Los agujeros negros

Los agujeros negros

Todos sabemos qué es lo que se designa por agujeros negros en astronomía. Resumiendo mucho, se trata de un lugar en el espacio provisto de una gran masa en su interior con una gran capacidad absorbente. Pongamos pues que se trata de una “referencia espacial”; uno de los múltiples centros gravitatorios que se presentan en el espacio.

Por otra parte, y aunque parezca que nada ha de ver una cosa con la otra, en Psicología, el término “subconsciente” ha sido definido por su creador como ese lugar donde la mente guarda sus trastos. Aunque, a decir verdad, creo que el señor Freud lo inventó para almacenar en él todo cuanto él no sabía explicar de la mente humana, que era mucho. Creó pues, este austriaco seguramente abonado a rituales satanistas, una especie de agujero negro absorbente y a la vez provisto de una fuerza centrífuga que se manifestaba vagamente en la consciencia. Considero que ahora podréis ver la similitud.

La Psicología como ciencia separada de la Filosofía se escindió en los albores del Siglo XIX, coincidiendo curiosamente con la entrada del masón Napoleón en Egipto y su captación en aquel país de espíritus oscuros para introducirse en su masonería, creando así una especie de oficina islámica en el seno de la sociedad del compás y de la escuadra.

Masonería egipcia

El ideario masón concretizado políticamente en Francia a través de una pretendida revolución popular, necesitaba extenderse al mundo. Y eso lo demostró aquel señor de poca talla y de gran ambición, invadiendo Egipto antes de que toda Europa callera bajo su poder. ¿Por qué no esperó a tener Europa para ir más lejos? Seguramente, esto entra en correspondencia directa con la Historia de aquellos templarios que fueron expulsados por el califato turco en los albores del Siglo XV.

Ya, en Arabia Saudita, Inglaterra, había creado su propio agujero negro en la región del Naŷd, la cual fue maldita por el Profeta – sobre él la plegaria y la paz – como podemos ver en los hadices que más de una vez hemos presentado al efecto.

¿Por qué Egipto, tan lejos de Francia y no directamente Argelia o Marruecos, mucho más cerca geográficamente? La razón era que en estos dos últimos países aún planeaba un espíritu religioso muy arraigado, lo mismo que en ellos existía un gran número de sabios de la religión y del Sufismo.

Pero Egipto era otra cosa; en ese país el número de cristianos era elevadísimo, y estos, convenientemente gratificados, junto con la inapreciable ayuda del clientelismo de algunos musulmanes, podrían iniciar un cambio en el Islam paralelo al que el nefasto Muḥammad Ibn ˤAbdil Wahhab había iniciado en Arabia 70 años antes. Es así que en este país, una vez que Napoleón fue derrotado y entraron en él los ingleses, llegó a crearse una oficina en la que se registraban nuevas tariqats sufís que no eran otra cosa que tapaderas para la práctica masónica bajo una apariencia piadosa.

Retornando a la Psicología, la que ha querido hacerse pasar por la Ciencia del Pensamiento y del Alma; ella servía desde entonces al plan mundial diseñado por los nuevos templarios de la escuadra y el compás.

Ahí estaba esta ciencia para desmitificar la procedencia celeste del Ser humano y así ayudar a renovar el concepto de Hombre que hasta entonces persistía en gran parte de la población mundial. Había que separar al Hombre de Dios, y para eso estaba la Psicología.

Sabiendo que la Realidad no se podía reducir a la Consciencia, se creó el concepto de Subconsciente a fin de tratar de explicar todo lo que no podía salir al exterior en el dominio de los sentidos y del pensamiento. Clasificándolo y dándole un nombre, de esta manera se aseguraban de que nadie intentaría entrar en áreas en las que la consciencia no se encontraba presente. Si bien Froid poco hizo por ocultar sus actividades y pensamientos satánicos, sus continuadores y contradictores tampoco escapaban de esta actividad siniestra salvo en el caso de Jung, quien, intentando librarse de esta lacra del pensamiento, de esta corriente morbosa que ofrecía explicaciones oscuras de una realidad inalcanzable, intentó, por decirlo de alguna manera, explicar que existía un supra consciente espiritual, siempre bajo premisas personalistas, hay que decirlo, bebiendo de fuentes orientalistas y no propiamente espirituales como tal.

Y esta ciencia (por llamarlo de alguna manera) tuvo éxito gracias a que sus primeros pacientes fueron gentes de la nobleza y más tarde de la clase media alta, quienes, junto a los políticos de turno, la pusieron en el pedestal que desde las sedes de la escuadra y el compás se le exigía.

Otra vez aquellos Harut y Marut, que desde Babilonia no han dejado de hacer de las suyas. Otra vez los dos agujeros negros; negros como la oscuridad que ofrecen; negros como la manipulación que a través de los siglos han ejercido sobre los seres humanos, a veces mediante la fuerza bruta, otras mediante la persuasión.