangre, carne y huesos.
Un cuerpo, entonces, necesita un corazón para darle vida, así como la sangre que corre por las venas y los huesos sobre los que se sustenta. Podemos comparar entonces la religión al ser humano, diciendo que el Iḥsân es su corazón, el Imân su sangre y el Islâm el resto del cuerpo. Y deberíamos completar diciendo que la fuerza motriz del corazón, la esencia de la vida, es la Maḥabba, es decir, el Amor.
Es el Amor a Allâh la expresión más certera del Tawḥid – de la Unidad en Allâh -. Este Amor ha producido que Allâh esté satisfecho de aquellos quienes le aman, amándoles El a su vez. Pero el Amor de Allâh no es el amor humano, ya que este último fue producto del Primero. Si el ser humano ama de verdad no es sino por el reflejo de este gran Amor Divino que mueve el mundo con su fuerza y poder irresistibles.
Un sabio de esta época, de quien ya hablaré en otra ocasión dice:
“Como dice el hadiz, la súplica es el cerebro de la adoración; pero ¿cuál es el corazón de la adoración? ; es así pues el corazón de la adoración es la Mahabba (Amor) por Allâh.”
Por amor, el ser humano es capaz de todo; por amor puede olvidarse de sí mismo e identificarse al objeto de ese amor. Y ello porque es un motor que hace mover nuestra vida, una fuerza impresionante, una belleza sublime, un poder inconmensurable. Si esta fuerza se encuentra bien encaminada, entonces, se convierte en pura luz, en pura Belleza, en pura Verdad.
Pocos se han preguntado por qué nadie es capaz de resistirse a ese sentimiento nacido del corazón; pocos saben del valor de lo que encierran los pechos de los hombres cuando estos se olvidan de su propio egoísmo para consumirse en la pasión por la fuente de la Verdad y de la Luz.
Efectivamente, Allâh es A-z-Zahir – el que se Manifiesta -, y Su Manifestación en este mundo es el Amor; dicho Amor es la luz que ilumina el cielo y la tierra, que da sentido a nuestras vidas, que concede a nuestras efímeras existencias una dimensión de grandeza y eternidad.
¿No es acaso el amor entre nosotros un reflejo del Amor Divino? Una luz reflejo de una Gran Luz, siendo así que el reflejo participa, aunque no sea de forma directa, de la realidad que la da vida y la hace posible.
No es igual rezar a Allâh por obligación que por amor; es más, dicho amor cubre e ilumina nuestra adoración. Nos inclinamos ante El, porque Le amamos, porque Él es nuestro Principio, nuestro Fin, nuestra quibla. La obligación, al contrario, es una misericordia hacia el ser humano, a quien obliga a realizar actos a fin de que prescinda de sus propias pasiones u opiniones. Pero el Amor es una fuerza que nos hace plegarnos ante Su Voluntad con una disposición resuelta, en un estado de completo desapego de nosotros mismos, de quienes nos habremos olvidado por tenerle presente solamente a Él, pues Él lo es todo.
No puede haber Islam sin Tasawwuf
Algunos se equivocan argumentando que el Profeta – sobre él la plegaria y la paz – vino primero con el ‘Islâm y que el Imâm y el Iḥsân vinieron después. Y esto no es así.
Rasulu-l-Lâh con la primera cosa que vino fue con el Tawḥid; pues él practicaba, antes incluso de recibir la Revelación, la religión Hanif de ‘Ibrâhîm – sobre él la paz – . Y el Tawhid, hermanos, resume la doctrina y los mandatos del Islâm, así como su espiritualidad o ‘Iḥsân.
El Tasawuf, aunque en aquella época no tenía nombre, era practicado por el Profeta y sus compañeros en A-d-Daru-l-Arkam; quien dijere que esto no es cierto habrá de encontrar en contra suya decenas de aleyas coránicas y decenas de hadices que lo demuestran. Todos ellos se encuentran recopilados en una obra la cual tradujimos hace poco y esperamos editar.
La pregunta que debe plantearse, entonces, no es si el Tasawuf forma o no parte del ‘Islâm. Aquellos quienes formulan dicho postulado realizan un alarde de ignorancia ilustrada proponiendo una tal cuestión. Sabemos que la Revelación del ‘Islâm engloba tres estadios o niveles diferenciados y a la vez reconciliados entre ellos. El ‘Islâm no es una revelación completa sin ‘Islâm, ‘Imâm e ‘Iḥsân. Todo aquel quien habla de ‘Islâm en estos tiempos no lo hace si no es del primero de estos tres términos, nunca en nombre de ese ‘Islâm completo que engloba los tres a la vez. Podemos decir que, en la mayoría de los casos, esta confusión es buscada y atizada por aquellos quienes ven en la Religión un instrumento que catapulta a la obtención de bienes materiales en exclusividad. Y de ahí una pregunta, tan pobre, que si hubiera sido formulada hace 150 años habría pecado de descaro y grandísima dosis de falta de decoro y de pudor.
El Tasawuf siempre ha ocupado una plaza de honor en la Comunidad de Muḥammad – sobre él la plegaria y la paz -; y ha sido un lugar tan elevado que casi todos los sabios de las ciencias del exterior han debido consultar a los sufís a fin de arrojar luz sobre cuestiones comprometidas y de difícil resolución. Siempre fue así en nuestra Umma y, si lo ha dejado de ser desde hace unos decenios, sin duda ha sido por la confusión que ha generado la entrada de ideologías masónicas en el Islam de la mano de los wahabitas, los salafis, el tabligh y los Hermanos Musulmanes, fundamentalmente.
Precisamente, el Tasawuf es la única escuela la cual engloba unidos los tres estadios del ‘Islâm (Islâm, Imân e Iḥsân). Su patrimonio es la Revelación completa, desde la A hasta la Z. Y ese patrimonio, aunque es bien cierto que cada vez encuentra un número más escaso de detentores, hasta hoy y hasta el fin de los tiempos, ha quedado y quedará incólume en todo su esplendor, con toda su fuerza. Aunque fuera un número reducido de gentes, ellos serían los portadores de esa antorcha de luz que ilumina nuestra Religión; luz ésta que, procediendo de su fuente Divina, ilumina cada uno de los rincones de nuestra Doctrina.
Era Ibrahim una comunidad – Innâ Ibrâhîma Kana Ummatan – Corán 16, 120
Es precisamente por sus características peculiares que el Tasawuf es lo único que puede poner orden en nuestros días al panorama tan decrépito que presentan las diferentes tendencias que presenta la Umma aquí y ahora, todas ellas producidas por un ansia desmesurada de poder, a fin de, entre otras cosas, alimentar las políticas nacionalistas y los intereses financieros, a veces de un escaso número de familias. Ambos, al haber actuado durante decenios incidiendo en la formación de los musulmanes, han creado un ambiente de incertidumbre y de confusión generalizadas. Podemos decir que, a causa de ellos, casi nadie conoce el Islâm como realmente es. Esta desnaturalización de las doctrinas islámicas ha creado una doctrina sin alma; un cuerpo de leyes sin piedad ni corazón, un lisiado doctrinal.
Ahí donde solamente existe obligación y recompensa, allí donde no existe ni piedad, ni misericordia, solamente puede existir orgullo y fiereza.
Se presenta a un musulmán como alguien quien se va a subir a un ring, tal y como un pugilista que lucha contra lo prohibido con la fuerza de sus puños. Ganará, perderá, en función de los golpes que propine al Haram. Y si gana recibirá una bolsa de Hassanats (recompensas) ya convenidas, cuantificadas y pesadas de antemano. Y terminará sonado, tal y como un pugilista, valorando todo desde su punto de vista, apagado en las sombras de la ignorancia; dominado por una mente, la suya, que a fuerza de golpes no funciona con lucidez.
Allá donde el amor no es, ni fue, ni será, solamente existe la fuerza, la triste confianza en uno mismo; y esto, inexorablemente, desemboca en orgullo y en egoísmo, pues más es uno cuanto más puede y a nadie le convence verse por debajo del otro.
Esa fuerza arrolladora de la Verdad procedente de los cielos, y reflejada en este mundo, se convierte en un torbellino de luz, capaz de actuar por sí mismo y de iluminarlo todo con su presencia en cada rincón de nuestra existencia.
Es esa luz el faro de aquel quien persiste en querer salir de las tinieblas a la luz. Esa luz que, iluminando la doctrina y la ley del Islâm, concede a ambos una dimensión profunda y un significado más amplio cuanto más real.
¿No es Allâh, entonces, la luz de los cielos y de la tierra? Y si así es, entonces, ¿cómo se manifestaría esa luz en este mundo? Si la luz de Allâh no fuera irresistible, acaparadora y capaz de transformar la apariencia de las cosas, no se encontraría ligada a Su presencia. Pero Su presencia es real, ya que Él se encuentra más cerca de nosotros que nuestra propia vena yugular, para así sacralizar nuestros actos, nuestras vidas, nuestra existencia. Él es Quien es, sin disminución alguna en ninguna circunstancia. Él es Quien es en Su presencia y en Su inmanencia. En Su ser Dios (ilahiyya) y en Su ser Señor (rububiyya) El sigue siendo El que siempre fue, es y será, sin cambio alguno, sin aumento ni disminución.

Es así que las gentes quienes conocen esta verdad, aquellos de los que Allâh se ha convertido en la boca con la cual hablan, los ojos por los cuales miran, los oídos con los que oyen, las manos con las que toman y los pies con los que marchan, son precisamente ellos los capaces de incorporar las luces de la Verdad a las condiciones de comprensión y cumplimiento de los ritos religiosos, los cuales serán sin vida para todo aquel quien no comprenda su naturaleza y el efecto que producen sobre los servidores de Allâh.
Rezar sin saber por qué, o solamente sabiendo que es porque Allâh nos obliga a ello, no es suficiente, al igual que no se corresponde con la realidad.
De la misma manera, ayunar sin saber que ese ayuno purifica nuestro carácter y espíritu, y que no se trata simplemente de no comer, sino de no mirar y no sentir lo que desagrada a Allâh, es no comprender lo que es el ayuno.
Dar la zadaqa legal porque uno se encuentra obligado a ello es mezquino y a veces puede ser cruel.
Y así, con una a una de las prescripciones del Islâm. Si no se alumbran con la luz de su significado profundo, el servidor nunca sabrá por qué las ejecuta y cómo pueden influir en su naturaleza. Y esto no es otra cosa que ignorancia y falta de interés por parte de quienes actúen de esa manera.
Es, pues, aquella doctrina que guarda los tres niveles del Islâm, la sola que puede reparar los daños, la única que tiene herramientas y conocimiento para ello. Es, pues, el Tasawuf lo único que puede salvar al ‘Islâm, hoy por hoy, tal y como se presentan las cosas en nuestra Umma.
No queremos insinuar con ello que el camino del Tasawuf sea obligatorio para todo musulmán, sino que todo musulmán debe reconocer su valor y saber cómo él es la luz que ilumina el mundo; y simplemente, aunque solamente fuere con este reconocimiento, la Umma se puede regenerar, volver al Islâm perdido, recobrar la fuerza de su doctrina y enmendar los pasos de los musulmanes.
Que Allâh nos perdone, nos guíe, nos dirija de las tinieblas a la luz y nos otorgue el Firdaws.
Abdul Karim Mullor