El resurgir del Ave Fénix
El resurgir del Ave Fénix
Dicen de aquél Ave Fénix que resurge de sus cenizas. Pero nadie resurgió de ellas para contarlo. ¿O sí? Eso está por ver.
Las gentes creen que los deseos de su alma proceden de Allâh, porque a nadie gusta reconocer que dentro de nosotros existe una fuerza centrípeta que nos aleja del Bien y de la Luz.
En consecuencia, es más cómodo pensar que todo cuanto nos habita es el bien, y hacemos de nosotros mismos la medida de todas las cosas. De ahí nace el Individualismo que lleva a la ceguera, a lo que sigue el sentimiento de haber sido defraudado cuando con esta manera de actuar no se ha conseguido nada.
En el momento en el que dentro de ti mismo te das cuenta que eres un “Don Nadie”; que certificas que a cada paso tienes necesidad de ayuda, entonces comienzas a realizar una parte de la Verdad, siendo otra parte reconocer que tienes necesidad de Allâh para corregir los errores que se encuentran dentro de ti y se proyectan al exterior.
Y es así que siendo “Nadie” hay Alguien que encontrará espacio para poder morar en tu interior. Porque si te sintieras “Alguien” lo llenarías todo con tu “flamante personalidad”.
Nuestra religión se encuentra plena de cosas grandes. Ocurre que cuando alguien siente algo en el corazón se cree que no hay nadie mejor que él. Sintió algo que le sobrepasó y le arrebató la cordura del cerebro, creyendo, cual campeón, que nadie llegó a sentir lo que él sintió. Y allí se vio sobrepasado por esa alma que, engañándole de esa manera tan fácil, le hizo presa y le tomó como rehén.
No se dio cuenta el pobre que aquellos que sintieron algo en su corazón y fueron inteligentes, siguieron sintiendo cosas cada vez más grandes, hasta que algunos surcaron los océanos del Saber y se sumergieron en ellos para acaparar sus tesoros. Estos nunca se dejaron persuadir por cantos de sirena, por situaciones deslumbrantes. Ellos siempre fueron a por más, sin catalizar sus primeros sentimientos.
Se dieron cuenta de ello tan perfectamente que siguieron los efluvios de las luces divinas y sintieron que ellos no eran “Nadie”. Los tesoros no caben en los bolsillos. Los efluvios de la Ciencia les sobrepasaban, les transformaban en
otros, extrayendo el bagaje interno y exponiéndolo al mundo de la luz. Un mundo en el que las almas se licuan, se gasifican, en lugar de solidificarse y volverse pesadas, materializadas, queriendo posarse sobre un terreno movedizo e inestable.
Acabo de explicar los motivos de fondo de porqué hay tantos que cuando leen un poco las maravillas del Corán y de la Sunna, experimentan un sobresalto tal que se creen los adalides de la Fé.
Sí, para algunos es fácil creerse que son “alguien” al sentir cosas inexplicables. Y este sentimiento sublime, que en un principio debería impulsarles al estudio de lo sagrado, lo que hace es que se crean los elegidos en el mundo de la Ciencia.
En ese momento salen al exterior creyendo que se encuentran calificados para enseñar. Se consideran flamantes sabios, fuentes de ocurrencias sublimes. Mientras que ellos piensan así de ellos mismos, creen que los demás son esos ignorantes necesitados de su prosapia y saber. Los pobres sucumbieron a las sugestiones de sus propias almas que les encumbraron, haciéndoles pensar que eran especiales, elegidos. Superiores (en una palabra).
Y es que el chaytan juega con ellos, mediante un fuego que parece luz, a fin de desviarles. Porque hay que saber que ese es el cometido de Iblis. Él sabe hacer su trabajo y conoce los puntos débiles de aquellos a quienes ataca con sus sugestiones.
Ha aquí que, como dijo el Profeta – sobre él la plegaria y la paz – en estos tiempos habría gente que, sin basarse en nada, se harían pasar por sabios, siendo en realidad ignorantes que guían a otros ignorantes.
El mundo de la Ciencia es otra cosa. La Ciencia evoluciona paralelamente con la Sinceridad, la Paciencia, la Generosidad, la Humildad, el Valor, la Veracidad, la Inteligencia superior. Por eso el sabio no se para a regocijarse de lo aprendido, queriendo ir más allá, hasta el fin, mirando siempre hacia adelante. Limpiando su interior, las luces se posan sobre lo así adecentado, encontrando ellas el lugar en el que suelen morar, libre de impulsos individualistas y de propósitos materialistas interesados. ¿Cómo podrían coexistir las luces sagradas dentro de corazones ávidos de dinero, renombre y poder?
La Verdad es la que es, y sigue siendo verdad aunque se diga al revés. Estas palabras que escuchamos en alguna parte e hicimos nuestras, explican que la Verdad no se compone, no se construye, no se edifica. La Verdad, o la sigues o no. Ella es inmortal, inamovible, y a la vez infranqueable por aquellos corazones en los que no mora la sinceridad, el denuedo y el interés por las cosas de Allâh.
Hoy, época en el que todo el mundo habla de “opinión”; de “cristal con el que se mira”; de “yo creo…” “yo pienso…”; hoy, la Verdad siegue estando donde siempre estuvo.
Al contrario, son las gentes las que se apartan de ella, siguiendo voces, a veces ajenas, a veces de su propia alma. Voces estas que les engañan y les preparan para ser las víctimas de aquellos quienes, jugando con las palabras, lanzan falsas ilusiones que se diluirán en el viendo con la misma facilidad con la que nacieron en las bocas y en los corazones de los príncipes del sofisma y de la charlatanería.
¿Podría el Ave fénix resurgir de sus cenizas en un escenario como este?
Encuentra al sabio y él te lo dirá. Busca la Verdad y no dormites en tus propias consideraciones. Cuestiónate a ti mismo y encuentra dentro de ti la fuente de los tesoros de la Ciencia.
La respuesta la tienes tú. Es un trabajo que nadie puede hacer por ti.