Entre los verdaderos creyentes – Amor y Luz

A-s-salamu ˤalaykum – La paz sobre vosotros

Hemos dicho en otras ocasiones que el musulmán es una cosa y el mu’min (verdadero creyente) es otra. Ser verdadero creyente puede significar el trabajo de toda una vida, aunque cada uno dentro de este ámbito, tiene el grado específico que le ha sido acordado por el Sabio, Majestuoso.

El musulmán se preocupa únicamente de creer en la Unicidad de Allâh – exaltado sea – en la profecía de Muhammad – sobre él la plegaria y la paz – y en los otros pilares del Imâm, dedicando su comportamiento al cumplimiento de lo obligatorio, la sustracción de lo prohibido y a acumular buenas obras en gesta de su provecho personal. Mientras que el mu’min ha traspasado esta barrera y se ha erguido para continuar el camino a donde el muslim (el musulmán) no consigue llegar.

Algunos han preguntado qué le hace falta a un musulmán cualquiera para llegar a ser mu’min, pensando de manera incorrecta que todo se trata de acumular buenas obras como si se tratara de una carrera de fondo, de una maratón. Estos tienen la mentalidad del musulmán y no llegan a captar en sus espíritus lo que pudiera ser un mu’min, llegando algunos, en razón de este desconocimiento, a negar simplemente lo que no conocen. Porque tienen en la mente y como meta el provecho personal de alcanzar la recompensa Divina, y por tanto el Paraíso. En toda evidencia, no podemos decir que esta aspiración sea ilegítima, ni mucho menos que no sea buena, que lo es, y mucho; pero sí diremos, con todas las de la ley, que es insuficiente cuando lo que se quiere es acceder a los grados del Imân.

Siempre hemos dicho que el paso de musulmán a verdadero creyente no puede ser dado sino existe una metamorfosis previa; una transformación interior en toda regla. Pues, para que esto ocurra, hay primeramente que prescindir de todo el ruido interno que generan nuestros logros personales en la carrera por obtener recompensas.

Para que esa trasformación suceda, y cada vez lo hace en menos ocasiones, hay que:

Realizar la tarea que Allâh nos ha dado, tanto en la vida familiar como laboral, con dedicación, optimismo y espíritu de sacrificio y mejora.

Dejar de escuchar el ruido que las palabras ajenas generan en nuestro interior, y con ello, separarse de algunas influencias y de hacer competencia con otros.

Tener una sinceridad externa e interna a prueba de cataclismos. Actuar conforme a lo que estamos convencidos que debemos hacer, y estar seguro que esa convicción con la que actuamos se basa en la Verdad, y no en convicciones personales o ajenas.

No hablar sino la Verdad. Poner una barrera en nuestra lengua cuando no conocemos algo, sabiendo callar e inspeccionar. No seguir a embusteros y aprender a reconocerlos.

Auto criticarnos cuando hacemos o pensamos mal; no viendo en nosotros sino es un ser imperfecto y débil necesitado de ayuda y de fuerzas.

Ser misericordioso con el prójimo, dando limosna sin que nuestra mano izquierda lleve la cuenta de lo que da nuestra mano derecha.

No pensar que los demás realizan actos con mala intención, a no ser que la prueba de ello sea contundente.

Preservar los derechos ajenos, ya sea sobre nosotros mismos o nuestra familia, o personas sobre las que tenemos una responsabilidad.

No envidiar, no guardar rencor, no desear mal a nadie, aunque se haya demostrado que se trate de nuestro enemigo.

Tener esperanza en Allâh, a la par que temor, considerando que nuestra alma tiende al mal, como dijo Yussuf – sobre él la paz -, obrando así en consecuencia.

Escuchar el buen consejo y obedecer a las gentes del Recuerdo, tal y como ordenan el Corán y la Sunna.

No auto engrandecerse mediante el orgullo, ni llevar la cuenta de nuestros aciertos y obras puras. Simplemente actuar fi sabili-l-Lâh; con eso es suficiente. Olvidar el bien que hemos hecho, inmediatamente después de llevarlo a cabo. ¿Para qué acordarse de él, si somos gente imperfecta?

Amar a quienes Allâh ama y lo que El ama, y detestar lo que El detesta.

Buscar siempre la decisión divina sobre nuestras acciones, intentando saber cuál es Su voluntad.

Ir más allá de la Paciencia, a la Reda (satisfacción), aceptando Su Voluntad – alabado sea – en lo que nos sea posible.

Tawakkaltu ˤala-l-Lâh – Confiarse en Allâh – Azza wa ŷalla

Y seguro que quedan aún más cosas…

Entre los creyentes (mu’minin)

Hermanos, muchas son las aleyas y los hadices que nos enseñan le hermandad, la colaboración, el amor que debe darse entre los creyentes. Pues es la Maḥabba la verdadera característica de los verdaderos creyentes, la cual los lleva hasta la Firasâ, que es la característica, junto con el Yaquin (certeza), que adorna a los creyentes de los más altos rangos.

Ya el Corán dice que Ibrâhîm solo contaba como una Umma. Ya el hadiz nos dice que siempre habrá al menos 40 de la Umma con el corazón como el de Ibrâhîm; es decir, 40 Ummas. Pero cuando la Umma se forma con la colaboración de todos los verdaderos creyentes, será, sin duda alguna, más fuerte y esplendorosa. Pues hartas son las citas que nos indican los inmensos beneficios de la ayuda mutua entre las gentes de Allâh.

¿No dice el hadiz que las almas son como soldados y cada una se alinea con aquellos que se le asemejan? ¿No dice la Sunna que aquellos que se aman se encontrarán entre ellos en el Paraíso?

La fuerza de la Unión es un reflejo del Tawhid. Y los mu’minin, los verdaderos creyentes son, nada más y nada menos, que un ejército de élite. Entre ellos hay soles, lunas, estrellas y planetas. Brillan, sino es con brillo propio, por reflejo de quienes dan luz; pero brillan al fin y al cabo.

El Mundo necesita que los verdaderos creyentes, se busquen, se unan, para ser el reflejo de esa Luz divina que todo lo aclara con su resplandor maravilloso.

Luz con luz, luz sobre luz, luz en busca de la luz. Es así como deben ser los verdaderos creyentes; se deben buscar los unos a los otros porque el lazo del Amor es el que nos lleva hacia el conocimiento del Tawḥid; de la Unicidad divina, que no tiene límites ni en el espacio ni en el tiempo.

Aunque uno esté en la Luna y otro en Marte, el verdadero creyente debe buscar a su hermano, sabiendo que ello complace a Allâh sobremanera.

¡Qué Allâh nos asista! Amin.