La pereza y la manera de combatirla

La paz sobre vosotros

La ausencia de ilusión genera desgana. Esto ocurre en cualquier ámbito de la vida cuando realizamos mecánicamente actos a los que no les damos importancia  por lo repetitivos. Las cosas de la vida también generan desgana y aburrimiento. Cumplimos con nuestras obligaciones de manera automática, simplemente por una sencilla razón: No tenemos un panorama, una visión de conjunto y global que nos muestre la verdadera naturaleza de cada una de las vicisitudes que encontramos en nuestra vida. Lo medimos todo por el agrado o el desagrado, y esto nos ciega. Y además de cegarnos, engendra una pereza dentro de nosotros que paraliza nuestras facultades mentales y encubre nuestra inteligencia.

Esto es un problema cuando debemos emprender y actuar en los puntos clave de nuestras vidas: la familia, el trabajo, le religión, las relaciones amistosas o sociales.

Hace poco comentaba con un amigo la inanición, la falta de interés con la que la mayoría de los hermanos musulmanes se toman la religión. Se cumple por obtener una recompensa y por obligación, y terminado esto se sestea y se ubica uno en situaciones de confort tales que no tolera que nada le exija más que lo que él buenamente desee hacer. Cierto, nadie tiene derecho a exigir a otro; ahora bien, si alguien pide unos resultados específicos tendrá que ser consecuente realizando los esfuerzos necesarios.

Hemos conocido una época en la que los musulmanes gastaban el dinero que no tenían en viajes en busca de la Ciencia, de la compañía, del debate, de la vivencia, en unas relaciones que no encontraban apoyo en la comodidad de las redes sociales. Hoy, nos sentamos, leemos y pensamos que con ello ya hemos hecho suficiente. Nos hemos vuelto academicistas, sin darnos cuenta de que hay personas cuyo interior posee un contenido que es superior en decenas de veces a la de los libros, los cuales leemos cómodamente porque ellos nunca podrán objetarnos nada. Son papel, y por mucha sabiduría que un buen libro pueda contener, nunca llegará al grado de lo que puede ofrecer alguien quien el mismo sea la matriz de los libros, la pluma, la idea, la escritura y la respuesta a cualquier pregunta o situación.

Por esta pereza gran parte de la Umma musulmana se encuentra engañada; se encuentra vinculada a personajes que nada tienen que ver con el Conocimiento del Islam. Gentes de corazón turbio y vida desordenada que cuentan las hassanats en Dólares o Euros. Esta pereza está matando el saber, está condenando la inteligencia y está manipulando la Verdad.

Muchos lanzan sentencias, dan consejos, “enseñan” de manera virtual, y luego, cuando si por ventura un día ves cómo viven, te percatarás que estás siendo engañado. Nadie puede tener Conocimiento válido si no se mezcla en el mundo de los hombres y mide cada persona y situación desarrollando su inteligencia a medida que discute con unos u otros con el ansia sincera de descubrir la verdad. Una verdad que no parece que importe, ya que el perezoso se auto convence que por ser él quien es tiene derecho a pensar y decidir, y a exigir que nadie le sobrepase en estatus.

¿Cómo entonces salir de esta situación de comodidad y laxitud?

Lo primero es ser humilde; reconocer las propias limitaciones y saber aceptar que hay un gran saber que aprender si se trabaja para obtenerlo.

Se debe asimismo aceptar que Allâh ha depositado Su Gracia en otras personas y que éstas se encuentran en una situación ventajosa frente a él en sabiduría y conocimientos.

Debe exigirse a sí mismo una sinceridad absoluta y un trabajo diario.

A cada duda, debe buscar la solución activando dentro de él mismo los mecanismos de búsqueda necesarios. Pensar que hay que seguir a Fulano porque lo dice la gente es veneno para el corazón. Debe ser fuerte y no dejarse embaucar por cantos de sirena que duermen en uno el ímpetu de buscar el Conocimiento.

Debe exigirse. Debe comprometerse. Deba gastar tiempo, esfuerzo, dinero si hiciera falta viajar para buscar la Verdad, pensando que eso es Ŷihad fi sabili-l-Lâh y que Allâh premia el esfuerzo de corazón.

Debe buscar compañeros seguros de viaje; gente de confianza, de desapego, de verdad.

Debe buscar un maestro que le ayude a discernir lo que habita en su interior.

Debe amar a Allâh, al Profeta – sobre él la plegaria y la paz – al Islâm y a los musulmanes.

Debe ser generoso y desprendido; meticuloso en la autocrítica.

Debe sacudir de sí mismo el tedio y la desconfianza en Allâh.

Debe uno echarse en las Manos de Allâh en total esperanza de recibir el bien.

Y si todo esto hacemos, hermanos/as, estamos seguros que la pereza y la desidia nos abandonarán y seremos de los que nos maravillemos de la Creación de Allâh y del reflejo de Sus Voluntades representadas por Sus Nombres Divinos.

Dejemos hermanos/as de ser musulmanes online – Seamos musulmanes presenciales por fuera y por dentro.