La trampa de la meditación

A-s-salamu ˤalaykum – la paz sobre vosotros

He titulado este escrito “La trampa de la meditación”, y voy a comenzar comentando unas palabras del profeta Isâ – sobre él la paz -:

“No por mucho pensar vais a hacer aumentar de un codo vuestra estatura.”

El Libro sagrado de Allâh dice a todo momento:

‘A fa-lâ taˤqilûn? – ¿Acaso no reflexionaréis?

Estas frases, aparentemente encontradas, tienen todo en común. Pues las primeras, las de Isa, se refieren a los problemas y a las inquietudes de la Dunya y las de Allâh se refieren a la activación de un conocimiento superior cuya sede es el corazón humano, el cual únicamente puede trascender al cerebro y la razón a través de una purificación total y de la sumisión del alma a las Voluntades divinas. No se trata pues de meditar, sino de conocer previamente, y, a raíz de este conocimiento, reflexionar de manera adecuada y acertada. Reflexionar, tal y como lo hicieron los profetas, tal y como hacen e hicieron los hombres agraciados por Allâh, mediante una Ciencia procedente de El Mismo.

Hoy está de moda lo que llaman “la meditación”. Muchos llaman a meditar, utilizando el reclamo de que no hace falta ceñirse a una determinada práctica para activar los resortes de la ciencia escondida dentro del corazón.

Dejadme deciros que esto es una fantasía donde las haya.

Es imposible meditar sobre nada válido cuando nuestra alma se encuentra apegada a sus pasiones, de tal manera que el espejo de nuestro corazón se encuentra repleto del óxido de la ignorancia y de los deseos.

Y yo no digo que mi alma sea inocente pues es cierto que el alma ordena insistentemente el mal, excepto cuando mi Señor tiene misericordia.
Es verdad que mi Señor es Perdonador y Compasivo
. (12-53)

Primeramente debemos practicar la “obediencia” a las prescripciones Divinas, y partiendo de esa premisa acometer todo lo demás. Una vez, esta obediencia se ha arraigado en el corazón y se ha convertido en una parte de nosotros mismos, procedemos a mejorar nuestro carácter e interior por medio de la adquisición de las virtudes del Iman:

Practicar el Istigfar y la Tawba, Sinceridad, Temor reverencial de Allâh o Taqwa, Tawakkaltu ˤala-l-Lâh (remitirse a Allâh), Valentía, Constancia, Generosidad, Desprendimiento, Misericordia, Amor, Pureza…

Es entonces cuando los velos espesos del Ego comienzan a caer y a diluirse. Es entonces, y solamente entonces, que podremos hablar de “meditación”; pero no en el sentido que se le da comúnmente, sino en el de que cuando percibimos un objeto, pasamos por una situación, hacemos y deshacemos, una presencia inteligente dirige nuestros actos sin necesidad de “meditar” sobre nada en absoluto, pues esta facultad, al encontrarse fuera del espacio y del tiempo, es instantánea y presente (en el sentido de presencia); nunca se separa de nosotros y no es necesario hacer esfuerzo mental alguno, porque ya se encuentra ahí; ella es nosotros y nosotros somos ella. A esto el Corán le llama “Yaqin” (certeza). Y esa Certeza no puede ser obtenida sin una purificación previa resultante de la obediencia a las prescripciones de Allâh, de un contacto real con el Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz – , y de realizar el estado de Servidor de Allâh de una manera real, y no de palabra y pensamiento.

“Y adora a tu Señor hasta que te llegue la certeza” (15-99)

En cuanto a la meditación propuesta por acá y por allá: sesiones, técnicas, etc., desde nuestro punto de vista se trata de algo más perjudicial que benéfico. Y esto es, porque al disponernos a abrir nuestro interior a nuevos conocimientos sin una práctica religiosa externa que lo soporte, entonces nos ponemos a disposición de las fuerzas negativas que habitan nuestro interior, de tal manera que ellas pueden llegar a adueñarse de nuestra mente y voluntad al no cumplir con los requisitos de acercamiento a un Señor Todo-Poderoso, que antes de nada nos pide obediencia y sumisión. Con estos actos lo tenebroso puede cobrar vida, y, con el aspecto externo de una persona radiante y plena, puede esconder lo más oscuro que habita el alma del ser humano.

Un hadiz dice que el Šaytan corre por nuestras venas; otro hadiz dice que todos nosotros tenemos un chaytan que nos acosa; ¿cómo pues reconocerlo, ya que, como dice otro hadiz “Lo que más ama el Chaytan es mezclar la mentira con la Verdad?

Dijo: Y tú Samirí, ¿qué tienes que decir?
Dijo: He visto lo que ellos no ven, así que he tomado un puñado de la tierra en la que dejó sus huellas el mensajero y lo he arrojado. Esto es lo que me ha sugerido mi alma.
(20-95 y 96)

Hermanos/as: hay gente como Samiri; son este tipo de gentes los que proponen una meditación sin religión, un conocimiento sin Sharia. Es lo mismo que en Babel enseñaban Harut y Marut, lo cual ha sido el origen de tantas y tantas sectas, entre ellas la conocida Masonería.

No hay meditación, hay conocimiento; y la reflexión propuesta por el Corán, no es producto de la razón ni de la lógica, sino de “un conocimiento procedente de Nos” (18-65), sin el cual no podremos reflexionar, sin el cual no podremos comprender.

Es por eso que el Libro de Allâh se refiere a aquellos quienes lo han obtenido, diciendo:

Preguntad a las gentes del recuerdo si vosotros no sabéis.

Precisamente porque son ellos los que reflexionan, aquellos quienes conociendo la verdad pueden mostrarla a otros.

Y Allâh sabe más.