Los olvidados
Los olvidados
El exceso de información produce una ignorancia generalizada. La propaganda engendra seres irreales con caretas humanas. El bombardeo publicitario de los medios informativos y de influencia condiciona de tal manera que nadie piensa en otra cosa que en lo que ellos proponen.
La gente toma como importante lo que se les presenta como tal, no lo que realmente lo es. Llegados a este punto no tiene ningún sentido que haya establecido sistema autoritario alguno, ya que, en realidad, la autoridad se ejerce en forma de persuasión. Tanta y tamaña es esta persuasión que unos controlan a otros a fin de no dejarles salir de esos parámetros establecidos de antemano desde los laboratorios de las ideas.
Quien tiene el dinero manda. Es tan fácil para estos personajes inculcar ideas como respirar. La población está entregada; el auditorio rompe en aplausos incluso antes de que haya comenzado la esperpéntica función. Previamente a ello las ideas les habían sido inculcadas por vía intracraneal.
En el mundo del Islam
Los parámetros que acabamos de mencionar han sido copiados y escaneados. Los falsos profetas de un Islam mediatizado por el dinero inundan el mercado con consignas puritanas encaminadas a crear mentes infantiles y fácilmente domesticables.
Las ideas y los conceptos pueriles inundan las mezquitas, los centros, las redes sociales, las webs. Un nuevo Islam, ni tan siquiera válido para niños, ha inundado los corazones y las mentes de tantos y tantos.
Se enseña, lo que ellos llaman Islâm, a modo de catecismos. De extraña manera, se concede importancia a temas secundarios mientras que se obvia lo importante. Se busca convertir a cada musulmán en un soldado robot del sistema; en un miembro teledirigido, entregado; un elemento manipulable y desprovisto de personalidad propia. Dicho de otra manera, se quiere convertir a los musulmanes en esclavos. Todo ello mediante los consiguientes lavados de cerebro que les pongan en manos de un siniestro poder. Este poder extrae sus consignas de aquel arte perverso enseñado por Harut y Marut.
Gentes sin valor pasan por importantes
De esta manera, gentes sin valor alguno, gentes de corazones muertos y ambiciosos, pasan por sabios. Lo hacen solamente porque el siniestro poder les alimenta y les hace crecer. Pasan por importantes porque, como hemos dicho, la gente está previamente entregada y el auditorio aplaude antes de que comience la función.
La propaganda subliminal ha triunfado. La religión se ha convertido en pequeños catecismos destinados a controlar a la gente. El musulmán ya no es sabio, ni es necesario que lo sea; es un ser entregado, manipulable, dirigible, influenciable, desprovisto de cerebro y coartado de aspirar a nobles ideales.
Ya no es importante ser íntegro, bueno, misericordioso, honesto; ¡no, eso ya no tiene valor; está anticuado! Lo importante es saber cómo cortarse el pelo, las uñas, qué vestido ponerse y cuando, tatarear las consignas de monosabio de turno. El flautista de Hamelin ya tiene su tropa de niños a los que llevar a la desgracia.
Se magnifica a estos falsos sabios casi como si fueran dioses, y a veces no tan casi. Las palabras de Fulano son dadas como principios a seguir. Las consignas son torpes, feas, faltas de sustancia. Otras veces, son como los de aquella voz que tanto el Corán detesta como para decir que es la más desagradable de todas.
La inteligencia, la sagacidad y el arte del pensamiento han desaparecido
Esta esperpéntica situación ha engendrado a gentes sin objetivos, sin finalidad, sin metas en su vida religiosa. Han delegado sus objetivos y metas en las manos de personajes incapaces, sin valor, sin escrúpulos, quienes se presentan como salvadores con los bolsillos repletos de las prebendas obtenidas por haber vendido sus almas al poder; a un poder oscuro, tenebroso.
Las gentes de Allâh son los olvidados
Las gentes de Allâh no acuden al mismo mercado que los mentirosos y los codiciosos. El mercado de las piedras preciosas, del oro, no transita por el mismo espacio que el del pescado, la carne, la fruta y la verdura. El oro no es como el hierro oxidado, ni es como el plomo. El oro posee un valor que no se rebaja al de los metales más viles.
Las casas no se construyen sobre arenales o lodazales, sino sobre terrenos sólidos y seguros.
Por otro lado, las gentes de Allâh no tienen necesidad de nadie; por ello no se sienten impelidos a salir y darse a valer; no lo necesitan. Las gentes no comprenden que tienen que ser ellos los que se activen, los que tienen que buscar a aquellos que realmente les pueden enseñar, los solos que les pueden educar.
Pero casi nadie sabe lo que quiere porque la mayoría han sido despojados de sus voluntades; han sido poseídos por los reyes de la codicia quienes infunden odio en sus corazones contra la gente de Allâh.
No creáis que los hombres de Allâh sueñen con que les sigan las gentes.
¡No podéis imaginar la gran molestia que les produciría soportar a gentes que les vienen con preguntas infantiles, con ideas preconcebidas que traen de fuera, queriendo imponer sus criterios delante de otros que, agraciados por el Misericordioso deberían ser seguidos y considerados!
¡Qué descanso encuentran las gentes de Allâh en la soledad! ¡Qué maravilla no estar asediado mañana, tarde y noche!
Hoy se escucha al ignorante y se desdeña al sabio. Y ello porque nadie sabe lo que es la Sabiduría.
Hoy, ya se muere antes de haber vivido.
Nuestro santo profeta – sobre él la plegaria y la paz – dijo:
“La verdadera riqueza es la del alma”
El Islâm comenzó como un extraño y hoy de nuevo ya lo es.
Abdul Karim Mullor