Los pilares de la Sunna

A-s-salamu ˤalaykum – Sobre vosotros la paz

Hermanos/as:

Cuando el Profeta – sobre él la plegaria y la paz – ascendió a los cielos hasta encontrarse solamente a la distancia de dos tiros de arco con respecto de Allâh; y allí, como dice el Corán, vio de los signos de su Señor uno de los mayores, fue, sí hermanos, fue para que nosotros le siguiéramos.

Cuando en el Corán se dice que Muḥammad no ha sido creado sino como una misericordia para los mundos, es para que nosotros lo imitemos.

Nunca podremos llegar, sin duda, a la excelencia a la que ha llegado el Imâm de los Enviados y de toda la Humanidad; pero si podemos seguir sus pasos, llegando a aquél límite que nos corresponde por decisión divina.

Perdidos estamos si no comprendemos esto y solamente imitamos la barba del Profeta, el atuendo de ˤAiša y de Fatima Zahra – que Allâh esté satisfecho de ambas -.

Cada uno mira aquello que refleja lo que tiene en su interior. Si una persona ama a Allâh, de manera inexorable querrá hacer miˤraŷ como el Profeta, y será, de manera natural, una misericordia y un bien para aquellos sobre los cuales guarda responsabilidad.

No, hermanos/as, el Miˤraŷ no es solamente para Muḥammad – sobre él la plegaria y la paz -, y esto lo prueba claramente el hecho de que el Ruh de los saliḥin ha ascendido hasta los pies del trono; ya sea durante el sueño o durante una visión real y certera. Esto son cosas de Allâh, limitémonos a lo nuestro y no entremos en lo que no nos concierne. Ello nos hará bien.

Ser muhammadis es ser misericordiosos, así como contar con una aspiración elevada. No olvidemos que aquellos quienes suben por los siete cielos con su Ruh traen buenas nuevas para los creyentes y musulmanes.

Partiremos la luna en dos mitades si somos capaces de enseñar a otros para que sigan la buena vía, pues esto último es un milagro mayor aún que el que le precede.

Derribaremos al Hubal que se encuentra dentro de la Ka’aba de nuestro corazón, si arrancamos de él los vicios que nos separan de la visión de la Verdad.

Emigraremos por amor a Allâh y a Su Profeta, buscando la ciencia y la excelencia en el conocimiento de la religión.

Entraremos en Madina si logramos formar un grupo de Ansar que defiendan la religión y al Profeta de Allâh.

Lucharemos en Badr, si en los avatares y reveses de la vida nos encontramos firmes, aún a pesar de que las olas del mar embravecido amenacen con hundirnos la nave.

Seremos verídicos, si hacemos frente a los Abu Amir el monje y los Musayllima de estos tiempos, que buscan destruir lo que el Corán y la Sunna han construido.

Seremos perseguidos por los politeístas, los hipócritas y los descreídos; pues los seres de la oscuridad no pueden soportar la luz que emana de los corazones sinceros.

Seremos fieles a nuestros pactos, al igual que el Profeta lo fue respetando el de Hudaybiyya que tan malo parecía ser para los musulmanes.

Separaremos el bien del mal, tal y como, siguiendo la Sunna, hacía Umar Ibn al Jattab – que Allâh esté satisfecho de él-.

Nos llamarán siddiq, como fue llamado Abu Bakr, cuando demos testimonio de que las palabras del Profeta proceden de la fuente Divina, pues él estaba en todo momento inspirado por Allâh.

Amaremos al Profeta – sobre él la plegaria y la paz – más que a nuestras familias y pertenencias, e incluso que a nosotros mismos, pues el es la puerta ineludible de Allâh, el sirat al mustaquim que nos lleva a la presencia del Creador, Soberano Todo Poderoso y Eternos.

Esta es la Sunna, no la barba, ni el hijab, ni el perfume, ni raparse de una u otra forma, ni vestirse. Esto último son solamente los flecos de la Sunna. Y no habría flecos sino hubiera un tejido sólido que los soportara y los diera razón para existir.

Os hemos dicho la esencia de la Sunna, sin olvidar uno de sus elementos más importantes que es dar de aquello de lo que andemos escasos. Este es un gran secreto que solamente puede conocerlo el que lo practica.