La Medicina del alma
A-s-salamu alaykum – La paz sobre vosotros
El Profeta – sobre él la plegaria y la paz – nos aconsejó cuidar de nuestra salud. Tan enérgica fue esta recomendación que emplazó el cuidado de la salud como lo inmediatamente más importante de nuestras vidas después de la religión. Si la salud corporal es ya tan importante como para mantener al ser humano en equilibrio ¿qué será de la salud del espíritu, el cual necesita medicinas y tratamiento para permanecer en perfecta salud o para recobrarla si la hubiera perdido?
El médico posee una gran ciencia, un gran conocimiento del cuerpo humano, de su composición, estructura y reacciones, del equilibrio propio entre todas sus partes que le permiten funcionar como un ente autónomo y suficiente.
Mientras, la Medicina del espíritu (Tibbu-l-arwah) posee su propia ciencia y sus doctores. Estos médicos han aprendido esta ciencia del Profeta – sobre él la plegaria y la paz -. Una sabiduría de un alcance enorme, de una sutileza penetrante, excelsa como los cielos, fuerte como las montañas, tan elevada que encuentra sus raíces junto al Trono divino. Sus doctores son sanos y sabios, sus métodos son puros y nobles y sus medicinas proceden de la luz y del conocimiento avezado existente en laboratorios donde se fabrican los productos más singulares y avanzados.
En cuanto a las medicinas empleadas en esta ciencia se encuentran las de base; ellas nos ayudan a cumplir con las obligaciones divinas así como a evitar las prohibiciones. Ahora bien, las medicinas especializadas se ocupan de lo más singular y específico del tratamiento de los 1001 caprichos que puede llegar a tener nuestra alma; más aún las personalizadas, fórmulas magistrales resultantes de un conocimiento profundo de la química del alma humana.
El médico diagnostica con los conocimientos elevados que resultan de una comprensión subliminal del Corán y de la Sunna; los medios de diagnóstico son de tal manera precisos que nada se escapa al escáner de estas luminarias de la Medicina del espíritu, cuyos corazones ven la Verdad y aplican sus métodos a conciencia y con un conocimiento pleno, y a la vez pormenorizado.
No, no son sus ojos los que están ciegos, sino los corazones que sus pechos encierran (22-46)
…son sordos, mudos y ciegos; no razonan (2-171)
Abu Hurayra – que Allah esté satisfecho de él – transmitió que el Profeta – sobre él la plegaria y la paz – dijo:
“Realmente Allah no mira ni vuestro cuerpo ni vuestra imagen sino que mira vuestros corazones y sus acciones.”
A la vista de estas palabras podemos deducir fácilmente que la salud del espíritu es de un orden y de una escala superior a la corporal. En efecto, una enfermedad corporal, por grave que sea, no tiene incidencia en nuestra personalidad ni comportamiento, salvo que Allah quiera utilizarla para purificarnos. No obstante, una enfermedad del corazón hace daño a nuestro comportamiento, corrompe nuestra personalidad y hace mal a quienes tenemos alrededor. Y estas enfermedades del alma son más difíciles y complicadas de desarraigar que las corporales; pues aunque estas últimas podrían llevar a la mismísima muerte, las otras podrían arruinarnos esta vida y la próxima, provisto que Allah no nos juzga por nuestros cuerpos, sino por la bondad o maldad que esconde nuestro interior; pues la una o la otra son las fuentes de nuestro comportamiento.
Un corazón sano es un corazón sabio, exento de impurezas. Nuestro profeta, cuando tenía solamente cuatro años, recibió la visita de los ángeles, quienes abriendo su pecho retiraron un coágulo negro que se encontraba en su corazón. Este hecho denota la importancia trascendental del interior de la persona: Muhammad fue purificado para ser un profeta; y cualquiera de los creyentes necesita ser purificado para adelantar en verdadero conocimiento. Todos pueden obtener el conocimiento externo lógico-racional, pero pocos pueden tener un interior tan lúcido como para poder comprender mediante el corazón las verdades que no podrían ser aprendidas en los libros; ya que el lenguaje humano no posee códigos para comunicar aquello que sobrepasa los sentidos y la mente.
Es pues, la Medicina del corazón la que opera una salud profunda en el ser humano. Un estado de salud que destila paciencia, veracidad, sinceridad, confianza, firmeza, misericordia y generosidad. Es en el momento en el que el creyente se encuentra sano que Allah se volverá en los pies con los que él camina, los ojos con los que ve, la lengua con la que habla y la mano con la que toma, tal y como dice el hadiz qudsi.