Las ramas de la Fe – El buen carácter
A-s-salamu alaykum – La paz sobre vosotros
Hace pocos días presentábamos una relación exhaustiva de “Las ramas de la fe”; relación ésta cuyo autor es el prestigioso Imân y recopilador de hadices conocido por Al Bayhaqî (Abu Bakr Aḥmad ibn Ḥuṣayn Ibn ˤAlî Ibn Moussa al-Khosroŷerdî al-Bayhaqî).
Nacido en Bayhaq (Persia) en el año 994 y fallecido en Abril de 1.066, a la edad de 72 años, estudió con el también recopilador de hadices Ḥakim al Nišaburi, cuya colección de hadices “Al-Mustadrak ̣alâ al-Saḥîḥayn” es conocida simplemente por “Ḥakim”, en referencia a su autor.
Autor de Sunan al Kubra, obra también conocida como Sunnan al Bayhaqi, colección de hadices por las cuales es ampliamente conocido, escribió asimismo una serie de obras relativas fundamentalmente al Imân, a la Aqida (doctrina) de Ahlu-s-Sunna (Gente de la Sunna) y a la práctica de la escuela Šafi’ita, a la cual él mismo se encontraba adscrito.
Transmitió Abu Huraira- que Al-láh esté satisfecho de él- que dijo el Profeta Muḥammad, -sobre él la plegaria y la paz -: “El imán (fe) tiene setenta y tantas ramas. La mejor de todas ellas es decir: ‘La ilâha illa-l-Lâh (no hay más dios que Allâh); y la más simple de todas es apartar un obstáculo del camino. Y el pudor también es una rama del Imân.”
“Las ramas de la fe” – Šu’ab al Imân es la obra que da lugar a una lista de más de 70 ramas, que según las palabras del Profeta Muḥammad – sobre él la oración y la paz – tenía la fe del Islâm. En estas 70 ramas se encuentran incluidos los seis pilares del Imân, de obligada creencia para todo musulmán. Asimismo se encuentran las cualidades que ha de tener un verdadero creyente. Os recuerdo que hemos hablado de esto en múltiples ocasiones declarando que el Imân no son solamente sus seis pilares, sino la metodología para limpiar el corazón, recurriendo para ello a todas las ramas que reflejan las virtudes que perfeccionan el carácter, refuerzan la relación con Allâh y despejan la visión de las nubes negras de la ignorancia y de las tormentas de los placeres y pasiones, sean lícitos o no.
Hoy hablaremos de una rama del Imân que Bayhaqi ha relacionado como:
El buen carácter, el control de la ira, el mostrarse afable y con modestia
Primeramente diremos que Umar ‘Ibn al Jattab – que Allâh esté satisfecho de él – solía hacer una súplica que decía textualmente:
Allâhumma ḥassin juluqî – ¡Oh Allâh! Embellece mi carácter. En otras palabras, hazme afable a las gentes.
Umar es recordado por tener un fuerte, quizá áspero, carácter de cara al exterior, pero de corazón tierno y bondadoso. Seguramente, esa ternura interior jugaba en contra de su manifestación externa, ya que él, por bondad, no soportaba que nadie hiciera el mal, perjudicándose de esta manera a sí mismo.
Al ser consciente de esta dicotomía, ‘Umar pedía a Allâh que hiciera aparecer en el exterior los signos de esa ternura, a fin de hacerse asequible al trato. No en vano, Abu Bakr Siddiq – que Allâh esté satisfecho de él –, cuando sugirió que Umar debería ser el jalifa después de él, y habiendo sido interpelado por sus compañeros en el sentido de que Umar era un hombre de trato severo, él hubo de contestar:
“La responsabilidad de la jilafa (el acto de gobernar como jalifa) mejorará su forma de comportarse y le ablandará el carácter”.
Y así fue, tal y como nos cuenta la Historia de sus actos y de sus conquistas durante su mandato; habiéndose llegado incluso a privar de comer carne, de miedo a que un necesitado pudiera venir a echárselo en cara.
Ese buen carácter, que es una de las ramas del Imân no debe impedir que aquel quien deba corregir a otros lo haga. Primeramente debe intentar hacerlo con cortesía y bondad, pero, si se asegura que las acciones de otros pueden perjudicar a terceros o apartarlos de la vía recta, entonces el buen carácter ha de tomar la forma de rotundidad y firmeza. El Santo Profeta – sobre él la plegaria y la paz – sabía responder con firmeza ante situaciones parecidas, tal y como se relata en muchos pasajes de su vida.
Dijo el Profeta – sobre él la plegaria y la paz -:
Las personas más amadas y más cercanas a mí en el día del Juicio final son aquellos que tienen los más excelentes y buenos modales y carácter. Y aquellos más alejados de mis son aquellos que tienen un mal carácter y modales.
El Qadi Iyyad – que Allâh esté satisfecho de él – dijo sobre el buen carácter:
“Significa mezclarse con la gente con una actitud benevolente y alegre, ser amigable y compasivo con los demás, ser paciente y tolerante con ellos en tiempos de dificultades, abstenerse de la arrogancia y de todo maltrato, y evitar la crueldad y el enojo”.
Controlar la ira, o no dejarse llevar por ella, es un trabajo propio de combatientes feroces y aguerridos. Cuando la ira se levanta en el alma de una persona se apodera de su corazón, de su mente y de sus miembros. Es entonces cuando se puede medir el temple de una persona, es decir, cuando se encuentra en lo más álgido, si es capaz de aplacar la ira de inmediato o no. Muchos accesos de ira, por cortos que sean, si no se corrigen, pueden terminar por afearnos el carácter de una manera permanente, al igual que, físicamente, pueden dañar el corazón y predisponerle a un fallo o a una disfunción.
Mostrarse afable y con modestia, Subḥana-l-Lâh, es muy fácil cuando trabajamos para otro y obtenemos un salario suyo; pero cuán difícil es cuando, es al contrario, y somos nosotros los que dirigimos y tenemos capacidad de mando. En ese caso damos la verdadera medida y mostramos como somos en realidad, pues en ese momento es cuando tenemos las riendas en nuestras manos y damos nuestra verdadera imagen; y no solamente al exterior, sino a nosotros mismos, si es que tenemos interés en corregir nuestros numerosos errores y defectos.
Hermanos/as, mejorar el carácter es un trabajo exhaustivo, una labor de todos los días, y no solamente de aquellos en los que nos encontramos alterado o sumamente sensibles. Es una guerra interior que debemos ganar si queremos contar entre aquellos que hacen la Guerra Santa Mayor, y no entre aquellos que solamente evitando el Haram, se creen que van a limpiar el alma.
Es dejar un espacio a la vida de otros cuando entran en contacto con la tuya, es medir con delicadeza tus límites y no dar un paso inundando los terrenos ajenos. Es ser una ayuda, un pilar y una referencia; y si no llegamos a eso, al menos que estemos en el camino de hacerlo.