La emigración y la Sunna
A-s-salamu ˤalaykum – La paz sobre vosotros
Nada ocurre por azar . Todo procede de un plan preconcebido en la Eternidad. Pues en la Eternidad no existe el tiempo, antes bien, ella es de donde el tiempo procede para volver a ella una y otra vez ; tal y como la sangre sale y entra en el corazón para ser renovada y volver a dar vida.
Es así que Allâh, en Su infinita Sabiduría, decidió que Muhammad – sobre él la plegaria y la paz- habría de emigrar de su ciudad santa (Makka) para ennoblecer otra ciudad (Madina), que por su presencia en ella se convirtió en « munawara » (iluminada). La luz entró y se quedó en ella hasta el Ultimo día.
Cuando muchos de los suyos le rechazaron, otros que no conocía, y que no le conocían apenas, le aceptaron en sus moradas. Le abrieron los brazos a él y a la nueva religión. Es más, ofrecieron morada a quienes vinieron con el Profeta ; se hermanaron con ellos en un acto de generosidad y de hospitalidad memorable y ejemplar. Madina pues se convirtió en la luz que luz irradió al mundo. Una humilde ciudad que nunca podrá competir en grandeza material con otras que existen en nuestro planeta se convirtió en el centro del mundo.
El Profeta nunca quiso salir de allí, prueba fidedigna que el corazón de los verdaderos creyentes son mejores que la Kaaba ; pues siempre es mejor como morada de Allâh, y más digna, los corazones de sus siervos sometidos que unas piedras por muy bendecidas que ellas estén.
La vida es simple, mucho más de lo que podamos créer. Si queremos, podremos saber cual es su objetivo y la mejor manera de pasar nuestros días. La vida es dejarse impregnar por la luz ; es caminar con la antorcha siempre encendida con el espíritu calmo y confiado ; es retornar, una y otra vez, al origen, al centro de nosotros mismos y establecer dentro de nosotros un remanso de paz y seguridad, siempre confiando en Allâh, siempre despiertos ; alimentando la llama del amor y caminando por los vericuetos de nuestro Destino.
Por eso el Profeta – sobre él la plegaria y la paz – quiso quedarse con sus amigos, con sus compañeros, que Allâh había escogido para él, en una ciudad en la que, a pesar de no ser la suya, se sentía en su propia casa, en paz y seguridad. Allí murió y allí continúa su noble cuerpo, ennobleciendo la ciudad.
Mientras algunos creen que lo fundamental de la Sunna o la costumbre del Profeta es actuar de tal o cual manera siguiendo los hadices como si fueran un catecismo o un libro de Trigonometría con fórmulas y tablas, los dotados de entendimiento que nombra el Corán, los que conocen la religión en sus bases y cimientos, saben que lo esencial de la Sunna es recoger en el corazón el carácter del Profeta y hacerlo nuestro ; es decir : ser una misericordia para nuestro entorno, y también emigrar.
« De Allâh somos y a El habremos de retornar », dice el Corán. Es así que emigrar, si se hace con una voluntad de caminar y mejorar en el camino de Allâh, es un acto sublime de la Sunna que no se encuentra al alcance de todos, sino de aquellos a quienes Allâh se lo ofrece en las vicisitudes de la vida. Emigrar como los primeros musulmanes lo hicieron a Abisinia y a Madina ; emigrar como lo hizo Salman Farisi ; emigrar como hicieron los hombres de Ciencia para adquirir conocimientos que les aproximaran de Allâh, que les hicieran mejores con ellos mismos, con sus próximos, y a veces con todos.
Emigrar es un acto sublime de amor ; es renunciar a tus costumbres, a tí mismo. Muchos profetas hubieron de hacerlo : Yusuf, Yaˤqub, Mûsâ, Ishaq, Ismaˤil – sobre ellos la paz-. Muchos hombres de sabiduría y religión lo hicieron ; siempre por amor al cumplimiento de la Voluntad divina y por la búsqueda del conocimiento. Pues cuando emigras por Allâh, y no por la Dunya ; Allâh convierte para tí la tierra de acogida en una madre que te acoge amorosa. Esa tierra, estando viva como está, teniendo sentimientos como los tiene, da gracias a Allâh por recoger en su seno gentes que en ella han ido a instalarse en amor y obediencia del Creador.