Gazali e Ibn Arabi – diferentes estilos y un solo corazón

En el Nombre de Allâh – el Todo Misericordioso, el que Manifiesta Su Misericordia.

Y la plegaria y la paz sean sobre Muḥammad, su familia purificada y compañeros.

Cuando a Muhiuddin Ibn ˤArabi le llamamos “Al Šaij al Akbar” (el más grande maestro) lo hacemos con razón, ya que él, junto con ˤAbdu-l-Qadir Jilani, Ŷunayd al Bagdadi y Abu Madyam de Cantillana, son, con toda probabilidad, los cuatro maestros más grandes del Islâm; y ello entre los hombres, pues nada impide que en la historia no escrita no hubiera mujeres con su mismo grado; cosa que declaramos ahora mismo desconocer por falta de referencias históricas al respecto; que Allâh al Altísimo nos ilumine.

Aunque Abu Hamid Gazali no esté entre ellos no impide para que a su vez haya sido un hombre de basta ciencia, tal y como Hassan Basri, Bastami, Šadili, Darqawy y Al ˤAlawi por poner los ejemplos más destacados, pues la lista podría ser inmensa, como así de hecho la es en nuestra memoria.

He querido escribir estas palabras sobre dos maestros quienes dejaron una inmensa producción escrita detrás de ellos; aún más, dos maestros de cuya obra podemos encontrar traducciones en las lenguas europeas. Dos estilos diferentes de escritura dirigidos a diferentes tipos de lectores.

El estilo de Ibn Arabi

En cuanto a Ibn ˤArabi su estilo es incisivo y profundo, difícil de penetrar, a veces incomprensible por lo elevado del mensaje, incluso por la imposibilidad de la escritura en reflejar las verdades que él mismo contemplaba y relataba. A pesar de lo dicho, es necesario reconocer que fue capaz de escribir para toda clase de lectores cuando describió la doctrina de la Unicidad Divina, tal y como lo hizo en su corta obra maestra titulada “Risalatu-l-‘Aḥadiyya» (Tratado de la Unicidad).

Ibn ˤArabi sabía lo que hacía cuando escribía, siendo así que la mayor parte de sus obras estaban destinadas a abrir las intuiciones espirituales a los millares de discípulos que dejó por todo el orbe musulmán. Viajante infatigable, estuvo varios años viviendo en La Meca, donde escribió su famosa obra “Las revelaciones de La Meca”; más tarde, al final de su vida, se instaló en Damasco, donde murió y donde ahora se encuentra enterrado – que Allâh esté satisfecho de él -.

Ibn ˤArabi era nuestro, de España, de Murcia, todo un honor para esa tierra y este país. Vivió en Al Andalus donde tuvo varios maestros, entre ellos dos mujeres de quienes relata algunos hechos en una de sus obras, traducida por Miguel Asín Palacios titulada “Vida de santones andaluces”.

Pasa desapercibido para muchos su faceta de ˤalim o doctor de la Ley Islámica, pues poco o nada escribió sobre fiqh y cuando lo hizo fue para concederle otra dimensión. Incluso, destacó como sabio del hadiz editando una colección de hadices qudsi titulada “Miškat al Anwar” (El tabernáculo de las luces)

El estilo de Gazali

Abu Ḥamid Gazali fue primeramente ˤalim y después ˤalim y maestro sufí, y hasta el final de su vida compaginó ambas misiones, siendo un sabio de la ley de referencia en su época. Pero murió joven, no habiendo dado por concluida su obra, la cual prometía numerosas otras maravillas en caso en el que Allâh le hubiera alargado la vida.

Dada su función y responsabilidad de doctor de la Ley, Gazali estaba obligado a expresar las verdades espirituales interponiendo más velos dialécticos entre ellas y la escritura.

Estilo pausado, amable, didáctico; es como si el profesor te fuera haciendo leer palabra a palabra, casi sin necesidad de esfuerzo. Poético a veces, otras sublime, su pluma era de oro, en apariencia y en fondo.

Es pues una escritura ideal para aprender de cero, ya que ella arranca en el corazón, se filtra en el cerebro y se explica en el cuerpo, siendo el cuerpo la obra escrita.

Diferencias

¿En qué reside entonces la diferencia entre estos dos maestros, en lo que a su escritura se refiere?

Si debiéramos expresar la respuesta en una sola frase diríamos que “Ibn ˤArabi escribía desde el cielo a la tierra, mientras que Gazali escribía desde la tierra al cielo”.

La fuerza de las revelaciones Divinas en Ibn ˤArabi es el hilo conductor de sus escritos. El escribía en estado de Kašf (desvelamiento); eso lo podemos observar claramente en el título de su obra maestra por excelencia “Las revelaciones de la Meca”. ¿Cómo poder hacer encajar unas realidades de tan grande alcance en las limitaciones propias de la lengua y de la escritura? Es por eso que sus palabras desbordan, alertan, activan el espíritu, quien leyéndolas trata de imaginarse lo que no puede, trata de ir más allá sin ser transportado del “aquí”, rayando el filo de lo imposible.

Es por eso que su obra fue mal comprendida, y muchos, queriendo analizarla a su manera, se extraviaron y comprendieron algo muy diferente.

Gazali escribe como siendo “el amigo del buscador”; como un profesor de educación primaria que te ayuda a tomar la pluma y a escribir tú mismo sus palabras. Gran didacta, sin duda, sagaz, delicado, fino, luminoso. Es por ello que yo siempre recomiendo leer su obra a todo aquél quien por primera vez quiera acercarse a la espiritualidad. Gazali nos habla del amor, partiendo de nuestro amor mundanal, mientras que Ibn ˤArabi implanta e impone el Amor Divino en la Tierra.

Dos estilos, dos grandes plumas, dos grandes maestros, quienes hoy y siempre iluminan el mundo con esas verdades, que procedentes de lo Divino, se plasman en letras en esta tierra.

Prácticamente lo único que me queda por deciros es que vayáis a comprobar la realidad con lo escrito, y que lo comparéis por vosotros mismos.

Abdul Karim Mullor