Sentencias de Sufyan Zawri

Sentencias de Sufyan Tsauri extraídas de la obra de Fariduddin ‘Attar – El Memorial de los santos.

Tenemos la satisfacción de presentar en esta web de Islam en español una serie de vidas de prominentes figuras del Islam de todos los tiempos. Sufyan Zawri es un buen exponente del ascetismo musulmán característico de los primeros siglos del islam.

Originario de Kufa (Irak); su padre se llamaba Said; era conocido como Abû Abdi-l-Lâh. Murió en Basora en el año 161 de la Hégira.

Hombre sincero, verdaderamente religioso, devoto pleno de amor, asceta eminente, sabio consumado, corazón radiante de luz, así era este iniciado en el conocimiento de Allâh llamado Sufyan Tsauri – que la misericordia de Allâh sea sobre él – . Era el más grande de su siglo y el pueblo la había dado el sobrenombre de “El Emir de los fieles”. No tenía un igual en su conocimiento de la ciencia del Exterior y del Interior, y era incomparable en la práctica ascética. Un gran número de doctores trabajaban a su servicio. Su fervor ascético ya se había revelado cuando aún se encontraba en el seno materno. En una ocasión, su madre, habiendo subido a la terraza de su casa, había comido algo de unas conservas en vinagre que se encontraban en la terraza del vecino. Sufyan golpeó con tanta fuerza el vientre de su madre que ella hubo de ir a casa del vecino a pedir perdón por su desliz.

He aquí cómo fueron sus principios. Un día, entró en la mezquita sin apercibirse de la forma en la cual ponía los pies. De repente, escuchó una voz que le trataba de tsaur, que en árabe significa “toro”; y he aquí porqué fue conocido por Sufyan Tsauri. Escuchando dicha voz perdió el conocimiento. Cuando despertó, tomando su barba con una mano y con la otra mano abofeteándose, se decía a sí mismo: “¿Por qué tú, grosero personaje, has puesto tu pie de tal manera que tu nombre ha sido expulsado de la asamblea de los hijos de Adam? De ahora en adelante recógete y pon atención en la manera en la que pones tus pies”

Durante veinte años no durmió una sola noche. Cada vez que escuchaba citar hadices del profeta – sobre él la plegaria y la paz –conformaba su conducta a lo que escuchaba.

Se cuenta que, en una ocasión, el jalifa, haciendo su plegaria al lado de Sufyan, no cesaba de agitar su cabeza y su barba, viendo esto le dijo Sufyan: “Tu plegaria no es válida, en el Día de la Resurrección se te la tirará a la cara en forma de un trapo sucio”. Irritado con este reproche el jalifa ordenó que se erigiera una horca y se colgara de ella a Sufyan a la vista de todos, para que nadie osara en lo subsiguiente obrar de la misma manera. Cuando se le comunicó a Sufyan esta decisión exclamó: “Oh Allâh golpea con Tu Mano al jalifa”. Este se encontraba en ese momento con algunos familiares y sus mujeres. De repente, oyeron un ruido terrible, y la tierra abriéndose, los engulló a todos. Todos los asistentes quedaron estupefactos al ver el resultado de esta imprecación de Sufyan.

El jalifa siguiente le trataba con mucha consideración. Un día habiendo enfermado Sufyan, el jalifa, que tenía un médico cristiano, se lo envió. El médico habiendo examinado el recipiente nocturno de Sufyan, dijo: “El enfermo es un hombre con tanto temor de Allâh que el hígado se cambia en sangre en forma de coágulos que se expulsan con la orina”. Y añadió: “Una religión y una creencia en la que se pueden encontrar hombres así no pueden ser falsas”; dicho esto se convirtió al Islam. Cuando el jalifa conoció la noticia dijo: “Me imaginaba haber enviado un médico a atender a un enfermo, pero es el enfermo a quien he enviado para socorrer al médico”.

Un día, estando junto a la Ka’aba, se encontraba llorando. Alguien le dijo: “Es sin duda el recuerdo de tus pecados lo que te hace llorar así”. “Mis pecados, tan numerosos que sean – respondió Sufyan – serán borrados en un instante en Su corte; pero lo que me hace temblar es el preguntarme si he traído conmigo mi fe en toda su integridad.”

Sufyan Tsauri decía: “Quienquiera que llore por temor del Señor Altísimo, cada lágrima que cae de sus ojos será más provechosa que numerosos actos de devoción”. “Es una cosa extraña – decía – la negligencia de los hombres. La muerte es cierta, la necesidad de ir al otro mundo es incontestable; y bien, aún así, ellos persisten en su dejadez, descuidando los intereses de la vida futura para ocuparse de los de la vida de este mundo. Hay muchas gentes poco inteligentes que realizan obras meritorias; pero como no cesan de hablar de los otros, dichas obras parecen hechas para mostrarse y no encuentran en ellas provecho alguno. El verdadero asceta es aquel cuyo ascetismo se encuentra en los actos, no aquel cuyo ascetismo se encuentra únicamente en la lengua sin encontrarse en los actos. No es un asceta aquel quien se viste con ropa tosca y se alimenta con pan de cebada, sino aquel que no vincula su corazón a este bajo mundo y que sabe restringir el alcance de sus aspiraciones. El mejor de los hombres es aquel que se instruye en compañía de los sabios. Cinco personas diferentes son particularmente honorables y buenas entre las criaturas: un sabio que practica el ascetismo; un rico, si es humilde; un pobre que testimonia su reconocimiento; un pobre que soporta pacientemente las pruebas; un sufí, cuando posee las luces de la iniciación. Aquel a quien el Señor Altísimo ha tomado como amigo no podrá ser nunca tratado en enemistad. El Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz – declara que el enemigo del Señor es aquel quien habla mal de otros en su ausencia.”

Se cuenta que Sufyan Tsauri decía a Hatîm Assam: “Hay cuatro casos que relevan del imperio de la ignorancia: 1/ Cuando uno se pone a censurar a los otros, lo cual lleva a no saber reconocer las decisiones supremas del Altísimo, siendo que aquel quien no las reconoce cae en la infidelidad; 2/ cuando uno se deja llevar por el deseo de aquello que no se somete a la porción la cual le ha sido asignada; pues aquel quien no se somete a ello, cae en la infidelidad; 3/ cuando se amasan riquezas injustamente o provenientes de una fuente dudosa, lo cual revela que quien ello hace no ha reflexionado sobre las cuentas que habrá que dar el Día de la Resurrección; y no reflexionar sobre dicha cuenta es propio de un infiel; 4 / cuando no se espera nada del Señor, lo cual conlleva que se desconoce Su Misericordia, y quien desespera del favor de su Señor es un incrédulo.”

Sufyan Tsauri decía a sus discípulos: “Doquiera que veáis la muerte, comprádmela”. Cuando llegó su última hora decía: “Realmente la muerte es una cosa dura” – “¿La temes?” – Le decían sus discípulos – “No, no la temo; pero es un asunto serio presentarse delante del Señor Altísimo”.

Anteriormente, cada vez que él hablaba de la muerte, se ponía a llorar y decía a los asistentes: “Estad atentos; haced los preparativos para el otro mundo, antes de que la muerte os sorprenda.” En cuanto a él se refiere, la temía y la deseaba ardientemente a la vez. En sus últimos momentos se le declaró una inflamación abdominal. Se cuenta que una noche llegó a renovar sus abluciones hasta sesenta veces. En una de las ocasiones en las que recomenzaba la ablución se le preguntó: “¿Cuál es el motivo por el que haces tantas abluciones?” – “Es – respondió – porque quiero estar puro para aparecer en la corte del Señor Altísimo”.

Abdu-l-Lâh Mehri nos cuenta: “A medianoche Sufyan Tsauri me dijo: “Ponme el rostro apoyado en la tierra; el momento supremo se aproxima”. Yo le puse pues su rostro apoyado en tierra y salí de la casa para avisar a algunos de sus compañeros. Cuando regresé, todos se encontraban reunidos a su alrededor. ¿Quién os ha avisado? – Les dije – “El mismo” – respondieron – nos ha dicho en sueños: “Levantaos y reuníos para el funeral de Sufyan Tsauri”. En este momento, sacando de debajo de su cabeza una bolsa con mil piezas de oro Sufyan Tsauri dijo: “Mañana por la mañana gastad este oro en los funerales y dad el resto en limosnas” – Pero – le objetaron algunos – ¿no cesas de repetirnos que no había que guardar con uno los bienes de este mundo, y poseías una suma tan grande? “Sí- respondió – la guardaba junto a mí para que cada vez que el chaytan me decía – “¿Qué vas a comer hoy y cómo te vas a vestir?” – Yo le respondía – “Aquí está el dinero” – Si me decía: “No tienes una mortaja” –  yo le respondía –  “Aquí está el dinero” -. Y yo rechazaba de esta manera todas sus sugestiones”. Después, haciendo la profesión de fe, exhaló su último suspiro.”

Uno de sus discípulos lo vio en sueños y le preguntó cuál era su condición: “El Altísimo me ha hecho misericordia y me ha concedido un lugar en el Paraíso”. Otra persona le vio en sueños en el Paraíso, volando de un árbol a otro, como un pájaro, y le preguntó: “¿Por cuáles obras has ganado este grado de beatitud?” – “Por el ejercicio del ascetismo y el temor de Allâh”

Se cuenta que un día, mientras estaba en vida, Sufyan Tsauri, yendo al bazar vio que un pequeño pájaro se encontraba a la venta. Lo compró y le dio la libertad. Dicho pájaro, después de esto, venía siempre a Sufyan, y cuando le encontraba absorto en sus ejercicios de piedad, le contemplaba en silencio, posándose sobre su hombro. Cuando se depositó a Sufyan en su última morada, este pájaro, vino a posarse sobre su féretro dando gritos plañideros; viendo esto todos los asistentes rompieron en lágrimas. Al final, cuando se le colocó en su tumba, el pájaro murió igualmente.