Fuego se frío para Abraham
Fuego se frío para Abraham
Cuando dijo a su padre y a su pueblo: « ¿Qué son estas estatuas a cuyo culto estáis entregados?» 53. Dijeron: «Nuestros padres ya les rendían culto». 54. Dijo: «Pues vosotros y vuestros padres estáis evidentemente extraviados». 55. Dijeron: « ¿Nos hablas en serio o bromeas?» 56. Dijo: «¡No! Vuestro Señor es el Señor de los cielos y de la tierra, que Él ha creado. Yo soy testigo de ello. 57. -¡Y por Alá!, que he de urdir algo contra vuestros ídolos cuando hayáis vuelto la espalda-». 58. Y los hizo pedazos, excepto a uno grande que les pertenecía. Quizás, así, volvieran a él. 59. Dijeron: « ¿Quién ha hecho eso a nuestros dioses? Ese tal es, ciertamente, de los impíos». 60. «Hemos oído», dijeron, «a un mozo llamado Abraham que hablaba mal de ellos». 61. Dijeron: « ¡Traedlo a vista de la gente! Quizás, así, sean testigos». 62. Dijeron: « ¡Abraham! ¿Has hecho tú eso con nuestros dioses?» 63. «¡No!» dijo. «El mayor de ellos es quien lo ha hecho. ¡Preguntádselo, si es que son capaces de hablar!» 64. Se volvieron a sí mismos y dijeron: «Sois vosotros los impíos». 65. Pero, en seguida, mudaron completamente de opinión: «Tú sabes bien que éstos son incapaces de hablar». 66. Dijo: « ¿Es que servís, en lugar de servir a Alá, lo que no puede aprovecharos nada, ni dañaros? 67. ¡Uf, vosotros y lo que servís en lugar de servir a Alá! ¿Es que no razonáis?» 68. Dijeron: «¡Quemadlo y auxiliad así a vuestros dioses, si es que os lo habéis propuesto…!» 69. Dijimos: « ¡Fuego! ¡Sé frío para Abraham y no le dañes!» (21-52 a 69)
Ibrâhîm condenado al fuego
Esta lectura nos inspira varias reflexiones, siendo la primera de todas ellas la de que nadie es Hacedor ni Dador, ni Divinidad, sino Allâh. Todos los demás somos siervos de Él, de grado o por fuerza.
Ahora bien, si nos quedamos únicamente en esta reflexión desde luego que habremos acertado; no obstante, y aun así, no es esto lo único que podemos extraer de este episodio.
El ídolo que predominaba sobre todos los demás es nuestra Nafs ‘ammara bi-s-su’i, es decir, nuestra nafs repleta de suciedad u oscuridad. Y es ella el más grande de todos porque es la que se establece en su propio pedestal tratando de imponer su voluntad, llegando, en muchas de las ocasiones, a contradecir la Voluntad soberana de Allâh.
Los pequeños ídolos son los sentidos, los cuales esperan verse satisfechos por la voluntad directora de esa nafs que les provee de sustento y de goce.
Ciertamente, este conjunto de deidades, cuando uno se deja gobernar por ellas, son los ídolos que nos separan de la verdadera adoración. Nuestro Ibrâhîm se encuentra dentro de nosotros, es nuestro Ruḥ, el cual siempre hace llamada a la Verdad, a que escuchemos el Mensaje divino en la obra artística y acabada a la perfección de nuestro ser. Es cuando nuestro Abraham – sobre él la paz – predica en nuestro interior que el nafs, al escucharle, comienza a criticarse a ella misma, dejando pasar a través de ella las palabras de Allâh, convirtiéndose así en nafs al lawama (el nafs que se auto recrimina), lo cual es el inicio de su proceso de purificación. Cuando ella se encuentra purificada se convierte entonces en nafs al mutma’inna, aceptable y aceptada por Allâh, pasando entonces, en pleno derecho a pertenecer al pueblo de Ibrâhîm – sobre él la paz -, a su progenie y a su estirpe espiritual.
Asimismo podemos aplicar estas aleyas del Corán a la labor que realiza un educador espiritual, el cual nos hace reconocer dónde se encuentran los ídolos que adormecen nuestra alma y la incitan a rebelión.
Algunos quisieran echar al fuego a quien dice la Verdad; a quien les recuerda sus equivocaciones, a quienes, siguiendo las directrices de los mandatos divinos, pretende derribar los ídolos que ellos mismos se crearon; pero Allâh dará la Victoria a los que luchan por la Verdad; porque la Verdad queda y el error está destinado a desaparecer.
Este maestro, de la estirpe espiritual de Abraham nos ayuda a distinguir los mensajes internos de nuestro ser, indicándonos lo que procede de Allâh y lo que, al contrario, procede del nafs o de las sugestiones del chaytan. Es, sabiendo esto, que podremos distinguir entre lo qué es de la Voluntad divina y lo que procede de nuestros velados caprichos, pues, como dice el hadiz, lo que más ama el chaytan es mezclar la mentira con la Verdad. Es así que sus detractores intentarán quemar en el fuego, tanto a maestro como a discípulo, descontentos con su conocimiento, su manera de actuar y su servidumbre hacia Allâh.
Pero entonces el fuego se volverá frío y Abraham saldrá airoso del lance una vez más. Nuestros enemigos y nuestros ídolos se encuentran en el interior; no es necesario ir a buscarlos fuera de nosotros; porque cuando dentro de nosotros se abran las puertas de la aceptación de lo que viene de Allâh, de poco nos servirán nuestras ideas preconcebidas y nuestras posiciones; de poco nos servirán los ecos de aquellos que pretendían ser voces; veremos la Verdad y estaremos en consonancia con ella, estemos donde estemos