Ibn Abbad de Ronda – Rasgos de su vida y una carta suya
A-s-salamu ‘alaykum – La paz sobre vosotros
Un buen amigo me ha enviado una de las cartas escritas por Ibn Abbad de Ronda (1333-1391), y hemos aprovechado para commpletar el escrito con unos rasgos de su vida.
Ibn Abbad
Su maestro, Ibn Ašir de Salé dijo sobre él:
Ibn Abbad es la comunidad él solo
Innâ Ibrâhîma kana Ummatan – Ciertamente Ibrâhîm era una Comunidad – dice el Corán (16-120)
Nació en la ciudad de Ronda, hoy provincia de Málaga en 1333, donde residió hasta los nueve años. Su padre Abu Ishaq Ibrahim, le transmitió el Corán, que había memorizado a los siete años. Su tío Abdellah al-Farisi le enseño gramática árabe. Ellos se ocuparon de que recibiese una educación esmerada en su infancia y juventud, tanto en Ronda, como en Tlemecén y Fez.
Siendo ya un adulto bien formado, abandonó Fez durante algunos años para entregarse al conocimiento y la vida de retiro, de la mano del maestro Ibn Ašir[1] en Salé. Permaneció en su compañía hasta la muerte de este.
Volvió a Fez donde residió hasta su muerte (1390), ejerciendo durante quince años de Iman Jatib de la Qarawiyin[2] por nombramiento directo del sultán Abul Abbas en 1375.
Fue un hombre que despertaba amor en su entorno. La puerta de su casa se llenaba de niños esperando que saliese para verle y besarle la mano, también los grandes de la ciudad buscaban su consejo y compañía.
Rechazaba cualquier tipo de gesto de deferencia y distinción del que era objeto por parte de la gente ilustre, y se ruborizaba si alguien le pedía que hiciera suplicas por él.
Dedicaba su tiempo al estudio y la enseñanza, siendo muy difícil encontrarlo en reuniones de cualquier tipo. De modo que la gente que le necesitaba solía encontrarse con él siempre en soledad. Su consejo era muy preciado para todos, pues su imparcialidad y mirada puesta en la eternidad, hizo de Ar-rundi un guía para mucha gente en su vida.
Sus jutbas se conservaron con mucho aprecio y se leyeron en las mezquitas durante siglos con motivo de ocasiones especiales. Al Maqqari (historiador nacido en Tlemcem, consigna haber oído un jutba de Ibn Abbad en Marraqech el día del Maulud, nacimiento del profeta la paz de Allah con él, en 1601.
Al Xatibi, a raíz de una polémica surgida en el reino de Granada sobre la necesidad de tener un šeij vivo como medio de avanzar en la ciencia de los estados y conocimiento divino, o que esto se podía encontrar en los libros de Tasawwuf, le hizo una consulta a la cual respondió por escrito afirmando esta necesidad. Su obra y persona fue muy conocida y respetada en el último siglo y medio del islam andalusí. De esta forma trascendió a los moriscos que se quedaron en la Península, pues hubo dos traducciones aljamiadas de su composición sobre “Las suplicas según el orden de los hermosos nombres de Allah”, texto que se ha recuperado recientemente y que en algún momento se atribuyó a Ibn al-Arabi de Murcia.
Poco mas de veinte años habían transcurrido desde la muerte de Ibn Atail-lah al iskandari, Que Allah este complacido con él, cuando nació Ibn Abbad y algo más de cincuenta cuando el sabio rondeño realizo sus famosos comentarios a los aforismos del sufí de Alejandría, Al-Hikam, vertiendo en ellos el conocimiento que había heredado y la iluminación que Allah había puesto en su corazón.
Desde su profunda sabiduría Ibn Abbad ar-Rundi abrió el corazón de los ulamas de su época, gente tradicionalmente encontrada con el Tasawwf, haciendo que los Hikam de Ibn Atail-lah se introdujeran en los estudios de la Qarawiyin, formando parte de los estudios formales como materia general. Este hecho es una de las bases que hicieron del Islam de Marruecos un modelo de integridad en las tres ciencias del Din: Fiq, Aqida y Tasawuf.
Cuando le llegó el momento de su muerte, apoyo la cabeza en el regazo de un discípulo y empezó a recitar el Ayat Al-Qursi. Cuando llegó a las palabras el Viviente, el Eterno, continuó repitiendo ¡Oh Allah! ¡Oh Viviente! ¡Oh Eterno! Alguien presente le llamó por su nombre y recitó los versículos que seguían, pero el continuo ¡Oh Allah! ¡Oh Viviente! ¡Oh eterno!
Como buen creyente antes de morir lego una gran suma de dinero que había enterrado en la cabecera de su cama, para comprar un terreno y establecer un habus de ayuda a la mezquita. La cantidad se ajustaba a todos los pagos que había recibido del sultán durante los quince años de Imam Jatib. Al-Sakkak nos transmitió este verso compuesto por Ibn Abbad y que habla por sí mismo del ideal de belleza de su autor:
El hombre no adquiere la nobleza si antes no compara el barro de esta tierra con la Eternidad.
Una carta de Ibn Abbad de Ronda
Recomendaciones necesarias para cualquier discipulo que busque el favor constante del Rico, el digno de Alabanza.
Alabado sea Allah.
Quien quiera seguir el camino de la Verdad en su vida religiosa con rectitud, guardarse de su enemigo, librarse de las instigaciones del alma, de sus estados de angustia y de sus veleidades y conseguir el reposo interior, necesita mantener el comportamiento correcto con Dios interior y exteriormente en todos sus estados, pues esta es la actitud de agradecimiento que conlleva un aumento de Gracia.
Se basa en dos principios:
El conocimiento de la inmensidad y grandeza de su Señor, de sus sublimes atributos, de su Santos epítetos, y de la bajeza de su alma, su insignificancia y de sus defectos y enfermedades.
Cuando esté bien consolidado en estos dos principios mirará hacia sí mismo, hacia los actos palabras y estados que Dios le ha dado, entonces se dará cuenta que la bondad, la misericordia la solicitud y la gracia que Dios le ha hecho no puede valorarse por medio de la razón.
Así adquirirá un amor y respeto que le hará sentirse agradecido a Dios contemplando la gracia y el buen trato que le ha dado.
Si se ve así mismo en estado de obediencia, se alegrará del don que le ha hecho su Señor, sin ningún mérito de su parte.
¡Cuánta gente no lo ha recibido!
Debe ocuparse entonces en mejorar su comportamiento, eliminando cualquier deficiencia y consagrándose exclusivamente a su Señor glorificado y exaltado sea.
Gracias a esta atención y comportamiento será mejor que quiénes se dedican con frecuencia a actos de obediencia y de devoción pero les falta esto.
Lo mismo ocurre si se ve favorecido con una buena salud o con beneficios materiales, aunque sean pocos.
Se alegrará y dará gracias a su Señor convencido de que no lo merece.
Su comportamiento será en este caso apoyarse en esas ventajas para obedecer a su Señor, y no emplearlas en actos de desobediencia..
¡Cuánta gente enferma o pobre desearía esto y no les es posible!
Asimismo, si es pobre o cae enfermo o le ocurre cualquier desgracia de este mundo, debe alegrarse pues así sigue la vida de los santos y hombres de virtud que se alegre por el hecho de que su señor no le haya probado aún más como a muchos otros grupos.
El comportamiento correcto en este caso es tener paciencia y no estar decaído ni quejarse, pedir a Dios que le conceda el bienestar que le libre del mal y que le preserve su vida religiosa en este mundo y en el otro.
Si puede encontrar un medio de vida que aumente sus ingresos o seguir un tratamiento que le cure que lo hagan también esto es un buen proceder.
Que agradezca a Allah el poder hacerlo y permitírselo.
Lo mismo ocurre si cae en falta, está distraído y no se comporta debidamente.
No debe pasar por alto los beneficios escondidos ahí.
Puede ser un medio de sentir el temor de Dios, de vencer su amor propio y de recurrir a su Señor, tal y como se narra en la tradición profética:
Si no hubieseis pecado, temería que cayeseis el s algo peor: la vanidad, la vanidad. Cuánta gente comete grandes pecados y encima se encuentra a gusto.
En este caso el buen comportamiento está en esforzarse por volverse hacia Allah con un sentimiento de temor, en pedir perdón muy a menudo en implorar a Dios y en llorar.
Si tiene un amigo o un hermano con quién su religión está a salvo y en su compañía encuentra una ayuda en esta vida, en este caso se incluye marido y esposa, también puede alegrarse y dar gracias.
Cuántos han tenido que padecer por un amigo que les ha echado a perder su vida religiosa y temporal sin poder quitárselo de encima. Su deber en esto es ser fiel a lo que exige la amistad y a las obligaciones fraternas.
Si tiene un medio de vida que le sea suficiente que se alegre y de gracias. Cuánta gente tiene que pedir a los demás, están privados de recursos, sin resignación ni paciencia. En este caso se debe ser sincero con los demás musulmanes, evitar el fraude, guardarse de todo lo prohibido por la ley religiosa a lo que especialmente le exponen sus recursos.
El fundamento de todo esto es la auténtica necesidad de Allah, exaltado sea, de aquel que le pide que le conceda esta disposición y le ayude a ello.
A quién se lo dé, que se alegre y de Gracias.
Cuántos hay que han caído en el amor propio y no se apoyan más que en su inteligencia y habilidad.
El deber en esto es desconfiar de sí mismo sobre la autenticidad de la necesidad de la que hablamos.
[1] Este Ibn Ašir se encuentra enterrado en Fez, en el cementerio que se encuentra frente a la muralla de la ciudad donde asimismo está enterrado Sidi ˤAli Dabbagg.
[2] Es la universidad más prestigiosa del Islâm situada en Fez. Hoy mismo continúa siendo una referencia, seguramente la más válida, en materia de Fiqh y estudio del Corán. Fue financiada hace 1.000 años por la sevillana Fatima al Fihriyya.