Filosofía islámica II

A-s-salamu ‘alaykum – la paz sobre vosotros

Hace unos días presentamos la primera parte del libro titulado “Filosofía islámica” escrito por el Šayj Aḥmad Ibn Muṣtafâ Al ˤAlawi.

Hoy presentamos los siguientes capítulos. Poco a poco lo iremos descubriendo, hasta que, habiendo presentado los últimos capítulos y las conclusiones, lo pasemos a engrosar las publicaciones de nuestra Biblioteca.

TERCERA TESIS

La naturaleza de las relaciones del hombre con sus orígenes inferiores.

 La cadena de los seres se encuentra perfectamente organizada (Muhkamatu-t-Tanasuq); así, necesariamente, la humanidad y la animalidad se encuentran imbricadas la una en la otra. En cuanto a la imbricación del elemento animal en el elemento vegetal es visible en la coordinación armoniosa de estos dos elementos en el proceso natural, así como en la capacidad común de crecer, menguar y moverse.

 Esto permite integrar la animalidad en el reino vegetal. Y ello nos parece verdadero aún haciendo abstracción de la Revelación, a pesar de la claridad de esta: “Allâh os ha hecho crecer de la tierra al igual que a las plantas, después El os devolverá a ella y de ella os hará surgir.” (Corán 71-17).Así pues, nos está permitido decir que el animal no es sino un vegetal que ha sido separado de la tierra y que se nutre por arriba, mientras que el vegetal no es sino un animal el cual ha sido fijado a la tierra y que se nutre por debajo. “Allâh ha creado a todo animal a partir del agua”. (Corán 24-43) es dicho en el Corán, y aún: “Nos creamos toda cosa a partir del agua” (Corán 21-30)

Conclusión de la tercera tesis

Esté seguro el hombre que la sola adquisición de las virtudes (‘iktidab al-‘ada’il) puede distinguirle de sus orígenes inferiores. Allâh ha dicho: “El más noble de vosotros es el más virtuoso” (Corán 49-13).

CUARTA TESIS

El hombre no es sino un animal que se distingue por una característica específica que se encuentra en él

 No es necesario verse dotado de una gran fineza de espíritu para poner en evidencia el lazo el cual une al hombre con la animalidad. Admitiendo que el hombre forma parte del género animal y que los animales se dividen en varias especies, entonces lo que constituye la humanidad en la persona es su elemento específico (Al-Jassiya). Sin este elemento específico el hombre no podría existir.

 Entendemos por elemento específico aquello lo cual diferencia al hombre del género animal, al cual pertenece, y le coloca en una posición completamente aparte. Pero dicho elemento es menos fuerte en él que el elemento animal; siendo pues más animal que humano.

 Que él compare estas manifestaciones corporales (Awaridahu al-badaniyya) a sus aspiraciones espirituales (Nawasi’ihi a-r-ruhhaniyya); constatará sin duda alguna la debilidad de estas últimas; así podemos apercibir como las relaciones de los hombres unos con otros se asemejan fuertemente a las de los animales entre ellos, siendo incluso, en algunos casos, peores.

 Así pues, el concepto de humanidad parece vacío de contenido alguno. Y aún si esta humanidad gozara de una existencia real, ella sería, sea ineficaz, sea subrepticiamente activa (ma’dumatu a-t-tahir aw’amila fi’l-jafa), de temor de ser devorada por las bestias feroces. De otra manera, ella hubiera surgido en otro lugar el cual pudiera ser notado.[1]

Conclusiones de la cuarta búsqueda

 Que cada uno constate a su alrededor, en qué medida sus semejantes se encuentran próximos de la animalidad y de la humanidad; y que no olvide extraer conclusiones.

QUINTA TESIS

Respuesta a la cuestión de saber qué es el hombre

 El hombre es un ser capaz de multiplicarse y de gobernarse él mismo. Ciertamente, uno no puede definirle así sino es en la medida en la cual se le puede ver y tocar; pero, si tomamos en consideración el hecho de que sus sentidos no sobrepasan el estadio de la animalidad, esta definición entonces, aparece como no-satisfactoria. Estamos pues obligados a decir, para llegar a definir al hombre, que la noción hombre comporta una doble significación:

 La primera concierne al hombre corporal el cual podemos ver y tocar, caracterizado por las particularidades de su especie.

 La segunda concierne al hombre en tanto que poseedor de ciertas cualidades y características, de las cuales, la principal de ellas le eleva por encima de los instintos naturales y de todo cuanto se encuentra en la naturaleza del mal.

 La primera podría ser nombrada “el hombre conocido” (al-‘insan al-ma’qi) y la segunda “el hombre ignorado” (al-insan al mayhul). No nos queda entonces sino repetir: “Si te interrogan al sujeto del espíritu, di: “El espíritu procede de la Orden de mi Señor” (Corán 17-85)

 El hecho es que no podemos conocer este “hombre ignorado” detrás de esta forma densa (a-š-šaklu-l-jatif) y este temperamento duro (a-t-tabu-l-mutahaŷŷir), que en la medida en la cual él manifiesta a veces grandes capacidades intelectuales (min bu’di-l-madarik) y una muy fina sensibilidad (wa raqiqi-š-šu’ur). Como consecuencia de la contemplación de esto nos extrañaremos diciendo: “¡Allâh no lo quiera, este no es un simple mortal!” (Corán 12-31).

 No obstante, aunque se trate de un ser humano, deseamos conocerle. ¿Quién puede informarnos acerca de él, para así refrescarnos el corazón, a la vez que tranquilizar nuestro espíritu? Las facultades del ser humano ¿pueden permitirle alcanzar un conocimiento profundo de la esencia del hombre (Kunh ma’na-l-‘insan)? La consideración de la analogía muestra que ello no es posible.

 He constatado, en efecto, que cada una de sus capacidades de aprensión era incapaz de alcanzar su propia esencia. El ojo, por ejemplo, es incapaz de mirarse a sí mismo, y así para todas las demás. Aún la razón, la cual comprende aquello lo cual puede ser conocido, se encuentra incapacitada para conocer cuál es su naturaleza precisa.

 Estos ejemplos nos muestran que el ser humano es incapaz de alcanzar su propia esencia, a menos que Dios le eleve hasta El. Sin embargo, él puede siempre pretender que la esencia humana (Al-Ŷawharu-l-‘insan) es la cosa más noble de todo cuanto el universo contiene.

Conclusión de la quinta tesis

 Es necesario que el hombre utilice su inteligencia (Istij Dam al-Qariha wa stilfatu-n-nasar) y dirija su atención hacia aquello lo cual hace de él un ser humano, y esto conformemente a la palabra divina: “¿Acaso no os veis a vosotros mismos?” (Qur’an 51-21). Puede ser que encuentre así lo que busca. Y también: “Aquel quien se conoce a sí mismo conoce a su Señor”, dice la Tradición.


[1] Este pasaje debe ser entendido como en el caso hipotético en el cual la humanidad del hombre no se imponga a su propia animalidad. Es como si el chayj estuviera abriendo el debate sobre el alcance de la humanidad y el de la animalidad en el ser humano, en cuanto a presencia predominante se refiere. También se debe entender que si el elemento predominante del ser humano hubiera sido la humanidad en la mayoría, entonces probablemente hubiera sido formado en condiciones diferentes a aquellas en las cuales ha sido creado.