Medicina del profeta Muhammad – La miel
Obra de Yalaluddin Suyutí
La miel
Al Bujarî ha consagrado un capítulo entero para hablar de esta substancia, los medicamentos de los cuales ella forma parte y a disertar sobre estas palabras divinas:
Dios ha dicho: “…De su vientre sale un jarabe de color diverso que contiene una cura para los hombres. Es cierto que en eso hay un signo para gente que reflexiona.” Corán surat 16, v.69
Para ilustrar esta última verdad, Abû Sa’id transmitió la siguiente anécdota: “Un individuo se presentó delante del profeta, y le dijo: “Mensajero de Dios, mi hermano tienen el vientre suelto.” “Haz tomar miel a tu hermano” – respondió el Profeta. El hombre partió y más tarde volvió para encontrar al Profeta y le dijo: “He dado miel a mi hermano pero no ha dado resultado”. El Profeta le recomendó aún lo mismo. Retornó aún otras dos veces; a la tercera o a la cuarta vez, el profeta dijo al individuo: “Dios dice la verdad, el vientre de tu hermano ha mentido”. El hombre dio otra vez miel a su hermano y la curación tuvo lugar.[1]
Por estas palabras: “el vientre de tu hermano ha mentido…”, es decir, las digestiones son desordenadas y el estómago se encuentra enfermo, el Profeta ha querido hacer sentir que no basta con tomar la miel ni una ni dos veces únicamente. Por otra parte, el enfermo del que se trataba se encontraba dañado a consecuencia de un malestar intestinal; el profeta ordenó tomar la miel, y ésta tiene la propiedad de expulsar los residuos excrementales que persisten en las vías gastrointestinales. Se explica así el efecto del daño como consecuencia de una humedad que perturba el intestino, el que no puede retener las heces que contiene. Este estado de enfermedad es el deslizamiento intestinal, o flujo intestinal, o disentería (salaq al am’a). Ahora bien, la miel disipa las humedades. Tomada por vía oral ella produce este efecto, arrastra las humedades y la curación se produce. Como consecuencia natural de los efectos especiales que ella opera, la miel aumenta las evacuaciones a la primera o segunda vez que se la toma. Por lo demás, este tratamiento es más ventajoso, y la miel constituye una medicación favorable, sobre todo si se encuentra mezclada con agua caliente.
Los médicos son unánimes sobre estos diferentes puntos. Ellos aconsejan la miel siempre que el estado del individuo exige un agente evacuador. En cuanto a la especie del mal del que acabamos de hablar, numerosos médicos abusan de los tratamientos locales. Se imaginan, en su ignorancia, que la enfermedad reclama una medicación que corte las evacuaciones, pero entonces todo medicamento astringente administrado al enfermo agrava el mal y ello hasta que Dios haga encontrar al enfermo un médico clarividente que sepa como curarle.
Resulta de lo que acabamos de exponer una prueba evidente de que el Profeta poseía el sentido médico de todas las enfermedades, así como de su terapia, de los tratamientos que les convenía.
¡Que Dios extienda Sus bendiciones y Sus Favores sobre este santo Profeta y sobre toda su familia!
Según el Qâdî ‘Iyad[2] estas palabras del Profeta: “Dios ha dicho la verdad y el vientre de tu hermano ha mentido” son la justificación y la confirmación de la Palabra de Dios: “un jarabe de color diverso que contiene una cura para los hombres.”
Según Abu Hurayra, el Profeta ha dicho: “Quienquiera toma miel tres veces y a tres intervalos en un mes no padecerá durante todo este tiempo ninguna seria indisposición”.[3]
El profeta ha dicho también: “Utilizad como medio de bienestar y de salud la miel y el Corán.”[4]
Ŷâbir, relata lo que sigue: “He oído decir al Profeta estas palabras: “La curación reside en tres medicamentos: la miel, el sangrado y la cauterización por medio del fuego (al fasd)…”[5]
A’iša decía: “El Profeta amaba mucho los dulces o platos dulces y la miel.”[6]
La miel es caliente-seca en segundo grado; la mejor es la que se recolecta en primavera, después la del verano, después la del invierno. Los médicos están de acuerdo en el hecho de que los mejores medicamentos se extraen de la miel, en razón de que ella libera, limpia, fortifica, es rica en alimentación, tonifica el estómago, levanta y anima el apetito. Ella es útil a los ancianos, a los acatarrados, a quienes sufren de reflujo, y es suavizante. Se la emplea ventajosamente aplicándola en la mordedura del perro rabioso. Cuando se la bebe mezclada con agua caliente cura a aquellos que se han contaminado con setas venenosas. Ella conserva con sus propiedades los electuarios[7], etc. Esto es conocido. Conserva la frescura de la carne y la mantiene en buen estado durante tres meses; preserva la frescura de los pepinos, de los pepinos serpentinos, durante seis meses. Es por ello que ha sido nombrada con el apodo de “fiel conservante”.
La miel, cuando se frota el cuerpo con ella, suaviza la piel, elimina los insectos pediculares. Flexibiliza el cabello, le hace crecer, le concede brillo y belleza. Empleado como colirio esclarece la vista. Como dentífrico mantiene las encías sanas y conserva los dientes limpios y netos. La miel es alimento con los alimentos, bebida con las bebidas, y medicamento con los medicamentos.
Tomada en ayunas lava y expulsa las suciedades estomacales, disipa los desórdenes o molestias hepáticas, así como las molestias de la vesícula. De las cosas que puede consumir el hombre, ninguna es superior a la miel.
El médico ‘Abdu-l-Laṭîf ha dicho esto: “En la mayor parte de las enfermedades, la miel es preferible y superior al azúcar, porque la miel es aperitiva, limpia, disuelve, porque favorece las grandes secreciones y lava. Los efectos producidos por el azúcar son de mediocre valor; suelta el estómago, resultado que no produce la miel. No obstante, el azúcar es superior a la miel en esto, a saber, que es menos dulce y menos activa. Médicos del Magreb han tratado sobre las cualidades de la miel y su superioridad con respecto al azúcar.”
El Profeta bebía en ayunas un vaso de hidromiel (agua mezclada con miel)[8]. ¡Enseñanza ejemplar esta como higiene de conservación! Por lo demás, el profeta seguía sus prácticas habituales para conservarse en buena salud. Así, el bebía agua en la que hacía macerar pasas y dátiles secos, y ayudaba con ello a la nutrición; usaba perfumes, se hacía unciones, empleaba el kuḥul, visitaba a sus mujeres. ¡Excelente modo de vida! ¡Excelente y dulce existencia!
“Buscad – decía – las dos curaciones, los dos bienestares…”. Por ello, quería indicar la medicina de los hombres y la medicina de Dios, los agentes físicos y los agentes morales, los perfumes del cuerpo y los del alma, las cosas de la tierra y las cosas del cielo. ¡Admirable conducta! El no se limitaba únicamente a meditar sobre el Corán; no se abstenía de movimiento y de acción, pero el recomendaba hacer, tanto como se pudiera, lo que le había sido ordenado de hacer; se ocupaba siempre de lo que le era necesario, pedía perdón a Dios, así como el éxito en lo que deseaba. Tal y como hace el agricultor quien cava el surco en la tierra, deposita en él la semilla, y después adora humildemente al Creador, le suplica alejar de su tierra cualquier contratiempo y accidente, le pide agua para regar la tierra; y después se abandona a la bondad siempre atenta de la Providencia, siempre recurriendo a lo que la prudencia humana puede prever, a fin de obtener el éxito y el bien y alejarse de los reveses y del mal. Ciertos doctores de la Ley han proclamado que el Profeta por estas palabras: “Buscad las dos curaciones”, había querido decir que Dios ha establecido el Corán como medio de curación de las dudas e incertidumbres del corazón.
[1] Al Bujarî y Muslim.
[2] Qâdî ‘Iyad Ibn Mûsâ Ibn ‘Amr al Yaḥsubî A-s-Sabti (476-544 H) fue una de las más ilustres figuras de la escuela maliki en el Occidente musulmán. Su tiempo concuerda con el de la dinastía almorávide (morabitum), a la cual estuvo sólidamente ligado durante toda su vida. Tuvo una centena de maestros andaluces a quienes destinó su “gunya”. Entre ellos figuran Ibn Ḥamdu, Abu Bakr Ibn al ‘Arabî (543H) así como ‘Abu ‘Alî A-ṣ-Ṣadafî (514H). Malikita, activista, representó en Ceuta el alma de la oposición a los Almohades. Después del triunfo de éstos, se marchó a residir en Marrakech donde falleció.
[3] Ibn Maŷah.
[4] Ibn Maŷah, Al Ḥâkim, confirmado por A-d-Dahabî.
[5] Al Bujarî, Muslim, Ibn Abî Šayba, A-ṭ-Ṭahawî, Abu Ya’lâ, al Bayhaqi y Al Bagawî.
[6] Ibn Maŷah.
[7] Se trata de los remedios preparados mezclando los polvos en la miel.
[8] Al Bujarî y otros.