La violencia social

Por ACEDI – Abdul Karim Mullor

La violencia social

Escribo estas palabras en nombre de la asociación ACEDI en referencia a los hechos acaecidos en las iglesias de Algeciras.

Primeramente, quisiera decir que voy a hablar de manera cuidadosa para que nadie encuentre resquicio alguno en mis palabras, y pueda realizar una interpretación interesada de ellas.

Nuestro sentimiento profundo de bien y de paz para las víctimas de Algeciras.

He de decir que el asesino que irrumpió esta semana en dos iglesias de Algeciras, en ninguna manera hay que identificarle o de aproximarle mental ni verbalmente a la comunidad musulmana. Igualmente, no hemos de considerar a un violador, maltratador o autor de un crimen de género con la comunidad cristiana.

En un caso u otro se trata de seres humanos malvados que cometen un crimen de lesa Humanidad.

Los que conocemos las religiones por haberlas estudiado, y en muchos casos practicado, sabemos que en sus principios doctrinales no se encuentra reflejada violencia de ninguna clase. Sería de Perogrullo extenderse en este punto y dar explicaciones que no vienen al caso.

En el Islam los templos cristianos son sagrados y está terminantemente prohibido dañarlos o apoderarse de ellos. No vamos a entrar, ni queremos hacerlo, en detalles individuales puesto que estamos hablando de los principios.

Cualquier otra interpretación interesada o aviesa de los principios religiosos seguramente no se encuentra avalada por las doctrinas consiguientes.

La violencia social

La violencia social se ha vuelto una plaga. Vemos, un día detrás de otro, reflejada dicha violencia en el ámbito familiar de algunos hogares. Hechos horrendos que todos deploramos dentro de las paredes del hogar. Ansiedad personal, hijos contra padres y viceversa; divorcios múltiples, agresiones verbales en la redes sociales.

Asimismo lo vemos en el mundo educativo. En él se exige a nuestros menores o jóvenes un esfuerzo que la sociedad no les devuelve ni reconoce.

Un ansia de poseer, como dicen mi buen amigo el director de Cáritas Manuel Gestal y mis buenos amigos de la Asociación Idrissi y la ONG Luna Blanca. Poseer en lugar de “ser”. Porque quien se ocupa de formar su “ser” no puede encaminar sus esfuerzos a otra cosa.

El hastío de vivir sin rumbo fijo; la ausencia de ideales nobles y de metas a conseguir.

Una sociedad que abiertamente propugna el consumo irracional, con el que algunos se lucran sin tener cuenta de la rémora psicológica que deja este ansia de tenerlo todo en poco tiempo. Esto último es uno de los grandes culpables.

Toda manifestación supremacista en momentos como estos está de más. Si no se sabe hablar, mejor no hacerlo, cuando con nuestras palabras vamos a provocar enfrentamiento.

Si en lugar de concentrarnos en las víctimas, en tratar de solucionar las causas de la violencia y cómo erradicarla, nos dedicamos a cerrar los ojos o a provocar enfrentamiento verbal ¿qué bien estamos haciendo a la sociedad que decimos representar?

El diálogo intercultural

No se trata de sacrificar principios doctrinales, sino de sentarse, compartir e incluso debatir respetuosamente. Se trata de darse a conocer los unos a los otros. No hay necesidad de que nadie renuncie a sus principios, sino simplemente de llegar a comprender que si no somos hermanos en religión si lo somos en Humanidad. No se trata de “rezar juntos”, sino de dar a conocer nuestros principios a los otros; porque, todo hay que decirlo: no nos conocemos lo suficiente. Y si lo hiciéramos ¡cuántos muros caerían!

Por encima de los intereses particulares, de los eslóganes interesados, ha de encontrarse un grupo de seres humanos que sean conscientes que vivimos en el mismo mundo en el que compartimos sociedad, vida, e incluso intereses.

Estamos para ayudarnos, no para enfrentarnos. Seamos pues una referencia de honestidad y de confianza mutua.