Las siete piedras

Abdul Karim Mullor

Las siete piedras al diablo

En el Nombre de Allâh el Todo Misericordioso el que Extiende Su Misericordia

Siete son ni una de más ni una de menos, siete, las piedras que sayyidinâ Ibrâhîm – sobre él la paz – hubo de arrojar a Iblis para que auyentarle de su camino, cuando argumentando una y otra vez trataba de hacerle desistir del cumplimiento de la Orden divina de sacrificar a su hijo. El hecho de que el número de piedras fueran siete nos hace considerar que ese mismo número es el mismo en el que se recorre la distancia entre Safa’ y Marwa y el mismo en el que se dan las vueltas del Tawaf alrededor de la Ka’aba.

Si queremos apedrear al chaytan hemos de saber lo que estamos haciendo; y si lo hacemos siete veces hemos de considerar que este enemigo de Allâh seguramente ha de tener siete clases de dotes de persuasión.

La primera piedra – La retórica

Cuando Allâh Altísimo creó a nuestro padre Adam – sobre él la paz – y ordenó a los ángeles postrarse ante él, Iblis no quiso, argumentando que Allâh le había creado de una naturaleza más noble (el fuego) que la de Adam (el agua y la arcilla). ¿Cómo entonces una naturaleza más noble podría postrarse ante un ser de otra más baja?

Se dice que este argumento es el primero establecido por la ciencia de la Analogía (Qiyas). Esta retórica diablesca tendente a confundir es la muestra inequívoca que lo que más ama Iblis es mezclar la mentira con la Verdad. Es precisamente en el mundo de los argumentos retóricos que el chaytan engaña a las gentes.

Muchos oradores actuales de turbante, jilaba y barba utilizan este método para atraer a los que no saben a su secta mediante sus falsos argumentos nacidos de lo más profundo de un corazón dominado por aquel quien no quiso postrarse ante Adam.

Dijo: ¿Qué te impide postrarte habiéndotelo ordenado?
Contestó: Yo soy mejor que él; a mí me creaste de fuego, mientras que a él lo has creado de barro
. (7-12)

La segunda piedra – La envidia

Dijo: Puesto que me has extraviado, yo les haré difícil Tu camino recto.
Después los abordaré por delante y por detrás, por la derecha y por la izquierda y a la mayor parte de ellos no los encontrarás agradecidos.
(7-17)

Efectivamente, el enemigo de Allâh es también el nuestro. La envidia por los hijos de Adam, por el estatus que podemos llegar a tener si Le obedecemos; por eso, él trata por todos los medios de hacernos fracasar en nuestros intentos de hacer el bien. Mediante la estratagema de la retórica (primera piedra) trata de apartarnos del Camino recto por la envidia (segunda piedra). De la misma manera los aliados humanos del diablo intentan separarnos del camino de la Verdad por la envidia de no poder ver a alguien a quienes Allâh haya agraciado más que a ellos. Yussuf – sobre él la paz – y sus hermanos son un ejemplo claro de esto.

Actualmente los hermanos de Yussuf han copado el lugar que por derecho le pertenece a su hermano, por envidia. Nuestra religión está repleta de hermanos cananeos y de pocos Yussuf que son ultrajados y menospreciados. ¿Por qué? Por envidia (segunda piedra).

Tercera piedra – La soberbia

No pueden creer ni aceptar, tanto Iblis como sus aliados que haya alguien con mayor conocimiento, con mejores habilidades, con mayor perspicacia y una inteligencia superior. Ellos siempre han de ser los mejores, pudiendo llegar a utilizar la fuerza si fuera necesaria para mostrarse al mundo como las referencias necesaria; tanto en el dominio de la religión como en cualquier otro susceptible de que uno pueda ser reconocido o vitoreado por las masas.

Tantos y tantos, falsos sabios, que se anuncian en bellas fotos, acicalados cual figuras de museos, adornados con complementos para convencer a los débiles de mente y de voluntad. Actualmente estos aliados del enemigo de Allâh dispensan cantidades enormes de dinero para presentarse ante el público, mientras tanto en sus casas como en sus países los otros musulmanes trabajan como esclavos por sueldos de miseria.

Cuarta piedra – La ira

Has de saber que el enemigo de Allâh se puede dejar llevar por la ira, no solamente inspirársela a otros, sino sufrirla él. Esto lo demuestra que su naturaleza es el fuego y que este tiene como característica devorar todo a su paso, crepitando cuando encuentra alimento que devorar.

Por eso cuando le preguntaron al Profeta – sobre él la plegaria y la paz – sobre un consejo útil, él decía: “No te encolerices” “La cólera es chaytan”

De Abu Huraira, Allâh esté satisfecho de él, que un hombre dijo al Profeta, sobre él la plegaria y la paz de:
“Aconséjame algo para esta vida. Dijo: ‘¡No te encolerices!’
Se lo volvió a preguntar varias veces y le dijo lo mismo: ‘¡No te encolerices!’.”

La quinta piedra – La rebelión

Ella fue la que echó a Iblis de la proximidad de Allâh y ella es la que él – lapidado sea – propone una y otra vez a aquellos quienes les quieran oír. Cambiar el buen orden, porque el orden es aburrido y cansado. La rebelión consiste en dar rienda suelta a una voluntad contraria a la Voluntad divina soberana. El diablo atrae con ella, prometiendo a sus aliados que es esa precisamente la libertad, que es un derecho inalienable que Allâh les ha concedido como seres humanos, y que como tales pueden realizar cualquier cosa que les pueda venir a sus mentes y almas.

Es precisamente la rebelión contra las Órdenes divinas, traducida en injusticia y opresión de los ricos sobre los pobres, la que gobierna un mundo en el que las personas honestas se sienten cada día más extranjeras y menos representadas.

El Shaytán les susurró, por lo que se les hizo manifiesto lo que estaba oculto de sus vergüenzas, diciéndoles: Vuestro Señor os ha prohibido este árbol sólo para evitar que seáis ángeles o que no muráis nunca.
Les aseguró jurándoles: Realmente soy un consejero para vosotros.
Y los sedujo con engaños, Y una vez hubieron probado del árbol, se les hicieron manifiestas sus vergüenzas y comenzaron a cubrirlas con hojas del Jardín. Entonces su Señor les llamó: ¿No os había prohibido ese árbol y os había dicho que el Shaytán era para vosotros un enemigo declarado?
Dijeron: ¡Señor nuestro! Hemos sido injustos con nosotros mismos y si no nos perdonas y no tienes misericordia de nosotros, estaremos entre los perdidos.
(7 – 20 a 23)

La sexta piedra – El odio

El odio puede estar generado por la envidia, pero asimismo por la simple aversión hacia una persona o grupos de personas a las que uno considera desdeñables o despreciables. El odio no es una constatación o valoración negativa de una o varias personas, la cual podría ser verídica o no, según nuestra sinceridad al establecer dicha valoración. El odio consiste en un paso más, consiste en desear el mal de los otros. Un sentimiento negro que entronca con el deseo chaytani de ver al Ser humano en lo más bajo de las llamas del Infierno.

Es una implicación personal tan grave que actúa ennegreciendo el corazón de quien lo tiene. Es un fuego negro que todo lo devora, es un Infierno en esta tierra.

Es lo que Abu Lahab y Abu Ŷahil sentían por el Profeta – sobre él la plegaria y la paz – y el Sanedrín por sayyidinâ ‘Isâ – sobre él la paz –.

Vosotros, bien que les amáis, pero ellos no os aman. Vosotros creéis en toda la Escritura… Ellos, cuando os encuentran, dicen: «¡Creemos!», pero, cuando están a solas, se muerden las puntas de los dedos, de rabia contra vosotros. Di: «¡Morid de rabia!» Alâh sabe bien lo que encierran los pechos. (3-119)

La séptima piedra –  La lujuria

Una enfermedad representada en el Corán en un personaje como Qarun, aquél quien construyó el becerro de oro que fue destruido por el propio Mûsâ – sobre él la paz -.

Es el darse a los placeres mundanales sin cuenta; a placeres de todo orden que no nos proporcionan otra cosa que disfrutes efímeros, tanto que mueren en el mismo instante que se producen:

Alcohol, drogas, promiscuidad, vicios bajos para gente ten baja como ellos. Olvido de la nobleza con la que ha sido creado en Ser humano, ante el que se postraron los ángeles.

Que en verdad creamos al hombre en la mejor armonía, y luego lo convertimos en uno de los más bajos.
Excepto los que creen y llevan a cabo las acciones de bien, porque ellos tendrán una recompensa que no cesa.
(95 – 4 a 6)

Así pues, cuando vayamos a apedrear al chaytan ya sabemos cómo hacerlo, es decir: privándonos de estos vicios que hemos comentando y ayudando a otros a privarse de ellos.