Quilla, ‘illa y madalla – escasez, enfermedad, ser despereciado por las gentes
Por ˤAbdul Karim Mullor
A-s-salamu ˤalaykum – La paz sobre vosotros
Se dice que nadie conoce el sufrimiento ajeno sin haberlo sentido él mismo. Efectivamente, y de eso, nuestro profeta – sobre él la plegaria y la paz – es el exponente máximo; pues sino se conoce la desgracia por uno mismo ¿cómo podemos evaluar la del próximo y así conocer de qué manera ayudar y comprender?
Nuestro profeta fue huérfano, conoció la pobreza y la sufrió. No conoció el matrimonio hasta una edad, podemos decir que avanzada para la época; fue negado por los suyos, quienes le intentaron quitar la vida, estando a punto de encontrarle en la cueva y cerca de matarle en Uḥud. Y, por eso, Muhammad estuvo preparado para recibir la Risala y para ser, en consecuencia, una misericordia para los mundos.
Uno de los secretos de aquellos quienes practican el Tasawwuf es que ellos son los primeros que son probados y forjados en la dureza y el sufrimiento en el camino de Allâh. Es por ello, por su desapego de ellos mismos, y por su atención puesta en los asuntos de Allâh, que son llamados “fuqara’”, es decir “pobres de espíritu”. Ellos saben que solamente les sostiene la cuerda de Allâh, conocen sus propias limitaciones, y como el profeta – sobre él la plegaria y la paz – el acero de su personalidad es forjado por el fuego del sufrimiento, los problemas, los fuertes trabajos y los sinsabores.
Es un requisito que todo aquel quien se aventure en el Camino de Allâh, Camino de aquellos a quienes Él ha favorecido, lo haga a través del filtro, del tamiz diseñado por el Arte Divino para este asunto. Por ello, todo aspirante a acercarse a Allâh debe pasar inexorablemente por tres cosas:
Quilla, ‘illa wa madalla – Problemas económicos – enfermedad – desprecio de las gentes hacia ellos.
Quilla
El Profeta – sobre él la plegaria y la paz – recibió una palabra de un sahaba; éste le dijo que le amaba, entonces Muḥammad le contestó:
“Si me amas, prepárate para tener problemas económicos”.
Efectivamente, hermanos/as, el ser humano se encuentra atado, muy apegado al dinero. Por un lado debido a saber que con él puede darse a tener multitud de caprichos y placeres; por otro lado por el miedo a no disponer de lo suficiente para vivir y atender a las necesidades propias y de los suyos.
Es este último caso el que más se apega al corazón del aspirante, hasta que, a base de tener problemas, una y otra vez, comprende directamente de Allâh que es El Quien provee, y que a pesar de sus miedos se encuentra protegido por una Mano invisible y salvadora que le hace sobrevivir ante cualquier situación en el que él mismo se puede ver al borde del abismo.
Allâh es un Artista consumado en la distribución de Sus bienes y Favores, y cualquiera que haya pasado por esta experiencia, sabe que se encuentra a salvo, siempre que su sinceridad hacia la adoración a Allâh no adolezca de dosis de hipocresía y/o vanidad.
Illa
El Profeta – sobre él la plegaria y la paz – dijo:
Después de la súplica por la religión, la mejor de las súplicas es por la salud
En realidad, sin salud no se puede llevar una vida ordenada y equilibrada. El cuerpo humano tiende al equilibrio; tanto, que cualquier desorden es considerado una enfermedad. Los periodos de enfermedad suelen ser transitorios, y a su vez, siempre que ella provenga de una decisión Divina, pueden ser beneficiosos pues nos acercan a Allâh, a Quien, en esas circunstancias, nos volvemos por necesidad y reconocimiento de Su Grandeza y Poder. Hay un hadiz que dice:
Allâh yuḥibbu-l-ˤabdu-l-laḥuḥ – Allâh ama el siervo plañidero
Es decir, aquél que siempre está, cual niño necesitado, pidiendo a Allâh con insistencia y humildad. Es entonces que, sin proponérnoslo, implícitamente reconocemos la Presencia Divina, su inconmensurable Poder, y ejercemos dentro de nosotros una confianza en nuestro Señor, ante Quien nos humillamos de manera activa en reconocimiento de Su Grandeza y en espera de Sus bellos favores, tan bellos que son inenarrables e innombrables.
Es tanta la bendición que existe en una enfermedad que el mismo Profeta dice que la petición de un enfermo es aceptada. Id pues a visitar a los enfermos, pedid por ellos y decidles que pidan por vosotros. Esto es un bello intercambio de favores, de rayos de luz, que pasan de uno a otro, entre los hermanos que se aman en Allâh.
Es así pues que la enfermedad rebaja el fuego de la pasión del Ego y deja al ser humano en el lugar que le corresponde en el Universo, es decir, el más alto afectado de lo más bajo; espíritu y barro; elevación y humillación; nobleza y bajeza; inteligencia y necesidad.
Nada comparable a la alegría producida por recobrar la salud, lo cual produce en el enfermo que ha sanado, un reconocimiento y un agradecimiento al Señor de los mundos, que le salvó de la manera que El decidió, y en el momento que El Mismo definió, de las miserias inherentes a la enfermedad, haciendo penetrar en el siervo el reconocimiento inapelable de que todo viene de Él, acercándole con ello, más si cabe al Señor Misericordioso y Eterno que le dio la vida, a Quien será reconociente y agradecido.
Por otro lado, ¿cómo podríamos hacer bien al prójimo sino sintiéramos sus penas, sus problemas, sus necesidades, sus enfermedades?
Madalla
Cuando Allâh ama a alguien, aunque le hace ser amado por unos, asimismo le hace ser despreciado por otros. Es así como Mûsâ – sobre él la paz – sentía vergüenza de él mismo por tener una tara en el habla, debido a que de pequeño se quemó la lengua con un tizón. Sin embargo, en ese mismo momento, tanto su maestro Šwayb, como su esposa Sabora le veían con la mirada que reconocía en él la nobleza de un profeta.
Mûsâ fue despreciado por el faraón y sus cortesanos debido a su ascendencia hebrea y a haber preferido estar con su pueblo, dejando a un lado las posibilidades de realeza que se le hubieran ofrecido si se hubiera quedado en Egipto.
Mucha gente desprecia a aquel que no quiere aprovechar las oportunidades que ofrece la vida para vivir bien, holgadamente. Ellos ven en la pobreza y en la humildad algo negativo, una plaga de la que quisieran huir a la espantada. Por eso, el desprecio de las gentes hacia uno es una prueba. Y lo es, porque esas gentes que desprecian a las gentes de Allâh buscan exactamente lo contrario de lo que enaltece la personalidad y la virtud de un ser humano. Es por eso que el profeta – sobre él la plegaria y la paz – decía que:
La sabiduría eleva al esclavo al rango de los reyes
Gran parte de las gentes posee una idea equivocada de lo que es la nobleza y el honor; van en contra de los criterios divinos y al encuentro frontal de la virtud y el comportamiento noble y sincero.
Es así que Allâh aprovecha esta circunstancia para que Su servidor se retire del mundo, porque los criterios de la mayoría de la gente, si los sigues, te llevarían a la perdición de tu propia persona, a alejarse del camino de la virtud y del perfeccionamiento de tu propio ser. Quien pendiente está de la opinión que las gentes tienen sobre él, se aleja de Allâh; es más, se vuelve esclavo de la gente, a quienes siempre persigue para verse aceptado por ellos, pensando que los favores que le llegan proceden de las criaturas, olvidando así a su Señor, a Quien todo le debe, Quien todo le dio.
Es por eso que la Madalla, la mala opinión que tienen de uno, es una protección contra los peligros que conlleva querer ser aceptado en el mundo del materialismo y del olvido de Allâh.
He aquí pues una pequeña exposición de algunas de las peculiaridades de ese camino que acerca a Allâh, a la vez que separa de la gafla (olvido de Allâh) y nos hace salir de las tinieblas de la ignorancia hacia la luz de la Sabiduría eterna y sin límites.