Los desahuciados – los apartados – los infelices
Los desahuciados – los apartados
Hemos conocido a muchos hermanos que han dado su confianza a personajes quienes únicamente les han tomado como animadores de relleno para proponerse en público como guías, cuando en realidad no buscaban otra cosa que su beneficio personal y la fama. Estos, ávidos de popularidad y poder, han hecho de los más ambiciosos de sus súbditos sus manos derechas; y para protegerse de otros quienes les pudieran descubrir, se han parapetado detrás de estos sus incondicionales. Como para mantener toda esta organización hace falta una buena cantidad de bienes económicos, entonces se han procurado financiación, en unas cantidades tales que se encuentran fuera del alcance de cualquier persona o grupo de personas de economías modestas o medias.
Es entonces que, siguiendo la pista del dinero podremos ver quién es el que está detrás de cada organización, y, por consecuencia, quien es el que mueve los hilos. Resulta de ello que un dinero obtenido en la consecución de un fin innoble es dinero del haram, tanto en su origen como en su utilización.
Ahora bien, hay gentes que habiendo sido tomados como relleno en ese grupo despiertan y se sacuden el letargo en el que se encontraban sus espíritus. Han sido acosados, ninguneados, espiados por sus propios compañeros, se ha entrado en las intimidades de sus hogares, se les ha manipulado hasta el punto de herirles en lo más sagrado de su dignidad, y puede que incluso se le hayan sustraído sus bienes, todo ello para renombre y gloria de aquel quien, haciéndose pasar por maestro, les ha ultrajado, bajo la excusa de que esto es necesario para educar su alma y que el maestro lo hace por su bien.
Quienquiera que lleve las armas contra nosotros no es uno de nosotros, y quien nos engaña no es uno de nosotros». (Sahih Muslim)
Algunos, gracias a Allâh, abandonan estos grupos. Pero al final se quedan paralizados, pensando que todos son unos manipuladores, que no queda bien alguno en este mundo; incluso caen en una fuerte depresión pensando que no son nadie, que son descalificados para la vida espiritual y para el Islâm. He visto algunos de estos abandonar el Islâm, y a otros totalmente abatidos en sus hogares sin saber qué hacer de sus vidas. Les han sustraído la vitalidad, les han usurpado la confianza en sus posibilidades, su sentido del propio honor, sus vocaciones, sus ganas de vivir y trabajar para fines nobles. Tienen la sensación de haber perdido sus vidas sin que estas vayan a acabar, sin que se encuentren en el final de ellas.
Cuando los encuentras lloras en tu interior, “se te cae el alma a los pies” viendo su estado, del que no sabes si podrán salir un día, o no podrán.
Cuando los hermanos/as se encuentran abatidos, cuando experimentan la sensación de haber sido engañados por aquellos en quienes habían puesto su confianza y su esperanza; y además observas que no encuentran a nadie donde apoyarse, ningún grupo de hermanos que les apoye y se haga cargo de ellos, entonces has comprendido lo grave de la situación.
Caen sumidos en la desesperanza, se dejan ir; con suerte seguirán practicando sus plegarias y ayunos, y aún en ese caso, los verás apagados, como velas a punto de consumirse.
Sentirán que no tienen amigos, sufrirán por la indiferencia, y si ya, ellos mismos perdieron su autoestima, pensarán entonces que son tan negados que no interesan a nadie, que nadie les quiere.
Quisieron ser y no fueron, y puede que ya se les hayan pasado los anhelos de ser. Esta es, hermanos/as, una de las tristes consecuencias del engaño, de la manipulación, que, tantas y tantas veces se da entre los grupos de aquellos que dicen representar al Islâm, y que en realidad son plataformas para servir a unos pocos, cuando no a políticas globales que nada han de ver con la religión.
¿Qué hacer entonces para ayudar a estos hermanos/as necesitados, cuando nuestras manos no pueden abarcar sino un pequeño grupo de personas; habiendo tantos y tantos que nos necesitan? Si se pudiera ver nuestro interior, si se pudieran auscultar nuestros sentimientos, se nos vería llorar de pena, de impotencia, de nuestra dificultad para poder llegar a tanta y tanta gente.
Allâh ama la tristeza, pero detesta la desesperación. Nuestra tristeza a veces toma forma de “grito en el desierto”, llamando a los hermanos/as a no dejarse embaucar, a no dejarse engañar, porque, al cabo de los años serán como estos a los que acabamos de describir. Y nosotros habremos avisado en balde. Y al final nos veremos aquejados de la doble tristeza de verles en ese estado y además de haber sido impotentes por ayudarles.
Es cierto que en la maleza de la vida pocos se paran a reflexionar sobre su camino. Se sigue, en la mayoría de las ocasiones sin pensar, sin reflexionar sobre nuestros pasos. Si uno no sabe “parar el tiempo” a fin de auto examinarse y de observar cuanto le rodea, al final paga por su apresuramiento. Hoy ríe, mañana llorará, y nosotros lloraremos por él.
Es entonces que Allâh nos basta (kafa bihi) y que comprendemos que no somos los dueños del Destino, sino trabajadores para el Ajira, pasajeros del mundo con destino en la Otra Vida.