Sobre las dos purificaciones – Al Hujwiri

Sobre las dos purificaciones

Comentario

Como lo hemos indicado en varias ocasiones, y así lo han hecho reputados maestros de la Ciencia del Tasawwuf (Sufismo) la purificación es de dos tipos: la que se hace para poder cumplir con la plegaria y aquella que se hace interiormente para prescindir de las faltas y los defectos que afectan al alma (nafs) y que deben ser limpiados a fin de acercarse a Allâh.

El texto

Después de la Fe (Imâm), la primera obligación para cada uno es la purificación (tahâra) y el cumplimiento de la plegaria; es decir, limpiar el cuerpo de la suciedad y de la contaminación, lavar los tres miembros (rostro, manos y pies) y mojar la cabeza con agua, tal y como lo prescribe la Ley, o utilizar arena en lugar de agua en caso de enfermedad severa.

La purificación es de dos clases: exterior e interior. De esta manera, la plegaria requiere la purificación corporal, mientras que el conocimiento espiritual requiere la purificación del corazón. Al igual que en el primer caso el agua ha de estar pura e inalterada, en el segundo caso, la Unificación ha de ser pura y la creencia inalterada. Los sufís se encuentran siempre dedicados a la purificación externa y a la Unificación interior. El Profeta – sobre él la plegaria y la paz – ha dicho a uno de sus compañeros: “Sé constante en la ablución a fin de que los ángeles guardianes puedan amarte”; y Allâh ha dicho: “Es cierto que Allâh ama a los que se vuelven a Él y a los que se purifican” (2-222). Y el Profeta tenía por costumbre repetir en sus invocaciones: “Oh Allâh, purifica mi corazón de la hipocresía”.

Aun siendo consciente de las gracias milagrosas (karâmât) que le habían sido acordadas, él las consideraba como a otros que Allâh en su Unificación, pues es hipocresía (nifâq) afirmar otra cosa que Allâh. En tanto los ojos del discípulo se encuentren obscurecidos por un solo átomo de los milagros de los šuyuj, desde el punto de vista de la perfección, este átomo constituye un velo potencial entre él y Allâh. Es por ello que Abû Ŷazîd dijo: “La hipocresía de los conocedores es mejor que la sinceridad de los discípulos”: lo que constituye una estación (maqâm) para el novicio es un velo para el adepto. El novicio desea obtener milagros, pero el adepto desea alcanzar al Dador de los milagros. Brevemente, la afirmación de los milagros o de toda otra cosa que implique la vista de otro que Allâh aparece como hipocresía a los ojos de las gentes de la verdad (los sufís).

En consecuencia, lo que es nefasto para los amigos de Allâh es un medio de liberación para todos los pecadores, y lo que es nefasto para éstos es un medio de salud para los infieles: si los infieles supieran, como lo saben los pecadores, que sus pecados disgustan a Allâh, ellos hubieran sido salvados de su increencia; y si los pecadores supieran que todas sus acciones son imperfectas, estarían todos salvos del pecado y purificados de la suciedad. Es por lo que las purificaciones externas e interiores deben ir a la par: cuando un hombre lava sus manos, debe lavar su corazón de las huellas terrenales, y cuando introduce el agua en su boca, debe purificar ésta de la mención de otro que Allâh; cuando lava su rostro, debe separarse de los objetos familiares y volverse hacia Allâh; cuando moja su cabeza debe abandonar sus asuntos a Allâh,; cuando lava sus pies, debe separarse de la intención de tomar una decisión excepto por la orden de Allâh. De esta manera, habrá sido purificado sin duda alguna.

En todas las observancias religiosas el exterior se combina con el interior; por ejemplo, en la fe, la profesión va a la par con la creencia del corazón. El método de purificación espiritual consiste en reflexionar y meditar sobre el mal de este mundo y percibir que él es falso y efímero, y en vaciar el corazón de su apego. Este resultado no puede ser obtenido sino por el asceta (muŷâhada), y el acto de mortificación[1] más importante consiste en conformarse a las reglas de la disciplina (âdâbu-z-zâhir) de manera asidua en cualquier circunstancia.

Se relata que Ibrâhîm Jawwâs ha dicho: “Deseo que Allâh me conceda una vida eterna en este mundo, a fin de que, mientras los hombres se encuentran sumergidos en los placeres mundanales olvidados de Allâh, pueda yo observar las reglas de la religión en el seno de la aflicción de aquí abajo recordando a Allâh”. Se dice asimismo que Abû Tâhir Haraî vivó durante cuarenta años en Makka y que salía del territorio sagrado para purificarse porque no quería que los residuos del agua utilizada cayeran en el suelo de un territorio que Allâh había llamado Suyo. Cuando Ibrâhîm Jawwâs sufrió de disentería en la mezquita de Rayy, cumplió sesenta abluciones en un día y una noche, muriendo en el agua. Abû ˤAlî Rûdbarî estuvo perturbado durante un tiempo por pensamientos que el distraían (waswâs) mientras hacía la purificación. “Un día – dijo – me dirigí al mar en el alba y allí estuve hasta la salida del sol. Durante este intervalo de tiempo mi espíritu estaba turbado. Entonces dije: Allâh devuélveme la salud espiritual. Una voz me respondió desde el mar: “La salud consiste en el conocimiento”.

Se dice que Sufyan Zawri mientras se encontraba moribundo, se purificó sesenta veces para una sola plegaria, y dijo: “Al menos estaré limpio cuando llegue el momento de dejar este mundo”. Se dice que Šibli[2] se purificaba un día con la intención de entrar en la mezquita. Entonces escuchó una voz que decía: “Has lavado tu ser exterior, pero ¿qué hay de tu pureza interior?”. Se dio la vuelta dejando todo cuanto poseía y, durante un año, no llevó otra vestimenta que la necesaria para poder rezar. Seguidamente se presentó ante Ŷunayd[3] que le dijo: “Abu Bakr, es una purificación muy benéfica la que has llevado a cabo; quiera Allâh mantenerte siempre purificado”. Después de esto Šibli se mantuvo en una purificación continua. Cuando estaba agonizando no podía purificarse él mismo, e hizo signo a uno de sus discípulos para que lo hiciera. El discípulo lo hizo, pero olvidó dejar que el agua se introdujera en su barba. Šibli, estaba incapaz de hablar. Tomó la mano del discípulo y la dirigió a su barba, gracias a lo cual la ablución fue cumplida debidamente. Y se cuenta asimismo que él decía: “Cada vez que olvido una regla de purificación, una vanidad nace en mi corazón”.

Abû Ŷazid dijo: “Cada vez que un pensamiento de este mundo se presenta en mi espíritu efectúo una purificación; y cada vez que un pensamiento del otro mundo me llega, entonces realizo una ablución mayor (gusl)”. Este mundo no es eterno: pensar en él provoca una impureza legal, mientras que el otro mundo es el lugar de la ausencia y del reposo: pensar en él provoca la polución (ŷanaba). Y la impureza legal implica que se renueve la abluciٕón, mientras que la polución implica la ablución mayor.[4] Un día Šibli se purificó. Llegó a la puerta de la mezquita mientras que una voz murmuraba en su corazón: “¿Tan puro piensas que eres que entras en mi casa con esa audacia?”. Se dio la vuelta, pero la voz preguntó: “¿Te das la vuelta alejándote de Mi puerta? ¿Dónde te diriges?”. Entonces dio un gran grito. La voz le dijo: “¿Te estás riendo de Mí?”. Con esto permaneció en silencio. La voz dijo entonces: “¿Pretendes soportar Mi aflicción?”. Šibi exclamó: “Oh Dios mío; te imploro protegerme de Ti Mismo”.

Los maestros sufís han estudiado plenamente el verdadero significado de la purificación; ellos han ordenado a sus discípulos no cesar nunca de purificarse, tanto exterior como interiormente. Aquel que quiere servir a Allâh debe purificarse externamente con agua, y aquel que quiere aproximarse a Allâh debe purificarse interiormente por el arrepentimiento.


[1] No olvidemos que los sufís de la época de Huŷwiri hacían mucho hincapié en la mortificación. Se da el caso de que el šayj de ˤAbdul Karim Ŷilî (Abu Saˤid) recitaba el Corán en la boca de un pozo, atado por el cordel boca abajo. En estos tiempos la metodología ha cambiado de manera notoria, pues ella va dirigida a las personas de este tiempo y a las características de la época. Podemos decir que el ascetismo ha sido abandonado completamente por otros métodos más acordes a las situaciones actuales.

[2] Abu Bakr Šibli; sufí persa discípulo y amigo de Abul Qasîm Ŷunayd al Bagdadî.

[3] Famoso sufi persa del siglo X, cuya característica fue explicar el Sufismo y la L

[4] Cuando se trata de impureza o polución en este caso se refiere a los goces internos y no a los actos externos en sí. Es porque pensar en el otro mundo hace experimentar un gran goce que Šibli, no queriéndoselo permitir hacía la ablución mayor, a fin de no gozar con otra cosa que con el Recuerdo de Allâh Altísimo.