La Juventud y la escasez
A-s-salamu ‘alaykum – La paz sobre vosotros
Vivimos en una sociedad que maltrata a la juventud. Curiosamente, esto es algo reconocido a nivel mundial, aunque sorprendentemente nadie adelanta soluciones y no da la impresión que nadie se quiera emplear en descubrirlas y mucho menos aplicarlas.
Una de las perniciosas causas que produce esta situación son las desigualdades económicas entre las diferentes capas de la sociedad. La brecha entre los más acaudalados y el resto de los humanos se abre de más en más y no parece que esto importe sino es para establecer un ranking de personas acaudalas a niveles tan escandalosos que da vergüenza saberlo y nombrarlo. Es así que se nos presenta ante nuestros ojos esta realidad, pero a la vez se nos quiere hacer ver que dicha situación es irreversible e intocable.
Si hay algo que caracteriza a la juventud es el ímpetu por realizar las aspiraciones, por acceder al campo donde cada uno pueda desarrollar sus facultades en todo su esplendor. El problema es cuando todo ese potencial cae en saco roto porque los medios necesarios para desarrollarlo les son arrancados de las manos a nuestros jóvenes por depredadores financieros inmisericordes, voraces y codiciosos.
Hace pocos años uno de nuestros presidentes llamaba a nuestra sociedad “la sociedad del bienestar”. Yo no comprendo cómo se le puede llamar así a una sociedad donde los jóvenes no encuentran medios para desarrollar sus facultades, y ni tan siquiera pueden encontrar trabajo; y sí lo hacen, si llegan a trabajar, podrán ganar 900 Euros mensuales para vivir en la más estrictas de las miserias. Y para ello deberán pasar humillaciones sin fin dejando su vida y honor en un trabajo donde en muchas ocasiones son tratados como bultos de mensajería y reparto. ¿No será antes de nada una sociedad que eso permite la del “mal vivir” en lugar de la del “bienestar?
Cortamos las alas a nuestros jóvenes convirtiéndoles en esclavos de un sistema irreverente. Mientras, esas puertas giratorias siguen dando vueltas, las pagas son vitalicias y las fugas de capitales siguen acaparando las portadas de los medios de información.
Por eso, el ímpetu que caracterizaba a la juventud queda coartado ante una situación semejante. Muchos, sabiendo que no pueden prosperar, buscarán otras maneras de salir del paso, pues piensan que antes de la Ley se encuentra la necesidad de llenar la marmita. Otros, más pacientes, abandonarán el país en busca de mejores oportunidades, que las hay. Y otros soportarán lo indecible para poder vivir con un esfuerzo titánico, mientras ven a otros ganar millones en segundos con solamente chasquear los dedos; o comprando miles de acciones barato por la mañana para vender caro esa misma tarde. Así pues, el ideal de ganar dinero ya no pasa por despuntar en un arte o habilidad que dispensen un aporte a la sociedad, sino en ser vivo y codicioso.
Faltos de fines en la vida y con las casi únicas referencias morales propias del consumismo más materialista, sin Norte, vagarán dejando pasar la vida sin haber podido realizar ninguna de sus legítimas aspiraciones.
No vamos a hablar ahora de esos jóvenes consentidos que todo lo quieren sin trabajar, que los hay, sino de la falta de oportunidades por todos aquellos que honradamente quieran ganarse la vida y aportar sus inteligencias, a veces sorprendentes, a la sociedad; una sociedad que languidece por la falta de ideales otros que el equilibrio del PIB y la deuda externa.
Evidentemente, cuanto menos medios tiene uno, más dúctil y maleable resulta ser, más manejable, más manipulable. Y este cansancio provocado por la falta de oportunidades hace bajar la guardia y conformarse a lo que hay, que es en realidad un panorama desolador.
Y así, agotados y manipulables, los jóvenes de ahora son cada vez más influenciados por consignas que les roban su libertad de expresión y pensamiento, que anulan su personalidad y sus iniciativas haciendo de ellos una masa informe y cada vez menos reconocible.
En cuanto a los jóvenes musulmanes, el proceso es el mismo que para el resto, y las soluciones que se les presentan en el mundo de la religión suelen ser una extensión de lo que encuentran en el resto de los dominios de la sociedad. Es decir, ya manipulables y moldeables, son engañados y extraviados de la Verdad por multinacionales mafiosas que en nombre de la religión lanzan consignas para mantenerlos bajo la égida de organizaciones y estados con intereses totalmente anti religiosos y materialistas. La religión que se les propone, ya no es la religión del “bienestar” espiritual, que es lo que uno ha deseado encontrar siempre en la Religión, sino del “mal vivir”; del “mal pensar”; del individualismo, del egoísmo, del orgullo hacia los hermanos y la deshonrosa sumisión a la voluntad de personajes siniestros que manipulan todo para conseguir sus fines.
Abdul Karim Mullor