La luz y las sombras
La Luz y las sombras
Si el Sol no nos alumbrara con su luz que da vida, entonces las aguas se precipitarían a su antojo inundando nuestro planeta que quedaría como una hoja muerta desprendida del árbol del Universo. Sin Luz no hay vida, sin Luz no hay nada. Es por eso que nuestro Corán dice:
Allâh es la luz de los cielos y de la Tierra…(ayat a-n-nur)
¿Qué somos sino esas chispas de luz nacidas de una fuente inagotable? Un manantial del que emanan los rayos deslumbrantes de una vida que solamente es un pálido reflejo de la verdadera.
Todo en la vida es luz; todo depende de su fuerza, del fulgor de esa fuente eterna de la cual participa nuestro corazón.
Unos dicen que la luz es el discernimiento, otros que la luz es el Amor; otros dicen que la luz es el camino en el que surcamos por la vida. Todos ellos tienen razón. No tenemos nada que objetar a estas afirmaciones. Yo añadiría que la luz es asimismo ese sentimiento profundo de recogimiento, de estremecimiento, que hace latir el corazón en un despertar eterno.
Cuando nuestros pensamientos vuelven a su fuente, y podemos percibir a través de ellos que el ayer, el hoy y el mañana se reducen a un solo fulgor, a un solo rayo iluminado por la vida (que es luz), entonces nos preguntamos de dónde proceden esos halos radiantes que nos sobrecogen por dentro.
Si buscas la Luz, la encontrarás, sin duda. Serás primeramente una embarcación en las aguas oscuras de un mar embravecido, y cuando te hayas acostumbrado a otear las luces de los faros que te salvan del naufragio, entonces llegará un día en el que tú seas ese faro para salvar a otros.
Porque la ausencia de claridad es sufrimiento, mientras que el camino de la Luz es una senda salpicada de sorpresas y de regalos para el alma.
Siente la luz, vive en la luz, sé luz. Sin ella no podemos comprender la Belleza, no podemos guiar nuestros pasos. No podremos alumbrar nuestro camino, ni ofrecer a otros nada de valor sino discernimos. Porque quien luz no tiene, muerto está.
Tus pasos son más largos cuando la guía es buena. Tu vida es aprovechada en cada instante, en cada soplo. Entonces, si transitas por el camino del Discernimiento, sin sentirlo, sin medirlo, te irás envolviendo cual astro radiante en un manto de Verdad del que emanarán rayos en las seis direcciones.
¿Si Allâh es la luz de los cielos y de la Tierra, qué impide que Sus criaturas emanen una parte de esa claridad inagotable con un potencial cada vez mayor?
Es así, hermano/a que debes auscultar tu interior y confesarte a ti mismo en que situación te encuentras. Así podrás comenzar a descubrir que solamente el Discernimiento lo que te puede llevar a la verdad.
Sé al igual que el astro radiante, que en la noche refleja la luz del Sol. De él no emana la luz, pero por su pureza él la refleja y por ello se convierte en guía segura para los viajeros.
Una vez, hace ya muchos años, Allâh me hizo ven en sueños lo siguiente:
Me encontraba en un túnel largo en el que se cruzaban conmigo criaturas con apariencia humana. No eran ni hombres ni mujeres. El túnel se encontraba iluminado, mientras esas personas transitaban con él provistas de un extraño gorro y unas luces en sus manos que tenían la forma de un candil. De repente llegué al final del túnel y bajé por unas escaleras mientras que una de esas personas y yo nos saludamos con el salam.
Al encontrarme abajo vi una sala enorme, tan grande que casi no se podía ver el otro lado. Esa sala estaba repleta de gente (hombres y mujeres). Donde me encontraba yo había algo de luz, mientras que a lo lejos todo estaba oscuro. De repente, comenzó a salir una luz cada vez más poderosa de las rocas que hacían la vez de las paredes de aquel lugar. De esa luz comenzaron a escribirse en las paredes las siguientes palabras:
¿Acaso no soy yo vuestro Señor? – ‘A lastu bi-rabbikum
Aquello fue impresionante y el sueño acabó. El brillo de ese lugar cuyas rocas eran transmisoras de luz era de otro mundo. Allâh me había mostrado el Azal, es decir, la morada que precede a nuestra venida al mundo. Fuimos emplazados allí después de haber sido creados en el dorso de nuestro padre Adam – sobre él la paz -, esperando nuestra venida al mundo, cada uno a su tiempo.
Así pues, hermanos/as esto es un ejemplo de que todo procede de la Luz. De esa luz que iba acrecentándose a medida que las palabras divinas se pronunciaban sobre nosotros.
Decía el Profeta – sobre él la plegaria y la paz – en una de sus súplicas:
¡Oh Señor! Pon luz en mi corazón, en mi lengua, en mi oído, luz a mi derecha y a mi izquierda, luz sobre mí y debajo de mí, luz delante de mí y detrás de mí; aporta luz a mi alma y asigna enormemente luz para mí.
(Recopilado en Bujari y Muslim)
Abdul Karim Mullor