Sobre el Ihsan en general

En el Nombre de Allâh, el Todo Misericordioso, el que Manifiesta Su Misericordia. Y la plegaria (salat) y la paz (salam) sean sobre Muḥammad, corona y sello de los Enviados, y por extensión a su familia purificada y sus compañeros, entre ellos los cuatro califas bien guiados (rašidîn).

La traducción del sentido del término Iḥsan es “Excelencia” y del término muḥsin “el que practica la excelencia”. Cuando hablamos de Iḥsân nos estamos refiriendo al estadio más elevado de la Revelación Islámica. Veamos que dice el profeta –‘alayhi-s-salatu wa-s-salam – al respecto, cuando, según el ḥadiz transmitido por Sayyidina Umar – que Allâh esté satisfecho de él – , es preguntado por Ŷibril:

“El Iḥsân es que adores a Allâh como si le vieras, ya que, si tú no le ves, El te vé”.

Estas palabras nos dejan entrever dos posibilidades con respecto a la contemplación de Allâh. Si bien el hadiz no explica claramente si hay una posibilidad de ver a Allâh, en el caso de que ésta existiera, Allâh no podría ser alcanzado por la visión corporal, sino por el conocimiento que tiene su sede en el corazón.

Que Allâh nos ve, nadie quien crea en Su Infinitud y Todo poder se lo plantea. Es una capacidad divina que se encuentra en la propia Esencia de Allâh como Señor (Rububiyya). Y si admitimos que somos observados por El, debemos aceptar, que ello sucede en todo instante, sin que haya lapsus alguno de tiempo en el cual no sea así.

Adorar a Allâh sabiendo que El nos ve lleva implícitas múltiples connotaciones. Esa consciencia de ser observados por El, anima a dejar los vicios y a adquirir las virtudes, motivados por querer presentarnos ante El con un mínimo de dignidad y limpieza. Es esa consciencia de la Presencia Divina que provoca el pudor en el creyente, así como el temor de menifestarse ante ella de una manera mezquina e irreverente. Cuando se atesora la consciencia de la grandeza divina uno no puede sentirse en paz hasta que no se acomoda a la Voluntad de Allâh, sabiendo que El se encuentra satisfecho de nosotros.

Allâh estará satisfecho de ellos y ellos lo estarán de Él. Esto es para quien tema a su Señor (Corán 97-8).

Existe una tendencia a querer hacer coincidir el ‘Iḥsân con el Sufismo. En realidad, no existe esa coincidencia total, ya que el Sufismo como ciencia del Islam se encuentra anclado en la Chari’a, en el ‘Imân y en el Iḥsân. Si bien, el fin último del Sufismo lo podemos encontrar en el ‘Ihsân, su metodología se ancla en la Chari’a y en las virtudes del ‘Imân, siendo el ‘Iḥsân propiamente dicho, no el Sufismo, sino el objetivo más elevado de esta ciencia del Tasawwuf.

Incluso, podemos decir, que existen sufís que nunca llegarán al estadio del Iḥsân, no habiendo alcanzado durante sus vidas las cimas del ‘Imân.

En realidad, Imân e Iḥsan se entrelazan parcialmente compartiendo un espacio que les es común. Podemos decir, por representar esto con un ejemplo práctico,  que la Paciencia es una virtud del ‘Imán, pero asimismo lo es del Iḥsan. Para explicar la diferencia entre un estadio y otro de la misma virtud, podemos decir que la Paciencia del ‘Imân es el soportar las rudezas de los acontecimientos desagradables,  contenerse de realizar actos negativos a los cuales nos encontramos apegados, etc. Mientras, la Paciencia del Iḥsân consiste en aceptar la Voluntad Divina tal y como sayyidina Ibrâhîm – sobre él la paz – aceptó el sacrificio de su propio hijo; tal y como sayyidinâ Yaqub soportó la ausencia de su hijo Yussuf – sobre ambos la paz – durante casi 40 años. Y así podemos decir de virtudes como el temor de Allâh, la sinceridad, la veracidad, etc.

No obstante, hay virtudes que pertenecen única y exclusivamente al dominio del ‘Iḥsân. Podemos decir que aquí se trata de una parcela acotada en la cual pocos pueden entrar: los Enviados, los profetas, y solamente algunos de los saliḥîn (o virtuosos), los ‘arifîn (o conocientes de Allâh).

El Conocimiento en el Iḥsân reposa sobre dos estadios: “El Yaqin” (certeza absoluta) y el “Kashf” (desvelamiento); ambos se refieren a un solo y único conocimiento, y la diferencia entre ambos no es otra que el grado alcanzado, siendo en el caso del Kashf superior al del Yaqin, siendo éste el fin del Iman y la puerta del Ihsan. El Iḥsân es asimismo el grado de la aniquilación del Ego en la Voluntad Divina, el objetivo de la Guerra Santa Mayor, la proximidad con Allâh y la intimidad con el Creador de todos los mundos.

Volviendo al asunto del Sufismo, diremos que éste es el método para obtener el grado del Iḥsân. Dicho método procede del Profeta mismo y se encuentra basado en el Qur’an y en la Sunna.  El Profeta mantenía un discurso para el pueblo en general, y otro para sus compañeros más allegados, entre los que se encuentran los diez a quienes les fue prometido el Paraíso y las Gentes del Banco, así como algunos de los mártires.

Numerosos hadices nos demuestran esto y nos informan de que algunas de las prácticas del sufismo, llamativas por lo curiosas, eran llevadas a cabo en la época del Profeta.

Tabarani, el Imam Ibn Hanbal, al Bazzar y otros, relatan a través de una cadena de transmisión satisfactoria, que el Profeta – sobre él la plegaria y la paz – dijo a un grupo de Compañeros en presencia de los cuales se encontraba: “¿hay algún extranjero entre vosotros?”
– No, Enviado de Allah, respondieron.
Pidió entonces que cerraran la puerta y les dijo: “Levantad las manos y repetid: No hay divinidad sino Allah.”  Shaddad Ibn Aws relata: “Estuvimos con nuestras manos levantadas durante una hora diciendo: “No hay divinidad sino Allah”. El Profeta – sobre él la plegaria y la paz – dijo entonces: “Oh Allah, Tu me has enviado con esta palabra, me la has ordenado, me has prometido el paraíso a cambio y ¡en verdad Tu no faltas jamás a Tu promesa!” Después concluyó – sobre él la plegaria y la paz – : « Regocijaos, pues Allah – exaltado sea – os ha perdonado”[1]

No escribiremos para “justificarlo” frente a nadie, porque antes bien, quienes tienen mucho que justificar y explicar son sus detractores. No es pues, justificar el Sufismo, sino una posición de debilidad que no queremos adoptar; ya que si alguien quiere justificar alguna cosa ante otro está tomando a este último como juez; y esto último se encuentra bien lejos de la realidad, siendo, no obstante, exactamente lo contrario.

Nos limitaremos a explicar sus bases y a mostrar como estas se encuentran íntimamente ligadas al Libro de Allâh y a la Sunna de Muhammad de manera de ofrecer, a quienes aún no lo conocen la confianza necesaria a fin de que comprendad de que se trata del corazón del Islam.

Que Allâh nos perdone, nos guíe dándonos perspicacia para poder salir de las tinieblas a la luz y que sea Generoso con nosotros concediéndonos el Firdaws.

Abdul Karîm Mullor

[1] Musnad de Ibn Hanbal (Dar al-kutub al-‘ilmiyya, 1993, tomo 4 p.153, nº 17126).