La Mezquita – entre el negocio y el marketing
La baraka de la mezquita.
Hermanos/as:
La paz sobre vosotros
La mezquita no es un lugar de reunión donde la gente va a rezar. Esta es solamente una de las funciones a las que se encuentra destinado este espacio sagrado. Cuando en los hadices leemos sobre acudir a las mezquitas, aunque el rezo esté incluido, el Profeta – sobre él la plegaria y la paz – hablaba, no de lo que hoy es una mezquita en sí, sino de lo que debería ser ella, y hoy por hoy, se encuentra muy lejos de ser.
¿De qué sirve ir a un lugar donde, tomando la excusa del rezo en Comunidad, el sitio se encuentra regido por gentes que adoctrinan a otros para sacarles del Camino Recto y desviarles de la verdadera adoración? ¿Son estos lugares esas mezquitas a las que el Profeta nos recomienda acudir? En toda evidencia, ¡NO! No lo son. Antes bien, ellas son casas de fitna y sedición, cuando no, como en algunos casos, paredes muertas semejantes a esa mezquita del mal relacionada en el Corán en la que un tal Abu Amir el Monje extendía sus doctrinas.
Los que rigen esos lugares aprovechan para tergiversar el contenido de la Sunna, las palabras de Profeta – sobre él la plegaria y la paz – relativas a lo provechoso de acudir a las mezquitas, a fin de atacar a sus acólitos, llenándolos de escrúpulos y hacerles creer que quien no va a “su mezquita” se encuentra fuera de la Comunidad. En resumidas cuentas, inoculando el was was del chaytan a aquellos, quienes por su bisoñez en la religión, son presas fáciles de este tipo de sugestiones.
«Y si no vas a la mezquita te arriesgas a ir al fuego», te dicen, o no tendrás un buen lugar en el Paraíso. Esta es la religión que te venden los propietarios de esos centros de negocios que ellos llaman mezquitas, cuya finalidad principal es llenar la caja y mezclarse con los poderosos.
Esto es lo que hay, hermanos/as; no es bueno mentir y esconder aquello que está interviniendo para separar a los musulmanes del camino, y extendiendo la fitna de unos contra otros.
Es entonces que para bien practicar el Islam debemos mirar para otro lado; debemos explorar las alternativas, que siempre las hay. Eso sí, no las hay para aquellos que no se esfuerzan lo más mínimo y exigen que se lo den todo hecho. Hay que trabajar, hay que esforzarse, hay que andar hacia el bien, con el propio esfuerzo, con un interés demostrable, y no escudarse detrás de otros; porque en esta época practicar el Islâm escudándose en que así lo practica la mayoría, es una mala praxis; más aún, habida cuenta de que, como todos sabemos, en esta época el Islâm es practicado correctamente por los extraños, es decir, por una minoría.
Cuando investigas cómo fueron construidos esos centros, cuando llegas a saber quiénes los subvencionan, quiénes están detrás, te das cuenta de que esos lugares sirven a fines siniestros de gentes aún más siniestras que sus propios fines. Te das cuenta de que detrás de los bastidores se encuentran el engaño y la sedición.
Se trata de un negocio; de un bussines de compra-venta de almas, de dominio sobre las voluntades ajenas, de manipulación.
Lugares en los que las envidias y las malas artes se encuentran a la orden del día; en la que las gentes se arremolinan al lado de la caja para disponer de un sitio de privilegio; de oficinas de empleo, agencias de viajes “piadosos”, vendidos con ese puritanismo que escondiendo grandes vicios, busca hacerse pasar por santo. Aquel puritanismo que antes llenaba las iglesias, hoy puebla las mezquitas. Las beatas de antes han dejado la plaza a los puritanos de hoy, que, dándose golpes de pecho, jurando amar a Allâh, se dirigen a galope tendido hacia el dinero y el puesto.
Mezquitas como esta de la fotografía, construidas por el sufrimiento de los obreros que son tratados como esclavos.
¡No! A esto no se le puede llamar mezquita. ¡Allâh no lo quiera!
Y aunque no es el caso de todos aquellos centros, al menos si lo es en el 99% de las situaciones. Pues alguno hay siempre construido por un grupo de trabajadores que viven fuera de la urbe, y aún así hay que andarse con pies de plomo; pues vaya a saber usted hacia donde dirigen la qibla de sus asuntos.
Gentes que tienen el Alhamdu lillah, el Mashallah en los labios y la ambición en el corazón; enmascarando sus oscuras intenciones en palabras de conveniencia, en fórmulas “santas” ya concertadas, buscando por todos los medios que ellas den fe de una piedad que no existe, de una religiosidad ausente de sus corazones.
Y es que donde no hay Amor, no hay bien alguno. Donde no hay Raḥma, ni Generosidad, ni Bondad, solamente hay corazones de plástico que no emiten latidos, sino el «cronc» de cuando se inflan artificialmente.
En estos lugares no hay vida, sino muerte, no hay luz, sino tinieblas, no hay Verdad, sino engaño. Hay, eso sí, ambición por los bienes que proporcionan lujos “piadosos”; puritanismo, falsa afectación, deseos desordenados y manipulaciones de todo orden. Son centros de Inquisición, cuyos próceres van a la caza de brujas, porque tener enemigos o inventárselos es lo que les da razón de ser. Sin enemigos creados no son nadie; son alguien en comparación con otros, que ellos crean para vituperarlos y prometerles el Infierno.
Cuando encuentran a la gente de Allâh, se salvan, huyen como si lo hicieran de la muerte; se salvan, se esconden, hasta que amaine el temporal.
Mientras, en una mezquita ideal, tanto que la pudiéramos de tachar de normal; los fondos con los que debería estar construida, es con los procedentes del pago de Zakat y fondos de caridad procedentes de personas que no deberían intervenir en su gestión. El Imâm debería limitarse a dirigir el salat, a asistir y dirigir las plegarias de los entierros, de los dos Aid, y en el mejor de los casos la del viernes y su sermón; dejando la enseñanza a personas sabias cercanas a Allâh, quienes no tienen interés alguno particular en los fondos del centro; que enseñan fi sabili-l-Lâh, sin estar pagados por uno u otro estado o por alguna de las multinacionales del “márketing islámico”. Gentes que enseñen porque saben, sin pretender ocupar estos u otros puestos o vivir de la prédica. Centros en los que las gentes saben que pueden dirigirse para recibir caridad, en los que no es interés adiestrar a dóciles sirvientes de “la causa”.
Centros de Amor, de Guía, de Luz y de hermandad.
Estamos muy lejos de eso; que Allâh nos proteja e ilumine nuestra existencia con el Bien, la Verdad y el Amor.
Estamos esperando que eso ocurra… porque «no desespera del Favor de Allâh sino el pueblo que se ha negado a creer».