El Sufismo invadido por la Masonería

El Sufismo invadido por la Masonería

Antes de entrar en detalles, voy a comentar a manera de pequeña introducción el tema central de este escrito:

Es en la actualidad una realidad contrastable la irrupción de sectores de la Masonería en los grupos islámicos. Ya tratamos en anteriores escritos como los amigos de la escuadra y el compás habían comenzado a introducirse en las nuevas doctrinas islámicas como consecuencia directa del dominio político inglés en Oriente Medio. Hoy, vamos a tratar su irrupción en el Sufismo y las técnicas que utilizan para adentrarse en unas tariqas, históricamente consolidadas, y crear otras de nuevo diseño. Todo esto es inconcebible sino hacemos algo de Historia.

Las épocas del Sufismo

El Sufismo como tal tomó su nombre tardíamente, aunque su realidad, tal y como hemos demostrado en varias ocasiones, procede de la época del Profeta – sobre él la plegaria y la paz – y los compañeros, ocupando el lugar sagrado en el que se encuentran los estados elevados del Imân y del Iḥsân.

Esta doctrina espiritual del Islâm, cuyo objetivo es purificar el alma, siguió en las dos generaciones posteriores al Profeta y en las siguientes hasta que llegó una época en la que comenzó a disminuir el número de sus adeptos, lo cual coincidió históricamente con los albores del siglo XVIII dc.

Esta doctrina insigne no solamente dio al Islam hombres de espíritu, sino también de Ley (Šari’a), del Ḥadiz y del resto de las ciencias, como es la Medicina, por poner solamente un ejemplo.

Los primeros sufís, como hemos dicho, fueron los compañeros del profeta, especialmente sus más allegados y un grupo llamado Ahlu-s-Sufa quienes se reunían todas las tardes en la mezquita para recibir especial enseñanza de Muḥammad, junto a la casa de ˤAiša – que Allâh esté satisfecho de ella -. Mención especial merece Ways al Qar’ani, sobre el que Muḥammad dijo cosas maravillosas.

Posteriormente vinieron gentes como Ḥaṣṣan Baṣri, Rabia al Adawiya, Sufyan Tsawri, Zawban y algunos más en aquella época dorada en la que los sufís hacían sus invocaciones en las mezquitas, y también en grupo, en el campo y en las montañas. Una época en la que ellos gozaban de una reputación inmaculada. De ellos fueron los fundadores de las cuatro escuelas jurídicas (Malik, Abu Hanifa; Šafi’i y Abu Hanbal), historiadores y sabios como Tabari, renunciantes a la Dunya como el antiguo sultán de Balj Ibrâhîm Ben Adham, quien renunció al sultanato para dedicarse a la adoración.

Luego llegó aquella época dorada de Ŷunayd, de Mansur al Hallaŷŷ, de Bastami, de ˤAbdul Qadir Ŷilani, ˤAbdu-s-Salam Ibn Mašiš, Šadili, Abu Hamid Gazali, Abu Madyam de Cantillana, Ibn ˤArabi, Rumi, Šams Tabrizi, ˤAbdul Karim Ŷili, Abul Abbas Mursi, Ibn Masarra, Ibn Abbad de Ronda, etc.

En esta época el Sufismo era la Ciencia de las ciencias; el arte de las artes. El gran maestro Ibn ˤArabi, encontrose con Ŷalaluddin Rumi y Šams Tabrizi en Konya, y formaron espiritualmente a los guerreros que iban a formar el califato turco: Ertugrul y su hijo Ozman (fundador del califato Ozmani). El Sufi era asimismo guerrero ayudando a los musulmanes en el ŷihad. Casi nadie conoce que Abu Madyam de Cantillana perdió una mano en la Guerra Santa.

Insignes eruditos del Islam, como Ibn Kazir, famoso por su tafsir del Corán, Suŷuti, conocidísimo sabio del hadiz y médico, fueron sufís, y ellos ayudaron desde sus cátedras del Fiqh para actualizar y renovar los principios de la Religión adaptando las aplicaciones de ésta a sus respectivos tiempos.

Llegó la tercera época dorada del Sufismo que nace con Mawlay al ˤArabi A-d-Darqawi, sigue con Ahmad Zarruq, Buzidi, Ibn ˤAŷiba, y termina con el argelino Aḥmad Ibn Muṣtafa Al Alawi – que Allâh esté satisfecho de todos ellos; hasta que a la muerte de este chayj el Sufismo pierde un gran número de personas que acceden a la pureza espiritual, coincidiendo curiosamente con el desmembramiento del califato turco en múltiples países en los que entraron las potencias europeas al colonizar. Inglaterra en Siria, Palestina, Iraq, Jordania, Arabia Saudita y Egipto. Francia en Argelia, Túnez y Marruecos. Italia en Libia; España en el Norte de Marruecos.

En toda evidencia, este descenso espiritual general no se debió a temas eminentemente políticos sino a una relajación religiosa que no solamente agredió al Sufismo sino al Islâm en general. Una relajación que continúa multiplicada por cien en nuestros tiempos y que, como vemos, no tiene una explicación política, ni tan siquiera cultural, aunque ambos factores puedan incidir el ella.

Hubo un gran declive en este sentido a partir de los años 30 del siglo XIX, otro más grande aún en los años 50 y 60; otro definitivo y extraordinario desde los 80 hasta nuestros días; días estos en los que los estados espirituales de los verdaderos sufís son desconocidos por casi todos y han quedado como una anécdota de los escritos de cada una de estas épocas que hemos mencionado anteriormente. Hoy, todo ha llegado a un punto tal que en ninguna de las tariqas que cuenten con un número importante de miembros se puede ver una realización espiritual efectiva, y sí, un amor desmedido por el dinero y por el poder de parte de aquellos quienes deberían en un principio estar al servicio de la Comunidad de los creyentes.

Es cierto que a finales del siglo XIX y principios del XX hubo una gran matanza de sufís, tanto en ˤArabia Saudita de mano de los wahabitas y en Turquía a manos del masón Ataturk (espía de GB en el país otomano) quien deshizo lo que quedaba del califato. Aun así, esas matanzas, aunque formen parte de las razones del gran declive espiritual, no son la mayor razón de dicha relajación.

Algunos eruditos árabes como Sayyid Qutb, Hassan al Banna, Badiuzzaman Said al Nursi, Ŷamaluddin Afgani y Muhammad Abdu, bajo la excusa de favorecer y defender el Sufismo inyectaron los ideales masones en el mundo musulmán.

Este declive ha producido que solamente algunos, como nosotros que estamos escribiendo estas palabras, hayamos quedado como salvaguarda de la conservación de los valores espirituales del Sufismo, que conservemos los principios intactos y sin mácula para así estar en la facultad de mostrarlos a todo aquel que tenga necesidad de ellos. El Patrimonio que se encuentra en nuestras manos es de tal envergadura que a veces nos encontramos abrumados de tanta responsabilidad; aunque también es cierto que Aquel quien todo lo crea y mantiene, da fuerzas para ello.

Es en razón de esta conservación intacta de la Doctrina Sufi que se encuentra en nuestras manos, estamos capacitados para inspeccionar, verificar, ratificar y juzgar dónde hay Sufismo y dónde no; quien es un verdadero maestro sufí y quien es un impostor. Y a fe, ¡por Allâh! Que podemos verlo con mucha claridad, gracias a Aquel que cuida de Sus sabios y de Sus amigos fieles.

Nosotros, los herederos efectivos del Šayj al ˤAlawi, último gran chayj sufí de nuestros tiempos, fallecido en 1934. Hemos sobrevivido a la masonización de parte de esta tariqa y a la división en varios grupos, pues nuestro vínculo ha arrancado de la misma fuente y no se ha visto alterado por nada.

En razón de esto hemos observado cómo, hoy por hoy, las hordas masonas se encuentran colonizando esas antiguas tariqas sufís, donde antes había realidad espiritual y hoy no, creando además otras nuevas nacidas del ocultismo más diablesco. Esta colonización, no obstante, no podría darse si en aquellas tariqas en las que entrar hubiera un verdadero maestro, pues éste mismo les hubiera expulsado de ella sin juicio, testigos ni sentencia; simplemente mostrándoles la puerta de salida nada más entrar. Pero, donde hay amor al dinero, el Diablo tiene su morada, y él posee las almas de aquellos infames embusteros que se hacen pasar por maestros espirituales sin ser otra cosa que usurpadores y malhechores en el mundo de la Religión.

¿Qué es entonces la Masonería?

El dios masón es Belzebú; una representación del diablo.

Su fin es que el mundo adore a Belzebú llamándole Dios. De esta manera ellos, que no son creyentes, hacen creer al mundo que sí lo son, llamando Dios a otra cosa de lo que las gentes entienden por tal.

Podríamos decir, al menos es correcto desde el punto de vista histórico, que la Masonería nació con los caballeros templarios y los rosacruces en la Edad Media aprovechando la excusa de las cruzadas. En realidad, bajo la excusa de Jerusalén, los cruzados intentaban erradicar el Islâm y cambiarlo por su atea religión. En este impasse la conquista en 1453 de Constantinopla por parte de Mehmet II, a quien el Profeta elogia en un hadiz, fue el final del poder de los templarios, ya que, en su afán de hacerse con el poder, ellos habían desafiado al propio Papa perdiendo la apuesta. Uno de los golpes de gracia a los templarios fue dado al comienzo del sultanato Otomano por Ozman (hijo de Ertugrul) con la inestimable ayuda de su maestro espiritual, el famosísimo sufí Ŷalaluddin Rumi.

Pero el verdadero principio de este arte diabólico, mencionado en el Corán, lo encontramos en Babilonia donde Harut y Marut lo enseñaban. Este arte fue seguido por algunos magos judíos, y posteriormente por el Sionismo, aunque, ya volveremos sobre ello, podemos ver aplicaciones suyas paseándose por los textos de la religión hindú y por el Budismo moderno.

La Masonería se repuso de manera sobrenatural al final del Siglo XVIII. De sus logias nació la Revolución francesa, cuyo emperador Napoleón, confeso masón, extendió la guerra en Europa y logró hacer entrar las semillas de la Francmasonería en Egipto durante su conquista. Paralelamente, Inglaterra encontró en la Masonería la herramienta dorada para pervertir las doctrinas islámicas, comenzando por ˤArabia Saudita, donde el codicioso Muḥammad Ibn ˤAbdil Wahhab y la familia Saˤud les abrieron las puertas para no cerrarlas nunca jamás. Curiosamente el Profeta Muhammad había maldecido aquella región de Arabia de la que salieron tanto ibn Abdil Wahhab como los Saˤud. Uno de los primeros actos que realizaron estos corruptos fue el asesinato organizado de los adeptos a las órdenes sufís de la región.

A partir entonces del Siglo XIX, las logias masónicas dirigen países, instituciones financieras y quitan y ponen gobernantes. No olvidemos que la Revolución Bolchevique de 1917 en Rusia es asimismo una revolución masónica tendente a crear un segundo mundo en oposición al capitalista, a fin de tener en reserva otra forma de vida alternativa en caso de que ciertas gentes menos favorecidas se vieran ahogados por el capitalismo; creando así la ilusión de que otra forma de vida era posible si se luchaba por ella.

De esta manera los masones del Siglo XX eran el capitalismo, el comunismo, el laicismo, la religiosidad, el ateísmo. Siéndolo todo tenían el mundo en sus manos.

La fijación en el Islâm

Claramente, el Islâm, que es la última religión revelada, la que Allâh trajo para sustituir a, y actualizar las anteriores, es el verdadero enemigo del dios masón. No se puede consentir que la cuarta parte de los habitantes del mundo vivan de una manera diferente que les proporcione una autonomía de vida y de pensamiento. Independientemente de la política del país en el que se encuentren adscritos los musulmanes, si viven en familia y en amistad de forma diferente, si piensan diferente, pueden ser una amenaza intelectual que puede rebatir todos los principios intelectuales en las que el poder actual basa su control sobre toda la población mundial. Había que corromper el Islâm, con los clientes adecuados. Para ello gastaron buenas cantidades de dinero en crear grupos masonizados dentro de los nuevos países musulmanes descentralizados ya del califato turco:

Wahhabismo, salafismo, Ahmadiya, Hermanos Musulmanes, Tabligh, Deobandi, coranistas; todos exponentes de ese Islam masonizado y de sus eruditos clientes de los poderes occidentales, centralizados a veces por universidades occidentales bajo la excusa de estudiar de manera erudita el mundo árabe.

El objetivo masón por excelencia: El Sufismo

No se podría inutilizar el Islam sin entran en el Sufismo introduciendo un estilo masón arabizado a fin de maniatar la religión desde arriba, inutilizando lo que en realidad siempre ha sido el corazón del Islâm.

La irrupción de los masones en el Sufismo no fue posible, por poner un ejemplo, en una tariqa fuerte como la ˤAlawiyya en tiempos del šayj Al ˤAlawi. Este y su seguidor ˤUddah Ibn Tunas – que Allâh esté satisfecho de ambos – expulsaron a Frijoln Šwon, Mantin Lings, Ivan Ageli; un masón de pro como R. Guénon no fue ni tan siquiera capaz de presentarse en la zawiyya ˤAlawiyya, aun a pesar de haber visitado Mostaganem donde se encontraba el Šayj Al ˤAlawi. ¿Cómo a un šayj verdadero que mira con la luz de Allâh podría haberle pasado desapercibida la presencia de alguien del šaytan en el grupo del cual Allâh Mismo le había nombrado responsable?

En cuanto y en tanto en prácticamente todas las tariqas verdaderas los hombres de conocimiento perdieron el control del patrimonio y de las gentes, dicho patrimonio y gentes fueron ocupados, unas veces por amigos de gente poderosa, otras por los hijos de los hijos de los šuyuj, prácticas estas fraudulentas en el dominio del Tasawwuf. Es en ese estado de las tariqas, tan lamentable y opuesto a la naturaleza real del Sufismo, que los masones ven la puerta abierta y encuentran la oportunidad de introducir a sus miembros para controlar aquellos lugares en los que antaño se pronunciaba el Nombre de Allâh, se respetaba el Corán y la Sunna y las gentes sencillas de espíritu encontraban el lugar adecuado para limpiar su alma de impurezas y acercarse a Allâh.

¿Cómo distinguir al masón o a los masones del grupo?

Muchos proceden del Buddismo, el cual representa exactamente una doctrina contraria y opuesta a la Islámica sufí. El budista no cree en la Personalidad de Allâh e intenta ahogar la personalidad del siervo de Allâh para integrarla en una especie de obediencia ciega a una universalidad inexistente representada en la persona del maestro. Al contrario, el Sufismo aboga por que el siervo de Allâh conozca su propia personalidad, descubriendo así su correspondencia real con la Persona de Allâh; pues es con su propia personalidad que el servidor va a ascender a los mayores grados de la espiritualidad, tanto en esta vida como en la otra. La extinción (fana) que prona el Sufismo, no es la de la personalidad, sino la de las voluntades particulares del alma (nafs) distintas de las de Allâh.

Otros proceden de grupos ocultistas directamente en la que se practica la Magia Negra y la doctrina de Harut y Marut, la cual como hemos dicho es la doctrina propia de los seres satánicos.

Otros se venden a la Masonería a cambio de dinero y poder. Andan los masones detrás de ellos acariciando su egolatría hasta que los seducen y los compran.

Otros son miembros de la política que de un día al otro se vuelven espirituales”.

Un masón raramente pronuncia el Nombre de Allâh; es un denominador común a todos ellos.

Les gusta la simbología, los dibujos que representan tal o cual cosa.

Suelen tener amigos en el poder o en las autoridades del país.

No son amigos de presentarse en las mezquitas para el rezo en común; pero sí en los círculos sufís.

Son, solamente a veces, reacios a utilizar el nombre musulmán.

Hablan de doctrina día y noche, de lo que escribieron los sufís antiguos mezclándolos con sus doctrinas masónicas.

Les gusta controlar, estar al tanto de todo cuanto se decide, pero a su vez suelen guardar su enigmática vida a un lado.

Pocos se casan. Algunos sí; pero ellos saben que en la vida de matrimonio podrían ser descubiertos.

Dijo el Profeta – sobre él la plegaria y la paz -:

“Los peores de entre vosotros son los solteros”