La moda de la meditación

Abdul Karim Mullor

La moda de la meditación

Ahora, la meditación está de moda. Total, entras en una habitación o te pones frente a un paisaje, y venga, a meditar. Sinceramente, eso y nada es nada; o al menos es lo que llamamos pereza o más coloquialmente “vaguería”. Siempre es menos trabajoso meditar en lo que uno quiera que hacer las abluciones y las plegarias cinco veces al día; siempre es mejor beberse una cervecita astral y un wiski de iniciados. En realidad, lo importante del asunto es no atarse a nada y “ser libre”. Lo que nadie sabe decirte es ¿ser libre de qué?

“El “yo” es una entelequia” dicen. Así, como tú no existes el maestro meditador puede hacer contigo lo que quiera. Tú no eres, luego el dinero que tienes ya no es tuyo, es del maestro; tú tienes que prescindir del yo; así pues has de prescindir de todas tus pertenencias y entregárselas al gurú o la Dalai de turno para que el las administre, y así nunca más las verás.

Todo este engranaje lo monta el chaytan para que no reces, para que no sigas los mandatos divinos y seas esclavo de tus caprichos. Y haciendo esto serás liberado de la rueda de los acontecimientos y cuando menos te lo esperes te verás sin ropa debajo del puente. ¡Y no te quejes que en la otra vida puedes convertirte en perro por contestatario! Y como contestes más el Karma hará que tengas problemas al cruzar un paso de cebra, u otra cosa, que para eso si que existes, amigo.

Este timo de la estampita de la meditación es patético. Cualquiera que conozca la naturaleza humana sabe que el cerebro no se puede parar en un punto so pena de volverse uno loco; perseguir los pensamientos es perseguir los pájaros que vuelan, como el tonto del pueblo lo haría con una red de cazar mariposas.

La meditación no existe en nuestra religión, porque es ignorancia sobre ignorancia; porque el término meditar es débil, es infantil, es incluso hasta cómico. El camino espiritual enciende las luces que no somos capaces de percibir en nuestro interior; y esto no se hace y nunca se ha hecho a través de la meditación, sino a través de las invocaciones y la inteligencia a fin de saber dónde estamos en cada momento y qué acción es susceptible de ejercerse para librarnos de las trabas de nuestra nafs. Y esto no es meditar, esto es trabajar.

Primeramente, nos arremangamos y hacemos las plegarias a la hora, ayunamos cuando toque, damos la zakat, damos la sadaqa, ayudamos al necesitado, no mentimos, no dañamos. Luego, si Allâh quiere, adornamos nuestro interior de las mejores galas a pesar de todos los sufrimientos que experimentemos para hacerlo.

Mientras tanto, la acción egoísta de “meditar” exenta de responsabilidad no es otra cosa que la puesta en marcha del waswas del chaytan que entra por los oídos en forma de Om y se reparte por todo el cuerpo en forma de fuego, de fuego del Ŷahannam. Pues no olvidemos que el chaytan entra por los oídos, así como hemos aprendido por el Corán y la Sunna.

Descubrir lo que somos es la clave, no destruirnos a nosotros mismos. El suicidio está prohibido en el Islâm; y suicidio es decir que no somos, y olvidando a Allâh, declinar nuestra responsabilidad.

¡Qué bonito es vivir sin trabajar y recoger los frutos! No amigo, lo único que recogerás con la haraganería es el mal, la indolencia, el individualismo, calentarte la cabeza con palabras huecas y montarte en el jumento de tu propia ignorancia. Porque no es lo mismo el rucio de la meditación, que rebuzna de cuando en vez, que el Buraq del espíritu, que elevándose por encima de tu consciencia ilumina tu propio ser. Y esto último se consigue siendo una Rahmah para ti y los otros de la misma manera que Muhammad  – sobre él la plegaria y la paz -. Trabajar, no meditar, no dormir.

¿Alguien en sus plenas facultades mentales cambiaría a Buraq por un pequeño burro que va dando la nota acústica por aquellos caminos de Dios?

¡Y elementos meditativos de estos se hacen llamar sufís!. Perdonad, ¡esto es un atentado contra la inteligencia! Como chiste podría pasar, pero ni como tal es bueno, no tiene gracia ninguna.

Y ahora meditar rinde, da plata, produce dividendos. Da igual sobre lo que medites mientras lo presenten con el nombre de “sufí” o de “espiritual”. No importa que el tema sea “la técnica espiritual de catar melones” o “la diferencia primordial entre el as de oros y la sota de bastos”; o aún “como abrir una lata de sardinas sin cortarse al estilo sufí”. Mientras lleve el nombre de espiritual o sufí, ya está.

Lo mismo da que la meditación venga del Nepal que del Japón, que del Ganges, si lleva el nombre de “trascendental” ha de ser, perdonad por la expresión “la leche condensada”.

No es baladí haber descubierto la “iluminación” sin trabajo; es un logro que solamente pueden conseguir los orientales, que nosotros por aquí no somos tan exóticos ni tan listos.

Pues sí hermanos/as, pocas veces me habéis visto escribir así. Y lo he hecho con intención, aunque no sea mi estilo, para hacer ver un absurdo de los absurdos que anda campeando por doquier en estas fechas. Ridiculizar lo ridículo es ser consecuente. ¿Qué diferencia existe entre el va y viene del botafumeiro y la campanita de los lamas? Pues en el que uno huele y el otro suena, pero los dos son lo mismo, ni fú, ni fá.

Ciertamente la religión junto a Allâh es el Islâm – Inna-d-dina ‘inda-l-Lâhi-l-Islâm