La Economía de mercado
Por Abdul Karim Mullor
En este artículo, y aunque soy de formación económica, he querido evitar tecnicismos, ya que si los hubiera utilizado habría entrado precisamente en el juego que voy a denunciar a continuación; juego este, que es de naturaleza más humana que económica, ya que la Economía es el arma más utilizada por aquellos, que sin ser conocidos, detentan el poder real.
Se ha dado en llamar “Economía de mercado” al latrocinio organizado de las clases ricas sobre las pobres. Se le dé el nombre que se quiera, por muy poético y/o subliminal que pueda llegar a ser, la verdad subyacente en este término es la del abuso de los bienes de la Tierra por parte de los adinerados, que no solamente han esquilmado el Planeta en su provecho, sino que han abusado del resto de los seres humanos para su propio beneficio. Queda entonces por saber, si ese grupo de élite financiera forma o no parte de la Humanidad, lo cual sería bien aventurado de asegurar, visto lo visto; pues tan humanos son para amasar como inhumanos para repartir, palabra esta que no se encuentra en su Diccionario de la lengua, y de la que desconocen el significado.
¡Ah, entonces usted debe ser comunista! Me dirá un iluminado leyendo esto, haciendo acopio de la repetición del eslogan en vigor, producto de la dicotomía ficticia que circula por los medios de información “oficiales”, información que en ella misma no deja de ser también ficticia. Pues no, ni lo soy, ni me atrae serlo, porque se trata de otro espejismo según el cual, se desfalca el bolsillo de las gentes, arrancándolas sus legítimas propiedades para el disfrute de un pueblo que no existe, y al que nada le beneficia el reparto que nunca llegará. Si el Estado lo tiene todo, el Estado no somos nosotros; son siempre ellos. Por eso, Economía de mercado y Comunismo es, una vez más, esa dicotomía aparente que se nos presenta para que caigamos en la trampa y consideremos que la solución de nuestros males es luchar por algo que no existe. Sí, es cierto, se creen muy inteligentes, pero no lo son. Basta con una mínima reflexión para desbaratar su puesta en escena.
“La oferta y la demanda”, dicen. Vamos a ver, no podemos demandar otra cosa que lo que podamos llegar a comprar; y esto es una muestra que la demanda como tal no existe; está condicionada por nuestro poder adquisitivo. Y como este poder viene regulado por los salarios de miseria que obtiene más del 90% de la población mundial, entonces, simplemente, la demanda no existe; existe únicamente la oferta, que es lo que les beneficia a ellos. Una oferta, por cierto, que es obligatorio aceptar, si quieres llegar a vivir con un mínimo de medios para poder pasar tus días.
“El valor de mercado”; otro elemento engañoso éste, a través de cual se nos intenta convencer de lo justificado de ofertar y vender un producto por x veces su valor real. Utilizando este término se quiere convencer a la población de lo “honesto” que resulta ser meternos un artículo por los ojos, para consecuentemente vaciarnos nuestros exhaustos bolsillos a fin de adquirirlo contentos de no encontrarlo más caro. Ahora bien, ¿no es este el principio psicológico que da lugar a que llamemos a algo timo? No es igual cuando tima un particular que cuando el susodicho engaño, por lo extendido, y por la cantidad de gente a quienes se»convence», se vuelve en prácticamente “oficial”; siendo entonces que por empatía entramos uno detrás de otro.
“Coyuntura económica”. Término utilizado para apretar más las clavijas a la población, ya sea a través de elevar los impuestos, congelando salarios o elevando precios a la quinta potencia, o haciéndonos creer en la irrisoria dignidad de esos ridículos 950 euros en los que se encuentra el SMI. Por decir un ejemplo muy usual, el valor de un piso es vendido por 2 o 3 veces más que el precio de construcción más el suelo, el cual, ya la especulación lo ha puesto por las nubes. ¡Como si la especulación abusiva y usurera fuera una justificación, que junto con la dichosa coyuntura económica, fuera a lavar la cara a la operación fraudulenta! Digamos la verdad: abusan de nosotros y nos quejamos en familia, pero nada más; dejamos hacer y hacer, una y otra, y otra vez.
Yo quisiera saber a qué le llaman “mercado” quienes con tanta flema han llegado a inventar el término “economía de mercado”. No pienso que se trate del típico mercado de abastos, ni de esos mercadillos al aire libre. Antes bien, estoy seguro que por “mercado” han querido nombrar a su chiringuito, desde el cual salen las consignas económicas que gobiernan el mundo. Cuando no se puede con la paz, se usan otros métodos, de cuyo nombre no quisiera acordarme, al igual que aquel escritor sevillano no quiso recordar el lugar de la Mancha de donde salió a navegar por esos campos de Dios aquel ingenioso hidalgo, que ya en aquella época andaba buscando a los potentados para educarlos con su lanza. Ahora, es la panza de Sancho que gobierna el mundo. Panzudos que, sin ingenio, pero sí con maldad, gobiernan el Planeta solamente por tener a su disposición los almacenes de sus riquezas.
– Bueno, y usted que propone – me dirán. Y yo responderé: – No quiero proponer; háganlo ustedes, uno por uno. Un servidor ya salió de esa vorágine, al menos intelectualmente; primero descubran ustedes la verdad y luego hablemos de proponer.
Cuando los seres humanos han llegado al extremo de la pasividad; cuando han llegado a dejarse dominar de manera tan dócil por esos orondos ricachones, que son los que proponen la forma de vivir, y después de eso se les hace caso y se les sigue, no nos queda más que refugiarnos en nuestras convicciones, y siendo coherentes con ellas, vivir de la manera más digna posible, esperando, no sé si en vano, que no vengan a la fuerza a “democratizar” nuestras casas, lo mismo que “democratizaron” aquellos hermosos países de Oriente Medio, destruyéndolos “por su bien”.
Ellos son nuestros enemigos, los que nos hacen daño; los enemigos de la Humanidad, del Planeta; porque ellos con su dinero se encuentran por encima del Bien y del mal; y saben que cuanto más pervertida esté la Humanidad más proclive será para seguir sus dictados.
La pena es que esos dictados se siguen creyendo; pensando que no hay nada mejor y que no hay más remedio que segurlos sopena de no ser considerados «demócratas» y ser estigmatizados por todos los eslóganes, que en nuestra contra, saldrán a la palestra a contradecirnos. Se demuestra con ello, a la par de con otras cosas, el estado de involución que está llevando a la Humanidad a una progresiva deshumanización, valga la redundancia; a un egoísmo generalizado; a una falta alarmante de sensibilidad, de caridad y de filantropía.