La estructura interna del Ser humano
La paz sobre vosotros
¿Quiénes y qué somos?
¿Que es el Ego?
Se suele confundir el Ego con el Nafs. En cuanto al Ego respecta, podemos apuntar a dos definiciones contradictorias entre ellas. En su utilización más popular parece ser que se trata de la alta estima en la que uno se puede llegar a tener, a veces próxima al orgullo. Ahora bien, si atendemos a su etimología, el término Ego significa “el Yo”, es decir la personalidad, la entidad que nos habita y que hace de nosotros un individuo completo y diferenciado del resto.
Es bajo esta última acepción que el Ego se distingue claramente del Nafs (alma), ya que el Ego es una entidad neutra en un principio, mientras que el Nafs es la voluntad egoísta que nos separa de la Voluntad divina, y a veces se rebela contra ella.
Es así que dicho Ego, en su naturaleza, es un elemento positivo, sólido, necesario, que si lo hacemos trabajar en el buen sentido nos puede llevar a realizar grandes obras, ya sean externas o internas. Porque sin nuestra personalidad no somos, no podemos ser. Es sobre ella que seremos juzgados por Allâh, recompensados, castigados o magnificados con los más altos grados del conocimiento. Y es que el Ego no es el Nafs, de ninguna de las maneras. Antes bien, él se identifica con el Ruh, el soplo Divino que Allâh depositó en Adam – sobre él la paz – y por ende en toda la Humanidad.
¿Qué es el Nafs?
Se suele traducir el Nafs por alma; claro que sin tener claro en absoluto lo que es el alma en realidad. Lo que sí sabemos es que el Nafs es individual, tal y como el Ego, y que ella posee una serie de mecanismos específicos y una línea de comportamiento que puede abarcar una amplia gama de posibilidades.
Mientras que “al alma tiende al mal”, tal y como Allâh hace decir a Yussuf en el Corán, el Ego puede seguirla o no; ya que, como acabamos de decir, se trata de dos entidades separadas que no han de ir necesariamente la una en consonancia con la otra. “Excepto cuando mi Señor tiene misericordia”. Así pues, si el alma ordena o tiende al mal y Allâh tiene misericordia el Ego, el Yo, no obedece al alma y se mantiene en los límites del comportamiento exigido de él por Allâh. Esto demuestra de manera bastante clara que ambas entidades son diferentes la una de la otra.
¿Qué es la consciencia?
Es la percepción que uno tiene sobre su propia realidad. Dicha consciencia es un testigo de nuestro Ego emplazado en su atalaya desde la que divisa los elementos y el estado de su ser.
La consciencia puede ser “testigo directo”, es decir, que puede observar totalmente las circunstancias del estado personal; pero asimismo puede ser “pasiva”, es decir, es capaz de intuir su propia realidad sin llegar a percibirla totalmente. Sabemos lo que somos o intuimos lo que somos, o una mezcla de ambas cosas a la vez. Aunque no es el objeto de nuestro planteamiento actual debemos “dejar caer”, que esta diferencia es altamente importante cuando el servidor de Allâh se encuentra en los estadios más elevados del conocimiento. Ahora bien, como acabamos de decir, este no es el objeto de la presente exposición.
Dicha consciencia no podemos hacerla coincidir con el Nafs, de ninguna de las maneras. Al contrario, se trata, como acabamos de decir de un testigo de nuestro Ego (Yo) sobre su propia realidad, siendo limitada en la gran mayoría de los seres humanos que hacen coincidir a la consciencia con la realidad que son capaces de percibir con los sentidos y con la mente.
¿Cuál es la disfunción que nos separa de la percepción de la realidad?
Esta disfunción entre el Ego y la consciencia no es otra cosa que la incapacidad de ésta para percibir la propia realidad interior. Es en este sentido que el Profeta – sobre él la plegaria y la paz – dijo:
Quien se conoce a sí mismo conoce a su Señor
Es decir, quien es consciente de lo que existe en él mismo sabrá su relación con el Soplo que Allâh depositó en nuestro padre Adam – sobre él la paz -. Si entonces la consciencia es capaz de desvelar toda la naturaleza de nuestro Ego, habremos llegado a una simbiosis total que nos hace conscientes de nuestra relación con el Creador del Universo.
¿Qué es la personalidad?
Es el matrimonio del Ego con la consciencia. Según la consciencia sea capaz de percibir la realidad del Ego así el ser humano podrá originar conocimiento y hacer correr éste en el torrente de sus pensamientos y sus palabras.
Si el Ego y su consciencia llegan a ser capaces de dominar al Nafs por una Misericordia de su Señor, entonces las ideas, las realidades del mundo de la Verdad correrán en torrentes por la lengua y el resto del cuerpo. Este es el estado del Ser humano completo, del Hombre universal que ha realizado el total de sus capacidades potenciales. En una palabra: “el califa de Allâh en la tierra”.
La naturaleza humana
Cuando, como acabamos de decir, el Ego y la consciencia dominan el Nafs, la naturaleza humana se muestra tal y como es; tal y como Allâh creó al Ser humano a Su satisfacción. En él se muestra el Señor a la manera que Él lo entiende, pues dicha naturaleza es el espejo de realidades que se encuentran bien guardadas en los palacios del Conocimiento divino, a los cuales solamente acceden aquellos dignos de entrar en la corte de un Señor Misericordioso y Eterno que ha elegido al Ser humano para mostrarse en Su creación.
¿Y el cuerpo?
El cuerpo, de alguna manera es el Tiempo. Es el escenario en el que Allâh ha dispuesto que transcurra todo este proceso de consciencia y purificación. Es un elemento pasivo, dominado por un lado por la Voluntad del Misericordioso, y por otro lado, influenciable por los deseos desordenados del Nafs. Allâh ha revelado la Ley religiosa para que el Nafs no le domine y así no pueda llegar a a realizar actos contrarios a la Voluntad divina. Cuando el cuerpo perece se acaba el proceso de reencuentro con el verdadero Yo. Si se ha llegado al final habremos tenido éxito; si, a pesar del tiempo que nos ha sido concedido, no hemos aprovechado nuestras oportunidades es entonces que nos arrepentiremos de no haber estado alerta, y en la otra vida seremos invadidos por la tristeza y el desconsuelo.
Efectivamente, nos muestran las palabras del Profeta – sobre él la plegaria y la paz – que habrán musulmanes quienes, aunque se encuentren en el Paraíso, llorarán de tristeza al ver a otros en paraísos superiores, siendo conscientes que ellos no estarán allí por haber dejado pasar sus oportunidades en este mundo.