Oh ansar vosotros sois míos y yo de vosotros

Abdul Karim Mullor

Vosotros sois míos y yo soy de vosotros

Esta frase dijo Muhammad – sobre él la plegaria y la paz – a los ansar.

En estos días de Rabi’ al Awal que circunscriben el bendito día del Mawlid a-š-šarif de nuestro amado profeta Muḥammad – sobre él la plegaria y la paz – quisiera hablaros de un acontecimiento grandioso para la Umma (comunidad) musulmana como es la hiŷra o emigración de Makka muqarrama a Madina Munawara, las dos ciudades amadas de Muḥammad. Este hecho, que algunos circunscriben únicamente al acontecimiento histórico según el cual, el Profeta se dirigió de Meca a Madina acompañado de Abu Bakr – que Allâh esté satisfecho de él – conlleva en él mismo un significado que traspasa el cómputo del tiempo elevándose hacia lo Universal. Y es por esto que, a pesar de que no estamos hablando del mes de Muḥarram, ni de su primer día, escogemos dicho acontecimiento y su significado a fin de referirnos a él este día del Mawlid.

Porque este Mawlid no es solamente el nacimiento del Profeta, sino la llegada a la tierra de una misericordia divina hasta entonces no igualada. Es así que en esta bendita noche no solamente festejamos y recordamos el nacimiento del mejor de los seres humanos, sino que en ella introducimos toda su vida y hechos, toda la Sunna, toda la enseñanza que nos llegó de Allâh a través suya. Hoy pues, es el día de la luz, de la Sunna, de la misericordia, del amor, de todas las cualidades que nos presentó este personaje sin igual, esta perla entre las perlas, luz entre las luces, llamada Muḥammad, Maḥmud, Aḥmad, Ta Ha, Ya Sin.

1-107. Nos no te hemos enviado sino como misericordia para los mundos.

10-58. Di ¡Que se alegren del favor de Allâh y de Su misericordia. Eso es mejor que lo que ellos amasan!

Esta ḥiŷra, esta emigración, constituyó una Sunna para los saḥaba. Algunos de ellos, antes, bajo el auspicio de Ŷaˤfar Ibn Abi Talîb, ya hubieron emigrado a Abisinia, al amparo del rey bueno que acogió a los musulmanes como si de su pueblo fueran.

Y esta ḥiŷra asimismo ha constituido una Sunna para muchos de los verdaderos creyentes, quienes acosados, agobiados en sus lugares de origen, debieron partir a otras tierras para buscar la Verdad. Ellos emigraron por Allâh y Su Profeta y no por los bienes de este mundo vacío y engañoso.

Algunos de los que estamos aquí o de los que estéis leyendo esto, sabéis de lo que os hablo. Sabéis que emigrasteis por Allâh, que lo dejasteis todo detrás sin sentir pena por lo perdido; que fuisteis hacia adelante es ese cruce de caminos que un día apareció en vuestras vidas para elegir. Y elegisteis lo mejor; elegisteis Allâh y Su Profeta, la Verdad, el Islâm.

Esta emigración no solamente se hizo con los cuerpos, sino con los corazones, los cuales se dispusieron inertes en las Manos de Allâh, dejándose llevar por el cálido viento de la Misericordia y de la Guía. No huimos del mal, sino que nos precipitamos hacia el Bien. Y en ese Bien encontramos nuestras vidas, nuestras familias, e incluso nos encontramos a nosotros mismos, a nuestras verdaderas personalidades que hasta entonces habían permanecido ocultas.

Y fuimos de Meca a Madina, y encontramos la luz; y fuimos cual Salman, Omar, Abu Bakr, Alî, Uzman, Saˤad Ibn Abi Waqas, Abderrahman, Bilal, Talha, Zubayr, Abu Hurayra; combatimos en Badr y en Ohod, sin saberlo, haciendo frente a las dificultades de una tierra que en algunos aspectos resultó ser inhóspita y desconocida para nosotros. Pero la Fe, la certeza, la decisión tomada fueron irrevocables; no hay vuelta atrás; dimos el paso y nos aferramos a la Voluntad del Todo Misericordioso.

Y este estado nos favoreció en nuestra religión. Privamos a nuestras almas del control de la situación tan apegado a ellas. Partimos a una tierra en la que no tenemos todas consigo; llegamos a sentirnos extranjeros, porque en realidad lo somos en esta Dunya que llama la atención en todo momento y no ofrece más que ilusiones inconsistentes.

Vosotros sois míos y yo soy de vosotros, dijo el Profeta – sobre él la plegaria y la paz – a los ansar. El encontró en Madina paz para su corazón y amigos devotos dispuestos a todo por él. Nosotros, que somos mucho menos que Muḥammad también encontramos una bella acogida, una inestimable compañía en aquellos que nos abrieron los brazos y nos lo dieron todo. Porque ellos, aunque no emigraron, si cumplieron la otra parte de la Sunna que era repartir todo con nosotros.

Es así que nuestra emigración ha sido una fuente de bendiciones para todos: para nosotros, para quienes nos acogieron, para nuestras almas, para nuestros hijos, mitad emigrantes-mitad ansar.

Hoy los emigrantes y los ansar celebramos el nacimiento de nuestro amado Muḥammad – sobre él la plegaria y la paz-.

¡Él es nuestro y nosotros somos de él!