Desnaturalizar el mensaje – El resentimiento ancestral hacia el Profeta

En el Nombre de Allâh – el Todo Misericordioso – el que Manifiesta Su Misericordia ; y la plegaria y la paz sean sobre nuestro señor Muḥammad, .

Sahih Bujari 3344 

Abu Sa’id al Judri– que Allâh esté satisfecho de él – transmitió: 

Ali – que Allâh ennoblezca su rostro – había enviado al Profeta – una pequeña pieza de oro que éste había repartido entre las cuatro personas siguientes: Al-Aqra’ Ibn Habis al Ḥandaly, Uyayna Ibn Badr al-Fasary, Sayd a-t-Tay y Alqama Ibn Ulaza al-Amiri. Este reparto hizo entrar en cólera a los Qurayšies y a los Ansar, ellos dijeron: “Da a los señores del Naŷd y a nosotros nos da de lado” . Pero el Profeta dijo: “He actuado así únicamente para ganar su corazón”. Entonces se adelantó un hombre con los ojos perdidos en el fondo de su órbita, con las mejillas abombadas, la frente protuberante y la barba larga, pero la cabeza afeitada: “Teme a Allâh, Muhammad” – exclamó -. – ¿Quién obedecería a Allâh si yo no lo hiciera? – le respondió – Allâh me hace confianza cuando se trata de hombres de toda la tierra ¿y vosotros no tendríais confianza en mí? – . Un hombre, creo que era Jalid Ibn Walid, pidió al Profeta autorización para matar a ese hombre, pero el Profeta rehusó. Y cuando el hombre partió, él dijo: “De la descendia de ese hombre – o según otra variante de la posteridad de ese hombre – saldrá un pueblo de gentes cuya recitación del Qur’an no pasará de sus gargantas, que saldrán de la religión tan fácilmente como la flecha sale de su funda; que mataran a las gentes del Islam y dejarán a los adoradores de ídolos. Si yo viviera en su época, les haría perecer como perecieron las gentes de ‘Ad.

EL ODIO AL PROFETA

Creo que, a la vista del contenido de este ḥadiz, no resulta complicado demostrar que los habitantes pudientes de la región del Naŷd guardan un odio ancestral a nuestro Profeta – sobre él la plegaria y la paz -, quien estigmatizó su comarca natal y aseguró que si hubiera estado en estos tiempos les hubiera hecho perecer, ni más ni menos que tal y como lo hubiera hecho contra el pueblo de ‘Ad. Palabras duras de asumir, pero verídicas cuando observamos los hechos con imparcialidad.

Efectivamente, Muḥammad Ibn ˤAbdil Wahhab formaba parte de aquellos naŷditas estigmatizados por nuestro Profeta; al igual que Muṣayllima el impostor, y de aquel Sufyani de la tribu de Kalb que combatirá al Mahdi llegado el momento.

¿Cómo alguien como él podría soportar ser comparado a la gente de ‘Ad? El, quien quiso pasar como el famoso purificador de la religión, cuando en realidad su misión, conferida por su graciosa majestad, no era otra que intentar demolir el Islam desde dentro, si es que estaba dentro de alguna de las manera.

El odio a nuestro Profeta – sobre él la plegaria y la paz – lo dejó patente nuestro corto personaje en varios pasajes de su inútil vida, así como en su penosa obra.

En una ocasión llegó a decir:

Este bastón en el cual me apoyo me resulta más útil que el Profeta, pues él me permite descansar después de la fatiga, mientras el profeta, como está muerto, no me sirve para nada”.

Declaró que el Profeta estaba muerto, no solamente de manera física, sino que era espiritualmente incapaz de interceder entre los hombres y Allâh. Declaró asimismo que el Profeta era solamente un hombre, tomando la palabra “hombre” tal y cual se toma para el común de los mortales. ¡Todo ello a pesar de los testimonios existentes en el Corán y en la Sunna que testifican y demuestran lo contrario! ¡Su maldad no tenía fronteras! Pues como su mismo padre dijo: «Todavía no habéis visto las maldades de las que mi hijo es capaz».

Encontramos al respecto de la naturaleza de Muḥammad – sobre él la plegaria y la paz – tres pasajes grandemente reveladores en el Corán. Esto no significa que se encuentren con respecto a él solamente tres menciones sublimes, sino que ellas son suficientemente reveladoras respecto al carácter grandioso de su naturaleza. Es evidente que Muḥammad poseía y posee una naturaleza humana, pues Dios solamente hay uno, sin copartícipes ni asociados; pero la naturaleza de Muḥammad es precisamente la más grande de toda la Creación. Superior a la de Ŷibril – sobre él la paz – y la de los otros ángeles; superior al Trono, al Cálamo, al Cosmos y el resto de lo creado sin reservas. Esto lo ilustraremos cuando tratemos sobre el ḥadiz de Ŷabîr Ibn ˤAbdi-l-Lâh, recogido por todas las cadenas del Tasawuf, así como por el šayj del ‘Imâm Nawawi, en el cual se explica como Muḥammad fue la primera creación de Allâh, y él existía, tal y como dijo en el ḥadiz, antes de que Adam – sobre él la paz – fuera creado.

Dice el Libro de Allâh:

Y estás hecho de una naturaleza sublime (ˤaẓîm) (68-4)

Y hemos puesto tu mención en un lugar elevado (94-4)

Y no te hemos enviado sino como misericordia para los mundos (21-106)

Anas – que Allâh esté satisfecho de él – transmitió que le Mensajero de Allah – sobre él la plegaria y la paz – dijo:

“Ninguno de vosotros creerá hasta que yo no sea más amado para él que sus hijos, sus padres y toda la gente”. (al-Bujari, Muslim, an-Nasa’i)

Umar ibn al-Jattab dijo al Profeta – sobre él la plegaria y la paz -:

“Te amo más que nada excepto mi alma, que está entre mis dos lados”.

El Profeta respondió:

“Ninguno de vosotros creerá hasta que sea más amado para él que su propia alma”. Umar dijo: “Por Quien hizo descender el Libro sobre ti, te amo más que a mi alma que está entre mis dos lados”. El Profeta dijo: “Umar, ¡Ahora lo tienes!”. (Al-Bujari)

Evidentemente, aquél  a quien es preferible amar más que a uno mismo, a nuestra propia alma, debe estar dotado de una naturaleza conforme a este amor que le debe ser profesado; y esa naturaleza no puede ser cualquier cosa, cuando después de Allâh es a él a quien debemos ofrecer toda nuestra atención.

Pero esto no es comprendido por mucha gente; se habla de este hadiz como de un hecho ideal, lejos de nosotros, de nuestro mundo, cuando en verdad pocos saben que cuando se interioriza el amor a Muḥammad – sobre él la plegaria y la paz – en toda su intensidad, este se despliega por el corazón imprimiendo un aroma inconfundible y profundo.

¿Podemos amar a un muerto? No, en toda evidencia; ese amor que debemos profesar a Muḥammad, mandato que sigue vigente a nuestros días, ha de ser tan intenso en virtud de que nuestro profeta sigue en vida, de la manera en la cual Allâh ha decidido.

Pero nuestro personaje conocía que la mayoría de las gentes en la península arábiga habían descuidado este amor, al cual solamente le concedían gracia cuando iban a visitar los dos recintos sagrados. La pasión por la vida de la Dunya, así como la ignorancia, habían ocupado el lugar de la religión en sus corazones; y ello cuando no estaban ocupados en vendettas tribales o en competencias desleales los unos contra los otros. Todo ello había convertido sus corazones en más duros que las piedras.

Nuestro personaje se aprovechó de este vacío para instalar su peculiar deformidad del Islâm en su país natal. Cualquier oposición era resuelta mediante asesinatos ejecutados por sus aliados, los Sa’ud. Pronto él y los Saˤud hicieron un pacto el cual consistía en que los derechos de gobierno corresponderían a los Saˤud y sus descendientes, y los asuntos de religión a él y a su descendencia. Y este pacto queda en vigor hasta el día de hoy. ¡Quiera Allâh romperlo de una vez para siempre!

Ahora bien, para poder llegar a rebajar la persona del Profeta – sobre él la plegaria y la paz – había que anular o esconder los hadices en los cuales su naturaleza es ensalzada y puesta en relieve; y a ello se dedicó esta funesta persona. No obstante, debido a la multitud de frentes en los que tenía que obrar en cumplimiento de sus fines, esta obra de degradación de la Sunna apenas pudo ser comenzada por él, quedando en suspense hasta la llegada de otro personaje tan mal dotado como él, el cual dedicó toda su vida a falsificar la Sunna y destruir el hadiz. Este personaje se llamaba Nasiruddin Albani, padre ideológico y fundador del movimiento salafista.

Este Albani, en la época en la cual residión en Arabia llegó a editar una fatwa en la que declaraba obligatorio demolir la cúpula bajo la cual está enterrado el Profeta – sobre él la plegaria y la paz -. Pronto los sauditas decidieron ponerse manos a la obra enviando dos obreros para comenzar «el trabajo», arriba, en el domo. El resultado es que uno calló al vacío. El otro quedó muerto en la cúpula y pegado a ella. Nadie le pudo despegar, y viendo la imposibilidad dejaron el cadáver casi arriba en el domo improvisando una tumba la cual cualquiera que haya estado en la mezquita del profeta podrá ver a simple vista sin saber de qué se trata.

Por supuesto que esta historia disuadió a los contrariados wahabitas de seguir pensando ni tan siquiera en recomenzar una segunda vez.

La idea en principio era la de separar a la criatura del Creador, pero esta no podría llevarse a cabo sin disminuir la naturaleza de la persona que guía a la comunidad hacia el amor y el conocimiento del Señor de los mundos. Esto, sin lugar a dudas, convertía a la vida diaria en un sistema puramente humano, en el cual las referencias religiosas se traducían únicamente en el cumplimiento de leyes, cumplimiento éste vigilado por el poder, el cual ocupaba y usurpaba el Poder de Allâh en la tierra. Es así entonces, que el creyente pasó de ser servidor de Allâh a ser servidor del estado, mejor aún, de la familia Saˤud, pues eran ellos quienes dejaron bien claro el mensaje de que eran los que premiaban y castigaban, ellos y no Allâh, pues El – exaltado sea – se encontraba allá lejos en los cielos “sentado en Su Trono”.

LA INTERCESION DE MUHAMMAD

La intercesión del Profeta – sobre él la plegaria y la paz -, no solamente el Día del Juicio, sino en el transcurso de nuestras propias vidas, queda probada de manera fehaciente por decenas de hadices. Los Wahabitas han borrado o falsificado algunos de ellos, pero vista la cantidad abrumadora de palabras al efecto, al no haber podido anularlas todas, se han dedicado a interpretarlas de manera retorcida.

Primeramente, nuestro Profeta nos indica que aquel quien le ve en sueños, le ve realmente; en otros hadices nos dice que la visión del creyente es la 46ava parte de la profecía. En estas visiones del Profeta en sueños, cosa que los wahabitas es de imaginar desconocen totalmente, el profeta habla, da mensajes, incluso puede dar hasta órdenes o simplemente sugerencias. Esto es una prueba, más que neta, de la capacidad de intercesión y de guía que le ha sido concedida a través de los siglos, no solamente en este mundo, sino en el otro.

Por otra parte, existe un hadiz en el cual el Profeta expresa que llegado el tiempo de la plegaria todos los profetas en sus tumbas se levantan para rezar. Otro hadiz dice que Allâh devuelve el alma a nuestro Profeta cada vez que alguien le menciona bendiciéndole. Todo esto nos demuestra que Muhammad se encuentra vivo, y aunque no corporalmente, goza de una vida en la cual se encuentra aún en contacto con la Humanidad, más concretamente con los creyentes. Ŷalaluddin Suŷuti, quizás el más célebre sabio del hadiz de todos los tiempos, dice en una de sus obras que él se ha encontrado con el Profeta físicamente en más de 50 ocasiones. Otro tanto manifestó en sus escritos ˤAbdul Qadir Jilani.

En efecto, Rasulu-l-Lâh – sobre él la plegaria y la paz – no solamente ha sido la primera creación de Allâh, sino que sigue vivo, en una modalidad de vida incomprensible para los seres humanos. Esta es una clara realidad la cual podemos extraer a la vista de innumerables hadices, en cumplimiento de la palabra coránica que expresa que como él ha sido creado con una naturaleza sublime.

Este afán wahabita de declarar que el Profeta “era solamente un hombre”, no implica ni mucho menos para ellos especificar que no es ni mucho menos un dios; significa en el lenguaje saudita que Muhammad no era más ni que tu ni que yo, sino un hombre cualquiera a quien de vez en cuando le llegaban mensajes del cielo en forma de Wahi (Revelación), cuando en verdad su naturaleza es la única que, en toda la vida del mundo, haya podido contener y desarrollar ese mensaje tan completo de Allâh que abroga y completa los anteriores.

Abdul Karim Mullor