La historia de Balkis – reina de Saba
Por Zineb Badr y Abdul Karim Mullor
La historia de Balkis; la reina sabia
Balkis era hija de una madre ŷin y un padre humano. De una inteligencia natural vivía rodeada de un pueblo en el que los hombres amaban hacer la guerra sobre todas las cosas. Y, aunque Balkis trataba de educarles de la mejor de las maneras, ellos, embrutecidos, no escuchaban y continuaban buscando pueblos con los que guerrear.
Era Yemen una nación próspera, un vergel tras otro, una tierra agraciada por el Misericordioso con múltiples riquezas en la que los arquitectos ocupaban los puestos de nobleza. Se construían casas de una enorme riqueza y belleza, las cuales se daban ambas de manera suprema en el palacio de Balkis. Tanto ella como su pueblo eran adoradores del Sol. El reinado de Balkis se extendía, no solamente por el Yemen, sino que comprendía la parte norte de Etiopía y Eritrea.
Trajo la abubilla a Sulayman – sobre él la paz – las noticias de ese pueblo, de su reina, del palacio suntuoso de ésta, y de que ellos adoraban al Sol. Sorprendido, Sulayman de esas descripciones preguntó a la abubilla si el palacio de Balkis era más suntuoso que el suyo, a lo que recibió una respuesta afirmativa.
El, Sulayman, que era sabio y sagaz, que tenía poder sobre los genios, ordenó a estos construir un palacio más suntuoso que el de Balkis con la idea de sorprenderla y de convertirla a la adoración de Allâh. Este palacio, en gran parte hecho de cristal, poseía una gran explanada con suelo de cristal en la que se reflejaba el Sol cuando salía, la Luna y las estrellas; el fondo parecía agua. El espectáculo era de una belleza extraordinaria, tal y como correspondía a un profeta como Sulayman a quien, no lo olvidemos, le fue dada una riqueza tal que nadie poseyó antes que él ni probablemente después.
Haciendo esto, y estando satisfecho con el resultado del trabajo de los genios, envió una misiva a Balkis invitándola a venir a él para que, como profeta, la enseñara la adoración a un Dios Unico. Balkis, sorprendida de que un hombre fuera tan sagaz, acostumbrada como estaba a la brutalidad de sus súbditos, temiendo por otra parte una rebelión de estos, les llamó a consejo diciéndoles que un profeta de Allâh la había invitado a su palacio para mostrarla la adoración a un Dios que no se ponía como lo hacía el Sol.
Sus súbditos se negaron a aceptar esto, e incluso la sugirieron acompañarla bien armados para destruir a ese profeta rey que se atrevía a poner en causa sus creencias.
Balkis les contestó diciendo que ella había recibido la invitación de un rey con la paz y que no era cuestión de enfrentamientos, comunicándoles su decisión de viajar para visitar a Sulayman.
Y así lo hizo. Llegando a esa explanada que hemos mencionado en el palacio de Sulayman – sobre él la paz – arremangó su vestido pensando que lo que había en el suelo era agua. Al levantar su vestido, Sulayman se apercibió de que, como hija de mujer ŷin, sus piernas se encontraban llenas de pelo, a lo que el profeta la indicó que debía impregnarlas de pez para liberarlas del vello.
Es así que ella quedó absolutamente asombrada, no solamente de la riqueza sino de la Sabiduría de sayyidinâ Sulayman, quien platicando con ella llegó a convencerla de dedicarse a la adoración del Dios Único y Misericordioso que es el Rey de los cielos y de la tierra. Una vez ella aceptó convertirse al Dios de Sulayman, éste la propuso matrimonio y ella aceptó.
No retornó Balkis a su pueblo, sabiendo que ellos no iban a seguirla y les dejó a su suerte; tanto, que el pueblo del Yemen continuó siendo un pueblo embrutecido dedicado a la guerra. Lo embrutecido de los yemenitas queda demostrado en cómo fue uno de sus reyes aquel quien envió a un elefante y a sus tropas a la Ka’aba para derribarla.
No obstante, cuando llegó el Islam, los yemenitas fueron el primer pueblo fuera de los árabes que adoptaron el Islâm; de ahí que el Profeta – sobre él la plegaria y la paz – pidiera la bendición de Allâh para el Yemen así como lo hizo con Siria.
Volviendo a la historia de Balkis, ella comprendió rápidamente que su lugar se encontraba lejos de su pueblo; que su esposo era el profeta de Allâh y que la suntuosidad de la Verdad es superior a los adornos mundanales, que hoy son y mañana perecen. Un ejemplo de lo que es una mujer sabia, dotada de una inteligencia fuera de lo común.
Muchas Balkis han poblado las tierras del Islâm desde la llegada de sayyidinâ Muḥammad – ˤalayhi-ṣ-ṣalatu wa-s-salam – , no conocidas seguramente por esa fijación que los historiadores han tenido sobre los asuntos políticos en los que las mujeres intervinieron poco.
Aun así, tanto esta historia como la vida de nuestra madre ˤAiša – que Allâh esté satisfecho de ella -, la esposa del Profeta, nos dicen que en los asuntos de la Sabiduría, de la piedad, de la sagacidad, de la entrega al Señor de los mundos, tanto hombres como mujeres van de la mano. Por eso dijo el Profeta:
La mujer mu’mina vale por el mundo entero.