Siervo Mio – Yo quiero, tu quieres…

La paz sobre vosotros

Un hadiz qudsi es una tradición santa en la que el Profeta – sobre él la plegaria y la paz – dice lo que Allâh dice; es decir, el comienzo del hadiz es “Dice Allâh exaltado”, y después continúa con las palabras de Allâh.

Para muchos que argumentan que el Profeta no estaba en comunicación directa con Allâh, esto debe servir para hacerles ver que no están en lo cierto. Es más, estos hadices nos demuestran que el Profeta estaba comunicado con Allâh en todo momento y circunstancia. Si bien Ŷibril – sobre él la paz – intervenía a la hora de extraer las aleyas del Corán del corazón de Muḥammad una y otra vez, en estas tradiciones sagradas no consta en ningún momento que él estuviera presente. Esto demuestra la comunicación directa que Muḥammad tenía con Allâh. No olvidemos que en la ascensión celeste él llegó donde Ŷibril no podía hacerlo.

La cantidad de hadices qudsis existentes podría aproximarse seguramente a entre 200 o 300. No hay que tener cuenta de algunas ediciones que, por conveniencias que nada han de ver con el Islam, los limitan a un centenar; provisto que en las publicaciones más antiguas podemos encontrar más o menos el doble de esta exigua cantidad.

Yendo entonces al contenido del hadiz que queremos comentar hoy, tenemos este tesoro en las que las Palabras divinas nos aseguran que aquello que Allâh ha decidido nada ni nadie puede hacerlo cambiar. Estas palabras van dirigidas a Sus siervos predilectos:

Allâh dice: Siervo mío, tú quieres y Yo quiero, pero si te sometes a lo que Yo quiero, te daré lo que quieras, y si no haces lo que Yo quiero, haré que te fatigues en obtener lo que quieres, y al fin no será sino lo que Yo quiero.

Estas palabras no hacen referencia a lo que se encuentra permitido (Ḥalal) o prohibido (Ḥaram). Ellas van más allá de esto y se refieren fundamentalmente a una relación sagrada entre el Señor y el servidor, cimentada en el concepto de Reda (satisfacción).

Ellas comportan asimismo una referencia directa de la criatura con su Señor, al que ella debe obediencia a fin de mantener un acuerdo directo con la Voluntad divina Soberana.

La criatura siempre tiene deseos; y estos deseos parten de su voluntad propia. Esto significa que en dicha voluntad podemos encontrar elementos contrarios a la Voluntad divina Soberana. Estos desacuerdos, a veces involuntarios, nacen de una ignorancia global de la criatura sobre ella misma. Es decir, el servidor no llega a tener en cuenta el hecho de que su voluntad procede en gran parte del deseo oculto de su alma que tiende al mal; de ahí el desacuerdo de voluntades entre el servidor y Allâh.

Es el conocimiento de sí mismo el cual ha de poner en alerta al servidor sobre esta circunstancia. El proceso que nos puede llevar a este conocimiento no es otro que el de la prospección al encuentro de las órdenes divinas, no teniendo dichas órdenes, como hemos dicho, una faceta que podamos identificar con el Halal y el Haram. Antes bien ellas se refieren a todo aquello que nos puede hacer reflexionar sobre los defectos incrustados en nuestra naturaleza los cuales no pueden ser reducidos de otra manera que poniendo atención a la búsqueda sincera de la Voluntad divina, ejecutando lo que Allâh quiere, en toda circunstancia, importante o no, en toda cosa, grande o pequeña.

Se trata entonces de un proceso de purificación interior que no puede tener éxito si no somos conscientes de nuestros propios defectos y carencias. Se trata de la relación íntima entre el servidor y el Creador que, en caso de tener éxito, conduce a la wilayya. Allâh llama ‘awliyya (amigos) a aquellos que han sometido sus voluntades a las Suyas, y este es el éxito completo; esta es la Victoria real, el éxito inconmensurable.

Es por eso que en el sagrado Qur’an encontramos referencias a este estado de sumisión total en algunas aleyas como estas:

¡Oh alma sosegada! Regresa a tu Señor, satisfecha y satisfactoria. Y entra con Mis siervos, entra en Mi Jardín.  (89 – 27 a 30)

La recompensa que junto a su Señor les espera, son los Jardines de Adn por cuyo suelo corren los ríos. En ellos serán inmortales para siempre.
Allâh estará satisfecho de ellos y ellos lo estarán de Él. Esto es para quien tema a su Señor
. (98-8)

¿No es cierto que los amigos de Allâh no tendrán que temer ni se entristecerán?
Esos que creyeron y tuvieron temor de Él.
Para ellos hay buenas noticias en esta vida y en la Última. No hay nada que pueda sustituir las palabras de Allâh. Ese es el gran triunfo.
(10-62 a 64)

En otras aleyas son llamados “los siervos del Misericordioso” (ˤibadu-r-Râḥman); en otras los “purificados” (mutahharûn); en otras los “dotados de intelecto”; en otras “gentes del recuerdo” (ahlu-ddikre). Y así, recorriendo el Libro de Allâh, encontraremos una referencia tras otra de estos servidores que han renunciado a sus deseos por la Voluntad de Allâh. Las referencias son en tal número, tantas que no constatarlas significa que no se lee el Libro de Allâh con la suficiente atención y dedicación.

Aquí no se está tratando de los musulmanes que evitando lo prohibido y realizando lo ordenado irán al Paraíso, lo cual es innegable. Estamos tratando de los Paraísos superiores que están destinados a aquellos que se han sometido por completo ante su Señor, a aquellos que han renunciado a ellos mismos.

Ellos estarán, inmortales, en lo más alto de los rangos junto a Allâh, satisfechos en la Presencia de un Señor Misericordioso y Eterno que les ha prometido eternidad y satisfacción.