Por qué los sufis siempre se separaron del poder
A-s-salam alaykum – La paz sobre vosotros
« Innâ li-l-Lâhi wa ‘innâ ‘ilaihi raŷiˤun » – En verdad somos de Allâh y al El hemos de volver”.
Esta frase se utiliza, según nos indica la Sunna, o costumbre del Profeta – sobre él la plegaria y la paz –, para ser exclamada en caso del fallecimiento de una persona. No obstante, la frase en sí, nos muestra una gran enseñanza; y ésta cobra vida cuando reflexionamos sobre el origen y el final de nuestras vidas, siendo éste último el “volver” que encontramos en la frase misma.
Efectivamente, el término “volver” indica en él mismo un retorno al origen, al lugar de donde procedemos. El hecho de ser de Allâh, y de que Él sea nuestra procedencia, y luego más tarde “volver” a Él, no implica, de ninguna de las maneras, que en algún momento de nuestras vidas nos hayamos encontrado lejos de Él. Al contrario, esta frase resulta ser una advertencia a todos aquellos que, dejándose llevar por sus percepciones sensoriales, así como por sus pensamientos, viven en la ilusión de que dejaron a Allâh para regresar a El más tarde. Pero, en realidad, nadie dejó a Allâh, sino que dejó Al Azal, el mundo en el cual estaban las almas después de su creación en tiempos de Adam – sobre él la paz -, esperando su nacimiento. En este mundo se percibía a Allâh, lo cual muestra el Corán diciendo que cuando nuestras almas fueron interrogadas por El con “¿Acaso no soy Yo vuestro Señor?” – ‘A lastu birabbikum – ellas respondieron afirmativamente con “Bala’ – Sí”. Esto demuestra que nuestras almas Le reconocían, y de ahí que Le pudieran contestar.
Algunos se preguntarán porqué la mayoría de los ‘awliyya (los amigos de Allâh), que practicaban el Tasawwuf, vivían separados del poder temporal, hasta el punto de huir de él como se huye de una plaga. El mismo Abu Hamid Gazali, quien gozaba de la estima de los sultanes de su época, nunca quiso aproximarse al poder; esto mismo ocurría con Hassan Basri, Zawban y Sufyan Zawri en tiempos del controvertido jalifa Harun A-r-Rašid. Por no hablar de aquél sultán de Balj, Ibrâhîm Ben Adham, a quien hubo de venir el mismo Jadir a recriminarle diciendo que no se busca a Allâh, ni en el trono, ni en los palacios.
Algunos, acertadamente, podrán argumentar que grandes ‘awliya ejercieron el poder. Ciertamente existieron awliyya reyes, sultanes y qadis (quda’); ahora bien, esto fue por una imposición Divina, cuando Allâh quiso que se enmendaran los gobiernos, poniendo en el lugar de mando hombres de una gran entidad. Este fue el caso de Salahu-d-Din Aŷubi (conocido por Saladino), de Umar Ibn ˤAbdi-l-ˤAziz, de probablemente ˤAbderrahman Dajil (Abderrahman I), de Mawlay Idriss de Marruecos, el Qadi Iyyad y algunos más. Pero esto no ha sido la costumbre, sino la excepción.
Efectivamente, Allâh ha querido que los hombres de espíritu vivan, actúen y guíen lejos de los quehaceres propios al poder político, creando a su vez, personas destinadas a ejercer éste último, a quienes Él ha examinado mediante su proceder, su bien o mal hacer.
En una época en la que el Tasawwuf era seguido por millares de aspirantes al conocimiento, un šayj no podía simultáneamente ejercer un poder y guiar a los discípulos. Es más, la disciplina espiritual exigía vivir separado de un mundo en el que los engaños, las astucias, los cálculos, los planes formaban parte de una disciplina, la política, buscada por gentes ambiciosas y ávidas de poder mundanal. Un buscador de la verdad, aunque fuera justo, podía contaminarse en estos ambientes, o al menos los quehaceres, idas y venidas e intrigas, podrían distraerle de su objetivo principal, por muy honesto e íntegro que fuera él y su entorno.
Es así, que ha sido y es, que quien busque la Ciencia del Interior (ˤIlmu-l-Batin) ha de quedar al margen de los asuntos políticos, a no ser, que Allâh le haya elegido para eso; siendo entonces una herramienta útil para reformar las costumbres de la sociedad y refundar las ruinas de lo que debió ser y no fue.
El poder temporal genera, de manera natural, orgullo, ansia de grandeza y una falsa seguridad. Asimismo roba la atención que debe estar continuamente concentrada en los problemas materiales, ya sean propios o ajenos.
Mientras, el trabajo espiritual para acceder al conocimiento, entra en un ámbito interno en el cual el aspirante debe conocer cuáles son sus tendencias internas para así educarse, y, encontrando la paz interior, poder acceder al mundo de los conocimientos; de unos conocimientos que son inmensamente superiores a los que se puede acceder por el estudio o ejerciendo una carrera política. Esa quietud es necesaria hasta que al fin, volviendo a la frase del Corán por el que comienza este escrito, “se vuelva a Allâh”.
Cuando estamos en la playa, o en la orilla del mar, podemos constatar que si hace viento, o el mar no está en calma, no podemos ver el fondo, aunque éste de encuentre relativamente cercano a la superficie. Pero cuando el viento y el mar están en calma, y además luce el Sol, entonces veremos el fondo y lo que en su lecho se encuentra. Es así al alma, necesita Paz para poder ver las realidades que en el fondo de nosotros mismos, se encuentran ocultas a aquellos cuya alma se encuentra en estado de agitación; cuya alma no ha llegado al Salam, y no es mutma’inna (aceptada y aceptable) por su Señor.
Y Allâh sabe más.