El padre, el hijo y el burro

Un hombre viajaba junto a su hijo; el hombre iba sentado a los lomos de un mulo, mientras que el hijo caminaba.

Se cruzaron con alguien quien pasaba caminando por la misma vereda, y recriminó al padre ir montado mientras que dejaba a su hijo ir a pie. A esto el padre se bajó e hizo montar a su hijo. Y así siguieron una parte del camino.

Hasta que encontraron otro transeunte que le recriminó por educar mal a su hijo permitiéndole montar, mientras él, su padre, iba a pie; oyendo lo cual hizo bajar al hijo siguiendo los dos caminando y el mulo sin carga.

Encontraron otro viajero que se burló de él por no aprovechar más los lomos del animal, sugiriendo que ambos podrían aprovechar la montura, consejo que el hombre siguió, montando su hijo y él a lomos del burro; hasta que apareció otro personaje diciendo que cómo era posible que sobrecargaran de esa manera los lomos del animal.

Oyendo esto, el hombre se dijo para sí mismo:

«Salí de casa de una manera, y la he ido cambiando en el transcurso del viaje siguiendo los criterios de la gente; cada uno me ha dicho uno diferente, así que mejor que sigamos como antes que íbamos bien«.

Dicho y hecho, se subió a lomos del mulo y continuaron el viaje como él lo decidió en cada momento.

Poco faltó para que el jumento tomara la palabra y pidiera explicaciones a su amo por despistarle de esa manera; que burro podía ser el animal, pero no tonto.

Si no tienes personalidad ni criterio propio, una de dos, o tendrás que estar cambiando siempre de criterio según lo que te digan o cargarás en tu espalda con tu propio burro.

Trabaja tu mente, ponle un filtro a tus oídos y establece criterios en tu vida; si no lo haces, entonces irás a rebujo de las palabras y los pareceres ajenos, y faltarás a la consideración que te debes a ti mismo, dejando de respetarte tú e impidiendo que los otros lo hagan. Pero si no te respetas a ti mismo ¿quién podrá hacerlo por tí?