El Tiempo – su naturaleza – ganarlo o perderlo
Ganar o perder el tiempo
Como ya hemos dicho en otras ocasiones, el Tiempo es la línea sobre la que transcurren los acontecimientos de la vida y de la Historia.
El Presente no existe como tal. Nadie puede atraparlo en sus manos, puesto que en el tiempo de hacerlo ya ha pasado el instante que quisimos retener con nosotros.
Efectivamente, en esto hay un signo para los que reflexionan. Es decir, si el Tiempo se correspondiera con la suma de los momentos presentes, siendo que estos momentos son inaprensibles, podríamos concluir que en toda lógica no existe. Esto, de alguna manera es así. Pero el Tiempo existe; sabiendo lo cual, habremos de comprender que el Pasado y el Futuro constituyen dos realidades innegables.
Si el Presente no existe no es por lo rápido de su transcurrir, sino porque su existencia se encuentra en otro plano; y desde ese plano se implica en el Pasado y en el Futuro por proyección. Y es que el Presente es el califa del Tiempo. El Presente es aquél que da cuentas a Allâh, se encuentra ligado a Él y desciende hasta este mundo ocupando la plaza teórica del Futuro y la real del Pasado. Si solamente supiéramos comprender esto, de alguna manera podríamos aprovechar una parte del mensaje una parte del hadiz que dice:
No injuriéis el Tiempo, pues Yo soy el Tiempo (Muslim)
Y así se podría llegar a comprender esa Presencia divina que se encuentra más cerca de nosotros que nuestra vena yugular.
Y, habida cuenta, que esa línea del Tiempo es alimentada por la Presencia de Allâh entonces podremos concluir que el Tiempo es sagrado y que todo cuanto perdamos de él o desperdiciemos es una actitud errónea, que sería irreversible si Allâh no fuera lo suficientemente Misericordioso para ofrecernos una oportunidad, y otra, y otra, y otra…
Pero la mayoría no reflexiona…
El Corán incide en que debemos tomar el ejemplo de las generaciones pasadas y reflexionar sobre sus éxitos y fracasos. Al igual que El – Glorificado sea – nos pone como ejemplos a aquellos pueblos que fueron exterminados a causa de su desobediencia; también, El, en Su Corán, nos ofrece los bellos relatos de Sus profetas y elegidos.
La gestión del aprovechamiento del tiempo no pasa por el estrés, ni por la actuación in situ tendente a acumular lo que se llama hassanats (buenas obras). Su gestión inteligente pasa por planificar un objetivo y seguirlo día a día. Este objetivo ha de ser el motivo de nuestras vidas. Y si se trata de un objetivo noble, el mejor de los que podamos tener en nuestra vida, todo el tiempo que pasa mientras se persigue cuenta como aprovechado, seamos conscientes o no lo seamos en cada uno de los momentos.
Es así que el Tiempo se gana o se pierde, no minuto a minuto, sino dependiendo de los objetivos que nos hayamos trazado de manera consciente.
Volviendo a la naturaleza del Tiempo, alguno diría que el Tiempo existe porque lo podemos medir con un reloj. Ahora bien, la aguja de éste no se para en ningún instante, dibujando de manera clara en nuestras mentes que el Presente no se puede observar ni atrapar. Nunca es ahora. Siempre fue y será.
Vemos que esa línea no tiene alteraciones; es decir, los días, las semanas, los meses y los años transcurren sin variación alguna. Esto nos inspira en el hecho de que en nuestra vida debe haber un objetivo principal que entronque con esa línea de manera coherente. Podremos tener diferentes objetivos en nuestras vidas, siempre que no sean excluyentes los unos con los otros. Pero solamente podemos fijar como meta un objetivo principal, dejando los otros en segundo plano.
Esto último corresponde a una decisión esencial en nuestras vidas que harán que estas deriven hacia el éxito o la pérdida. Si hemos elegido bien, hemos ganado la vida. En caso contrario, nos habremos engañado a nosotros mismos.
La Vida no es cuestión de vivirla “intensamente” como dicen algunos. Hay que vivirla “inteligentemente”. El exceso de alegría o de tristeza puede ajar el corazón. En la Vida pues, no es cuestión de “sentir”, es cuestión de “ser”. Y este “ser” si queremos convertirlo en una fuerza motriz, en una realidad substancial, ha de ser sólido, bien establecido. Este “ser” debe tener las raíces en la tierra y las ramas en lo más alto de los cielos.
Y esto solamente puede llegar a producirse si aprovechamos nuestro paso por la línea del Tiempo de manera sabia y exitosa.