Historias sobre la shahada

Por Abdul Karim Mullor

La paz sobre vosotros.

El equipo de Esislam os invita a todos a que nos enviéis la historia de vuestra conversión (shahada) a fin de publicarlas en esta web. Consideramos que en esos momentos, memorables para todos, vivimos una época de innegables emociones. Quizás con estos testimonios muchos hermanos y hermanas se animen a revivir esos momentos para fortificar su Iman, y puede ser que animéis a otros a convertirse al Islam cuando lean los hechos maravillosos que hemos vivido y los quieran hacer suyos a fin de participar con nosotros de esta extraordinaria religión que Allâh ha destinado como guía a toda la Humanidad.

Las podéis enviar a la siguiente dirección email:

Esislam.com@gmail.com

Por favor: escribid vuestro nombre y la ciudad y país donde residís a fin de que los otros hermanos puedan conoceros. Gracias.

También podéis enviarlo por los otros canales donde sabéis que me podéis encontrar.

Muchos creen, y se encuentran en un error muy común, que el Islam es cosa de árabes o cosa de “moros”, cuando en realidad el Islam ha sido revelado para toda la Humanidad. Algunos nuevos conversos, seguramente a causa del propio desconocimiento de todo cuanto rodea al Islam, han caído en grupos que poco tienen de islámicos y mucho que ver con esa época de oscuridad de la que el Profeta – sobre él la plegaria y la paz – dijo que los musulmanes que practicáramos correctamente el Din seríamos una pequeña minoría.

Y esto es así en nuestros tiempos, en los que el conocimiento del Islam de la Sunna y el Consenso ha sido sustituido por la enseñanza del Islam del Oro y del Petróleo.

Con esto el conocimiento del verdadero Islam se ha limitado a grupos que actuamos casi en la clandestinidad, siendo que en realidad lo hacemos entre los cielos y la tierra, a fin de traer a los musulmanes las buenas nuevas de las que otros les privan por su propio beneficio. Pocos medios materiales tenemos, aunque sí un gran conocimiento y una fe que mueve montañas y atraviesa océanos y mares, y que, por la Gracia de Allâh, nos hace pertenecer de todo derecho a ese grupo del que habla el Corán, nombrándolos “gentes del recuerdo”. Y si bien por nuestros propios méritos no hubiéramos obtenido nada, por una Gracia inmensa de Allâh ahí estamos sin duda alguna.

Is’aluka ahlu-d-Dikre ‘in kuntum lâ taˤlamûn – Preguntad a las gentes del Recuerdo si vosotros no sabéis – Corán (21-7 y 16-43)

Es así que para animaros comienzo relatándoos como fue mi conversión.

Mi conversión

Desde mis quince años me propuse no hacer nada en mi vida que no tuviera un sentido preciso, así como que me planteé no cometer injusticia alguna hacia nadie y, a la par, no dejar que se cometiera injusticia alguna. Milité 2 años en la política de izquierdas, hasta los 19, y en ese momento algo entró en mi corazón que me dijo que existía un Dios. No habiendo entonces ninguna referencia de otra religión que del catolicismo me puse a practicar a diario con la idea de acercarme a Él.

Trabajaba, estudiaba y sacaba tiempo para asistir a la iglesia y rezar. Lo practicaba todo a diario, y tal era mi fuerza y encono en ello que en menos de tres años Allâh me hizo ver un muro que me impedía el paso. A un lado del muro una imagen de la Virgen María, al otro lado otra de Jesús. El muro era tan alto que me impedía prosperar, y a los pocos días puede darme cuenta de que esa visión era acertada y que ya no tenía nada que avanzar con mis prácticas diarias. Pues por aquél entonces pensando estaba en tomar sacerdocio o vida monástica para, según yo creía, acercarme más a Dios. Gracias a ese muro desistí. No fue un sueño, fue una visión, tan lúcida que no había dudas al respecto.

Por aquellos tiempos, en Getafe, que era donde yo trabajaba y vivía, había un grupo de jóvenes que se encontraban como yo buscando el camino de la verdad. Éramos unas 30 familias.

Leímos la vida del Šayj Aḥmad Ibn Mustafâ al ˤAlawi, escrita por Martin Ling; asimismo autor de una vida del profeta muy leída y traducida al español por uno de nuestro grupo. Se viajó a Argelia, conociendo allí los continuadores de dicho personaje.

Decepcionado con haber dispensado tres años de mi vida en una mentira; humillado por sentir que habían violado mi intimidad con las argucias de ese rito, al que dicen sacramento, tan malvado, llamado “confesión”; hastiado de agua bendita, de comuniones casi diarias, de las mentiras de Semana Santa, de belenes, de curas y de altares, decidí que mi lugar estaba en el Islam.

 Una religión de la que conocía poca cosa, pero cuyo mensaje conectaba completamente con las exigencias de mi corazón. Pues en el Islam no había tres personas en Dios; solamente un Dios – Allâh – tan Grande que podía saciar mi corazón, necesitado como estaba de acercarse al Creador de todos los mundos.

Hice Šahada el 27 de Enero de 1979, a la hora del ˤIša, salat que hice con los cuatro testigos del momento. Desde aquel entonces hasta ahora, gracias a Allâh, no falté a una sola salat, cumplí con mi ayuno y con las otras obligaciones prescritas por la Religión. Tuve doble fortuna ya que, el grupo musulmán con el que hice la Šahada era el de la Tariqa del Taṣawwuf creado por el Šayj al ˤAlawi, quien, a la par de haber sido un maestro del Sufismo, fue un sabio de referencia en todo el orbe musulmán. Por decir que, como era el ˤalim de referencia en Argelia fue designado en los años 20 para inaugurar la gran mezquita de París.

La suerte que tuve consistió en que en dicha Tariqa se practicaba la Šari’a islámica de la misma manera que en todo el Norte de Africa, es decir, nada de la auténtica práctica legal del Islam, estaba perdido, sino que gracias a ella y a la gran influencia que dicha Tariqa mantenía en el mundo musulmán, el verdadero Islam se siguió practicando hasta que en los años 90 los centros procedentes del Islam del petróleo saudita y los del iraní comenzaron a poblar las ciudades europeas de sus centros, a los que, desafiando toda verdad, comenzaron a llamar “mezquitas” y “centros islámicos”, cuando en realidad no eran ni lo uno ni lo otro, sino un centro de reclutamiento de adeptos; pues según ellos los conversos éramos tan tontos que necesitamos siempre con nosotros un árabe o un persa que nos preparara, por decirlo de una manera jocosa, el biberón.

Poco fui a aquellos lugares que olían a ese líquido viscoso que salía de las entrañas de la tierra; simplemente me presentaba allí para conocer la mentalidad de unos y de otros, a fin de poder comprender en qué estado se encontraba la práctica del Islam.

Volviendo al tema de la Šahada y del grupo con el que la hice, he de decir que las personas que habían comenzado dicho movimiento bien pronto perdieron fuelle debido a la querencia por el puesto y por el poder. El primer revés lo llevé cuando, habiendo soñado por primera vez con el Profeta – sobre él la plegaria y la paz -, oí quejas de los responsables diciendo algo así como: “¿Quién es ese para soñar con el Profeta, qué se habrá creído?” – Cómico como planteamiento, pero representativo del gran mal que aqueja a los musulmanes de estos tiempos; es decir, el creerse alguien y siempre mejor que otros.

Después de la muerte de mi primer maestro, y habiéndome visto en mi Istijara subiendo al Everest que en lugar de nieve tenía hierba, creí que subiría a lo más alto del Din y que simplemente bastaba con seguir el camino emprendido. Pero a los 8 años de esto comprendí que el Everest significaba una persona y no un estado, por lo cual busqué y encontré a mi segundo y actual maestro, de quien todo he aprendido y quien me dio permiso para enseñar fuera en el nivel que fuera.

Antes de seguirle, hice Istijara pidiendo guía a Allâh para saber si debía seguirle, y hube de ver al Profeta – sobre él la plegaria y la paz – predicando en la montaña en la que vivía mi šayj, montaña esta desde la que os escribo en este momento agradecido a Allâh por haberme guiado al Camino de la Verdad y haberme dado el Discernimiento para distinguir lo Verdadero de lo falso y al verídico del impostor.

Y es desde aquí que os invito a contactar con nosotros enviándonos vuestras historias de conversión que iremos publicando por orden de llegada.