La buena palabra
La buena palabra
Existe un dicho árabe de hace más de un siglo que dice textualmente:
La lata siempre conserva el olor de las sardinas.
Efectivamente, el ser humano destila al exterior el bien o el mal que le habitan por dentro. Por mucho que se dé pena en parecer lo que no es, para un buen observador todo se hace evidente.
Fuera ya de los discursos floreados con adornos acordes a la situación, el discurso de la Verdad es capar de ahogar a cualquiera que, aunque sagaz en el arte de la Dialéctica, quiera hacernos aparecer mentiras como verdades.
Son precisamente los dichos verídicos, las palabras auténticas, las que han supervivido al paso de los tiempos, mientras que las otras gozan de un tiempo fugaz y luego son olvidadas.
Dicho de otra manera: las palabras de verdad son flores fragantes y faros de luz; mientras que las que proceden de la mentira son negras como la noche por muy floreadas que se presenten.
Y es que el creyente que se precie de caminar hacia Allâh debe cuidad su discurso, fundamentalmente en lo que transmite sobre religión. Nuestras palabras pueden dar la vida o la muerte a los corazones de quienes las oyen y confían en ellas. Este ejercicio de autocontrol no estará exento de frutos y quien lo haga terminará dominando el flujo de las palabras entes de llegar al pensamiento y después de salir de él hacia el exterior.
El Profeta – sobre él la plegaria y la paz – era de palabra dulce, pero no empalagosa; de palabra firme, pero no afectada; de claridad en sus exposiciones; de precisión en sus dichos; de elegancia hablando a cada uno según su propia comprensión y sensibilidad. Muḥammad nunca hirió a nadie, y a los solos que dedicó palabras duras fue a los heréticos que desde dentro querían cambiar la religión y a los idólatras que se apoderaron de las vidas y de los bienes de los musulmanes.
Cuando estaba enfadado y con razón, la palabra más fuerte que decía era:
¡Vete al diablo!
Cuando una palabra clara se trasmite es como el agua que lava y purifica todo; es como un rayo que se implanta en el lugar donde cae; es como agua caída del cielo que hace brotar las semillas de los corazones.
¿Acaso no ves cómo Allâh compara la buena palabra con un árbol bueno cuya raíz es firme y cuyas ramas están en el cielo?
Da su fruto en cada época con permiso de su Señor. Allâh pone ejemplos a los hombres para que así recuerden.
Pero una mala palabra se parece a un árbol malo que está desenraizado sobre la tierra, sin estabilidad.
Allâh da firmeza a los que creen por medio de la palabra firme en la vida de este mundo y en la Última. Y Allâh extravía a los injustos.
Allâh hace lo que quiere. (14- 24 a 27)
En función de estas aleyas estamos obligados a distinguir la palabra verídica de la mala palabra; si nuestro Señor nos indica que El da firmeza a los que creen a través de la palabra firme es porque, por otra parte, les ha proporcionado los medios para distinguir. Y si Allâh, por otra parte dice que por la palabra mala extravía a los injustos es porque éstos, pudiendo haber seguido la buena no lo han hecho. Mucho habrán de argumentar aquellos que digan:
“Yo no sabía que me estaban engañando”.
Aunque no lo supieras, nunca hiciste por saber, y es por eso que has sido desviado del camino, pues si tu problema fue la pereza, ésta también es una forma de injusticia. La indolencia es una gran falta cuyos resultados pueden ser nefastos para el corazón. Tu pereza hace daño a los musulmanes. Para apropiarte de los bienes de este mundo corres como una gacela y para aprender las cosas de Allâh te sientas y te recuestas sin hacer nada de beneficio. ¿Cómo quieres ser guiado observando este comportamiento?
Es así entonces que la buena palabra es fuente de vida porque nace de un corazón verídico que recibe las luces de su Señor, y por consecuencia las revela al exterior exhalando la fragancia de los mejores perfumes, llegando el aroma a lo más alto de las montañas, a lo más profundo de los valles; al interior de las fortalezas y lo más recóndito de los lugares áridos de la tierra. Mientras que la mala palabra, escucharla y seguirla no conduce solamente a la injusticia, sino que ya por ella misma es una fuente de males de todo clase.
Queda entonces pues preservar nuestro oído y pensamiento de las malas influencia que pueden llevar nuestros asuntos a la ruina. Al contrario de cuando se siguen las buenas palabras, que si las seguimos iremos a la misma fuente de donde ellas nacen: la Verdad.