La fragmentación de los musulmanes
Abdul Karim Mullor
La fragmentación de los musulmanes
Hoy no quisiera referirme a la división entre los musulmanes propiciada por los clientes de los masones: wahabitas, salafís, tabligh, hermanos musulmanes, falsos sufís, etc. A esto ya nos hemos referido en innumerables ocasiones, por lo que no es el momento de incidir en ello. Hoy quiero referirme a la fragmentación entre los grupos islámicos diferentes a estos citados, estudiando porqué ni tan siquiera entre ellos es posible establecer una unión de caminos e intereses.
Esta fragmentación es producto de conveniencias que nada tienen de legítimo, de codicia personal, de amor por el mando y por el dinero.
Efectivamente, muchos somos los que hemos detectado la presencia de elementos masónicos y dayálicos que dañan la doctrina del Islâm y extravían a los musulmanes; pero estas denuncias, estas aclaraciones pertinentes no desembocan en un entente entre dichos grupos y personas, pues los intereses personales o grupales son mucho más fuertes que el de la obligación y la pertinencia de formar un frente común, una Umma.
La existencia de falsos maestros en estructuras válidas, el patrimonio obtenido por uno u otro conducto, el amor al poder y el pavor por perderlo, la búsqueda del prestigio personal, querer estar arriba cuando otros por derecho ocupan ese lugar junto a Allâh. Todo esto son los detonantes para que sea imposible la formación de un ente común. ¡Tal es el pavor que sienten algunos porque sea demostrado que haya personas más preparadas y más capaces que ellos, y que además vengan con el Permiso de Allâh, que algunos preferirían esconderse en lo profundo de la tierra antes de que le desposeyeran de aquello que jamás tuvieron por derecho propio o por capacidad personal!
¿Dónde está el amor por el Islâm, el fi sabili-l-Lâh que debieran demostrar aquellos que dicen trabajar por el Dîn?
Si una persona es un verdadero dirigente, sólido, sincero y falto de codicia su obligación es la de buscar si hubiera otro mejor y más preparado que él; y este último debiera hacer lo mismo, y así sucesivamente; de esta manera nos aseguraríamos pertenecer a una gran Umma construida con el beneplácito de Allâh. Pero no seamos inocentes ni cándidos; esto hoy por hoy no existe; no vemos estas actitudes sanas y necesarias representadas en nadie que pretenda dirigir un grupo. Antes bien, al contrario, vemos como se cierran filas para que no entre ni un alfiler en la casa que decimos ser «nuestra». Y es que en las casas que cierran puertas y ventanas no corre el aire; la humedad corrompe el ambiente y el oxígeno no se renueva.
Los hermanos de Yusuf – sobre él la paz – tuvieron esta actitud, y aunque podamos argumentar que ellos llegaron tan lejos que quisieron eliminar a su hermano, no es menos cierto que todo lo hicieron por la envidia y la codicia, privando a aquel que por derecho divino le correspondía la profecía del Bien de Allâh, y privando consecuentemente de ese mismo bien a aquellos que hubieran podido beneficiarse de él.
Unos cierran filas en su grupo diciendo que el sello de la santidad se encuentra con ellos, otros argumentan sobre la “legitimidad” de sus dirigentes, otros se esconden detrás del patrimonio, otros detrás de tal o cual silsila (vaya usted a saber si es verdad o no). Pero lo cierto, la verdad, es que ellos cierran filas sobre sus dirigentes impidiendo a otros probar hasta donde llega la capacidad de estos si es que la hubiera. Signo inequívoco esto de que se experimenta un miedo indecible a la verdad, a descubrir que hay gentes de Allâh mejor que uno, a delegar el mando, a ser descubiertos, al fin y al cabo en el desarrollo ilegal (islámicamente hablando) del desempeño de un puesto y lugar que nunca Allâh quiso para ellos.
Dice Muḥammad rasulu-l-Lâh – sobre él la plegaria y la paz- :
Dad los puestos de responsabilidad a aquellos que no los piden
Contrariamente a estas palabras benditas, aquellos que creen tener un puesto de responsabilidad experimentan un sobrecogimiento indecible tan solamente a la idea de poder ser desposeídos de él. De esta manera, la responsabilidad se convierte en irresponsabilidad y el supuesto mando en anarquía, actuando el grupo a medida de los caprichos ilegítimos de su supuesto dirigente.
Todos ellos tienen en común el hororr a mostrarse en público ante otros que no sean los suyos, por miedo a que su ineficacia sea descubierta y puesta en evidencia. Hacen de tapones y de muros que impiden la llegada del Bien al resto de los musulmanes; provocan que aquellos quienes detentan la verdadera sabiduría y complacencia divina permanezcan en el incógnito, sustituyendo sus bellas voces y enseñanzas con sus charlas huecas y sus sentencias mediocres con las que “encantan” a aquellos que no tienen interés suficiente para descubrir la Verdad.
En su carrera por el absurdo se inventan dichos desatinados que tengan subordinadas a cierta gente quienes les tienen como oráculos de sabiduría. Estancan el agua clara, que dejando de correr ya no puede dar de beber.
Si tan solamente abrieran la puerta y fueran a buscar a aquellos que les superan en sabiduría y bien, serían recompensados por Allâh. Pero no, el miedo a perderlo todo les puede, porque ese todo que creen poseer no es nada; si fuera algo de Allâh nadie se lo podría arrebatar.
Hoy los listos se aprovechan de los cándidos. Hoy la Umma se encuentra fragmentada por los intereses de unos cuantos advenedizos que, haciéndole el trabajo fácil al enemigo de Allâh se aprovechan de las circunstancias para sacar lo que ellos creen que es una “ventaja”.
Hoy la Umma es rea de los hermanos de Yussuf, de los hermanos cananeos, y a Yussuf poco le falta para ser comido por el lobo.