La confusión del Ego con el Nafs

Abdul Karim Mullor

La confusión del Ego con el Nafs

Confundir el Ego con el Nafs es la prueba fehaciente de que no se tiene conocimiento. Esta equivocación es propia de aquellos que se acercan a la Ciencia del Interior (ˤIlmu-l-Batin) sin comprender lo esencial; ni tan siquiera lo básico.

Etimológicamente, la palabra “Ego” procede el latín. Literalmente significa “Yo”. La palabra “Nafs” en árabe se puede utilizar para significar “uno mismo”; pero de igual manera puede utilizarse para decir “alma”, que es por cierto su significado principal. Sin embargo de “ego” no puede decirse otro tanto.

Este término “ego” ha adquirido a través del tiempo un significado peyorativo, indicando sobre todo el ente que hace de un ser humano una criatura narcisista, orgullosa y pagada de sí mismo.

Sin embargo, busquemos donde busquemos, no encontraremos una palabra mejor para designar al Ser humano que se diferencia de otros. Si queremos significar el término “uno mismo” utilizamos la palabra “yo”. Pero “yo” es “ego” en español, mientras que “ego” es “yo” en latín.

De esto se deduce de manera directa que cuando en cualquier disertación sobre temas sufís se utiliza la palabra “ego” en sentido peyorativo, quien lo hace no sabe a qué se está refiriendo en realidad.

Ciertamente, nuestro “yo” no es el nafs. Es el “yo” lo que nos define como ser individual y diferenciado del resto de la Humanidad. Es el “yo” el que distingue al profeta Muḥammad – sobre él la plegaria y la paz – de todos los demás. Si ese término “yo” fuera negativo entonces el Profeta no podría ser el mejor de la Humanidad. Abu Bakr tenía su “yo”; así como Umar o Ali; así como todos y cada uno de los profetas; como todos y cada uno de los awliya.

¿Acaso no dice sayyidina Yussuf en el Corán que el alma tiende al mal? Entonces, en este caso es el Nafs el que tiende al mal, y no el “yo”.

El “Yo” (Ego) es lo que nos define como personas como acabamos de decir. Es el conjunto de un cuerpo material, de un alma caprichosa y de un espíritu puro. Este espíritu forma parte de aquel soplo que Allâh realizó en Adam para darle vida. Nuestra propia vida pues sería imposible sin este espíritu, lo cual, de una manera contundente y definitiva eleva el concepto de “yo” hasta el grado más elevado que pueda existir.

Se habla de aniquilar el “ego”. Al contrario, nada ha de ser aniquilado, sino transformado. Lo que ha de ser transformado no es precisamente el “ego” sino el nafs, que para purificarse debe ir pasando de estado en estado hasta aceptar que las voluntades Divinas queden por encima de las suyas, pacificando así sus deseos desordenados.

Es por eso que en la surat al Faŷr Allâh dice al alma:

¡Oh Alma sosegada regresa a tu Señor satisfecha y satisfactoria!

Si algo se aniquila de manera simbólica no es ningún ente que tenga existencia separada. Si algo se aniquila es el deseo, la voluntad propia, el capricho, la tendencia a la autosatisfacción; el orgullo y las malas facultades. Estos elementos nunca gozaron vida propia alguna; ellos constituían fuerzas dentro de la voluntad propia de un alma, que como decía Yussuf, tiende al mal. Un alma que por un favor de Allâh se ha trnasformado y pacificado.

La mala praxis utilizada por algunos que, a toda costa, quieren meter el genio en la botella para frotarla de vez en cuando, queda patente cuando por alguna extraña razón quieren hacer aproximar el Sufismo al Budismo, siendo como son en realidad dos entes antagónicos, tan separados como Bien y mal; tan radicalmente opuestos como Verdad y mentira; es más, tan radicalmente diferentes como Creencia y ateísmo. El budista es ateo ¿cómo podría parecerse a un sufí cuyo fin último es conocer a Allâh?

Vemos ahí la mano de la Masonería (la religión de diablo) que una y otra vez trata de colonizar las almas para entregarlas a su dios Belzebú.

El Sufismo es la Verdad de Allâh, y si alguien intenta acercarse a él mediante las artes del diablo será fulminado y caerá en lo más bajo de la escala humana.

Quien hace mal a uno de Mis awliya, Yo le declaro la guerra… dice Allah en un hadiz qudsi.

En el mundo de la Verdad las astucias no sirven. La Verdad tiene sus puertas, sus ciudades, sus fortines, sus defensores que la guardan de cualquier atentado exterior. Porque:

Ha venido la verdad y la falsedad se ha desvanecido, es cierto que la falsedad se desvanece. (17-81)