¿Por qué wahabis y salafis odian al Sufismo?
A-s-salamu ‘alaykum – La Paz sobre vosotros
Cuando el espía británico y masón M. Hempher ayudó a su aliado Muḥammad ‘Ibn ˤAbdi-l-Wahhab a crear el Wahhabismo, este último se apoyó militarmente en la familia Saˤud, a fin de extender mediante la sangre su movimiento herético-masón. Encontró como principales opositores a su padre y su hermano, quienes, siendo ˤulama bien conocidos en la Península arábiga, se le opusieron con todas sus fuerzas para impedir que no extendiera su doctrina herética. El padre de Muḥammad Ibn ˤAbdi-l-Wahhab, refiriéndose a su hijo llegó a decir:
“Todavía no sabéis el mal que mi hijo Muḥammad es capaz de llegar a hacer”.
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El fundador del Wahhabismo, como no podía ser de otra manera, encontró que eran los sufís aquellos quienes podían responder con argumentos doctrinales más sólidos, tanto que podían destruir las tesis wahabitas sin esfuerzo alguno. Pero los sufís siempre se han caracterizado por su desinterés por el poder temporal, y de ahí que no tuvieran medios materiales para repeler ese cruento ataque contra el Islam de las cuatro escuelas y del Tasawwuf, ataque este protagonizado por ese engendro medio inglés, medio beduino, llamado Wahhabismo.
El Profeta – sobre él la plegaria y la paz – en unos hadices que podemos encontrar en el Saḥiḥ Bujari, había dicho que de la región arábiga del Naŷŷd saldrían los cuernos del chaytan, y que de ella saldrían gentes similares a las gentes de Ad que fueron castigados por su rebeldía contra el profeta Hud – sobre él la paz – en aquella famosa ciudad conocida como Irama dati-l-imad (Iram, la de las columnas), conocida por sus lujosas columnas de oro.
Muḥammad Ibn ˤAbdi-l-Wahhab era originario del corazón del Naŷŷd, concretamente de una ciudad llamada Dariya; haciendo acopio de su odio al profeta Muḥammad, quiso vengarse de lo dicho por él en estos hadices, cuando, dando clase a sus desdichados alumnos llegó a decir, enseñando su bastón:
“Este bastón que veis me es más útil que el profeta Muḥammad; el bastón me sirve para apoyarme en él, mientras el profeta Muḥammad, que está muerto, no me sirve para nada.”
Los sufís pues, por su sabiduría, por su prestigio de cara a la población, por sus argumentos sólidos e irrefutables, sus costumbres impolutas, fueron perseguidos, martirizados, encarcelados, y sus lugares de reunión fueron proscritos por esos nuevos representantes del chaytan que estaban apoyados y financiados por la Masonería británica.
Mataban a los sufís, pero surgían otros, nunca se acababan, no podían erradicarlos a todos, debido a la fuerza de su fe.
El diablo tiene sus mañas, y una vez comprendido que el objetivo de matarlos y erradicarlos a todos era imposible de conseguir, entonces ayudaron a crear falsas tariqas sufís, que ofrecían un seudo sufismo ocultista con tintes masones; y esto lo crearon para señalarlos y decir que eso era el Sufismo. De esta manera, tomando a estos falsos sufís como excusa se podían permitir la licencia de denunciar al Sufismo a fin de que nadie pudiera confiar en él.
Quedaba de manifiesto la ayuda masona para la creación de falsas tariqats sufís en una oficina que los ingleses abrieron en el Cairo al efecto, en la cual fueron a inscribirse los nuevos masones árabes declarándose sufís sin serlo. Aquello era regocijante para el dominador inglés; ver como los mansos dominados entraban cuales ovejas al matadero, balando de contento y alegría por los estipendios que iban a recibir de sus dominadores británicos; quienes, todo hay que decirlo, supieron gestionar una falsa integración en la Corona de los oriundos de los pueblos que dominaban.
A mediados del siglo XX, y sobre todo en los últimos años de dicho siglo, llegaron a su apogeo aprovechando la oportunidad que les brindaba el Internet. Pusieron a trabajar a peones en todos los países, en todas las lenguas, quienes ganando una buena cantidad de dinero, vendieron sus almas a ese nuevo Mefistófeles que les ofrecía vida eterna a cambio de vender sus voluntades.
El odio al Sufismo se hizo patente, porque aún a pesar del martirio de tantos de ellos llevado a cabo en Arabia Saudita y en la Turquía de Ataturk, no podían borrarlo de la faz de la tierra, ya que, somos los sufís auténticos quienes, con nuestros sólidos y veraces argumentos, los solos que podemos retratar y exponer su naturaleza satánica.
Ni Muḥammad Ibn ˤAbdi-l-Wahhab con su violencia, ni Albani con su destrucción sistemática de los hadices pudieron acallar las voces de la Verdad. Ni las traducciones comentadas del Corán a otras lenguas, llevadas a cabo por gentes que vendieron su alma al enemigo de la Humanidad, pudieron silenciar las voces de los verdaderos representantes del Islam, las cuales se alzan en todo su esplendor, una y otra vez. Porque los ejércitos de Allâh que luchamos por la Verdad somos inagotables, porque nuestras fuerzas, conocimientos, ideas y convicciones vienen de lo alto; directamente de la asistencia Divina procurada por un Rey Todo Poderoso y Eterno.
¿Qué puede hacer entonces un mosquito contra un elefante? ¿Puede la podredumbre oler a perfume? ¿Pueden, los siervos del mal, poseer sabiduría, maestría y presencia luminosa?
La Victoria ya está dada, ya que la Verdad siempre fulmina el error y la mentira; y la extensión de dicha Verdad, su salida a la superficie, y su presencia en todos los lugares y todas las casas de los creyentes, se está gestando. Porque ¿cuántos pequeños ejércitos derrotaron a los grandes con permiso de Allâh?
Dijo el Profeta – sobre él la plegaria y la paz – :
“El verdadero muŷaḥid (combatiente) es el que lucha porque la Palabra de Allâh sea la más alta”
Y en ello estamos con la asistencia Todo Poderosa de un Rey Misericordioso y Eterno, que llena nuestros corazones de certeza, de luz y de amor.