Relatos sobre Rabi’a al Adawiyah

Fué Rabbi’a una de esas personas destinadas al amor y a la devoción de Allah el Unico.

Nacida en Iraq, de clase humilde, una vez alcanzada la juventud, fue vendida como esclava a un acaudalado comerciante de Basora. Dicho comerciante se enamoró de ella y ella le correspondió con su amor.

Sin embargo, el Destino tenía otros planes. Su amado fue asesinado por otro comerciante aún más rico, y este se hizo con la propiedad de Rabi’a valiéndose de la astucia.

Su nuevo amo era un libertino el cual utilizaba sus esclavas para deleitar el oído y la vista de sus amistades, mediante danzas y otros entretenimientos. Es así como Rabbi’a se convirtió en una de las más célebres danzarinas de Basora.

Pero, el Destino otra vez, esclavo de la Voluntad Divina, había decidido otra cosa. Rabbi’a dormía en el palacio de su amo, de tal manera que desde su ventana podía divisarse y oírse, el cómo un grupo de adoradores, dirigidos por Zawban, recitaban el nombre Divino continuamente durante las noches.

Rabbi’a abría la ventana poniéndose a escuchar, escéptica al principio, dejándose cautivar por las letanías, poco a poco. El estremecimiento producido por aquellas misteriosas y rítmicas letanías le había producido un estado tal que no podía pasar una sola noche sin escucharlas.

Un día, en una de las reuniones de danza, realizada en plena campiña, acertó a pasar Zawban. Había venido a buscar a Rabbi’a. La llamó y habló con ella diciendo:

“Porqué dedicas tu vida a los amores mundanales y no amas a Aquel Quien verdaderamente lo merece?”

Rabbi’a respondió: « Quién merece que yo le ame más que mi amo»?

Dijo Zawban : « El Señor de los mundos, el Rey del Universo, Aquel Quien me ha traido hasta aquí para hablar contigo »

Rabbi’a respondió: « Como puedo amarLe sino le veo ? »

Zawban dijo: « Si Le amas Le verás ».

Desde este momento Rabbi’a era otra. Respondió a la llamada de Allah con una firmeza tal que nadie la podía convencer en echarse atrás. Se negó a danzar y a realizar todo cuanto su amo la pedía para complacerle a él y a sus amigos.

Su amo comenzó a maltratarla, mientras ella, impasible, continuaba recordando a su Señor con sus incesantes letanías. Fue torturada de todas las maneras posibles para hacerla renunciar a su actitud. Sin embargo, Rabbi’a permanecía como si aquello no fuera con ella. El cuerpo torturado no la pertenecía, pertenecía a Allah, y ella decía: « Ya Allah, ya mi Amado, yo soy tu esclava y puedes hacer conmigo lo que Tú quieras ».

Al final, su amo, comprendiendo que no podía seguir así, la liberó. Todos los días iba a la zawiya y tomaba enseñanza de Zawban junto con otra mujer llamada Hasuna, mujer a la sazón muy versada en el Fiqh.

Pronto Rabbi’a sobrepasó en el maqam (estado espiritual) a su maestro Zawban. Tanta era la intensidad de su amor por Allah que no podía compartir su vida con nadie, ni tampoco nadie podía guardarla compañía.

Pasaba mucho tiempo sin comer ni beber. Un día, completó una semana sin probar apenas comida ni bebida. Acercando su mano a una vasija para beber esta se rompió y Rabbi’a dijo: « Si mi Señor quiere dejarme aún algún tiempo en ayunas, yo estoy contenta con su decisión ».

Pronto se hizo popular y todo el mundo iba a ella para pedir consejo.

Era el tiempo de Harun a-r-Rachid, el controvertido jalifa quien luchó contra la familia de Rasul (sala-l-Lahu alayhi wa sallam), provocando que el conocido Mawlay Idriss, sultán de Marruecos y descendiente del profeta – ˤalayhi-ṣ-ṣalatu wa-s-sallam – huyera y se refugiara en el Magreb. Harun A-r-Rašid tenía una naturaleza controvertida, fue hombre de grandes pecados y de grandes arrepentimientos. Este, para recompensar a Rabbi’a por su piedad, la envió una caravana con monturas cargadas con regalos. Una vez llegada la caravana a su casa, Rabbi’a dijo: « Decidle al jalifa que las cosas de la dunya son para las gentes de la dunya. Yo no los quiero y si Harun no los quiere recobrar, decidle de entregarlos a los pobres »

Un día, un ladrón entró en su morada. Rabbi’a estaba desolada pues no tenía nada que ofrecerle y le dijo: “Has entrado a tomar objetos de mi casa y te pido perdón por no tener nada que ofrecerte, que mal anfitrión soy ». El ladrón, escuchando esas palabras, se puso a llorar, hizo las abluciones, rezó y le dio las gracias a Rabbi’a prometiendo que nunca jamás robaría.

Rabbi’a hacía sus sermones en público. Las gentes iban hacia ella al menos una vez por semana, para escuchar su charlas, en las que daba consejo sobre el comportamiento, tanto en la religión como en la vida.

Era el tiempo de Hasan al Basri. Y también Hasan Basri daba sus sermones todos los viernes por las tardes al pueblo de Basora. Rabia siempre asistía al sermón, pero un día no pudo hacerlo. Viendo esto Hasan no quiso hacer el sermón y se quedó callado. Cuando los asistentes le comenzaron a imprecar por qué no comenzaba, habiéndoles respondido que porque Rabia no estaba presente, le comenzaron a criticar, a lo que él respondió:

El brebaje que preparamos nosotros está hecho para el estómago de los elefantes y no para el de los mosquitos

En la obra postrera de Ibn al Qayyum titulada “Ruh” (Alma) que extrañamente se encuentra solamente en árabe y no está traducida a ninguna lengua europea, se cuenta de que alguien soñó con Rabia que ya estaba fallecida; preguntándola sobre lo que Allah había hecho con ella, Rabia respondió que Allah generosamente la había concedido el Firdaws; pero que una mujer de su época había recibido una mayor recompensa que ella y se encontraba en el Iliyyun, una parte del Firdaws solamente reservada a unos pocos, con su rostro mirando siempre hacia Allah. Y esta mujer había sido recompensada con un don mayor que el de Rabi’a porque mientras Rabi’a consideraba el alimento aunque fuere absteniéndose de comer, la otra mujer lo había olvidado hasta el punto de que si tenía como si no la daba exactamente igual debido a su confianza en la provisión Divina.