El Mahdi y los eruditos religiosos – Ibn Arabi
Assalamu alaykum – La paz sobre vosotros.
En su célebre obra «Las iluminaciones de la Meca», Ibn Arabi escribió un capítulo con todos los pormenores sobre la venida del Mahdi, figura esperada en el Islam que precede el descenso de Sayyidina Isa – sobre él la paz -.
Hicimos un resumen de dicha obra, y hoy vamos a hacer incapié en la relación de los eruditos de la religión con la figura del Mahdi, cuando éste tome posturas que contradicen sus postulados. Ibn Arabi les acusa de tener una corta visión y de estar dominados por la codicia de los bienes de este mundo.
He aquí pues el texto de Ibn Arabi en cuestión:
Sus enemigos serán los ulemas imitadores (muqallidat al-‘ulamā’), los doctores de la ley; cuando estos vean que el dictamen será aplicado en contradicción con la posición de sus líderes. Entonces, se pondrán bajo su autoridad a regañadientes por temor de su espada y de su poder, y al propio tiempo, por el interés de conseguir beneficios.
En cuanto a los ulemas legalistas, ellos poseen este rango demostrando un interés obsesivo por la fama, la preeminencia, el liderazgo por encima de las criaturas de Dios, aun siendo conscientes de la necesidad del común de la gente de su ayuda.
Es así que, no prosperarán ellos mismos ni benefician a otros. Es el caso de los alfaquíes de nuestro tiempo, deseosos de ocupar los cargos: jueces, escribanos, almotacenes o maestros.
Luego, están los que simulan ser religiosos, encorvan sus hombros, “miran de reojo” (C 42: 45) con pretensión de humildad, moviendo sus labios con la mención de Dios (ḏikr), haciendo creer a la persona que los mire que están recordando a Dios; hablan obscuramente y con lenguaje afectado; son exageradamente insolentes; sus corazones son los de los lobos, “Dios no los mira” (C 3: 77). Este es el caso de los falsos religiosos, y de los compañeros de Satanás, insignificantes para Dios. Salen a la gente disfrazados con pieles de mansos corderos; hermanos en público, y enemigos en secreto. Pero Dios les tendrá bien controlados.
Así, cuando al-Mahdī aparezca, no tendrá más enemigo declararado que los alfaquíes, particularmente. Pero ellos no gozarán de ningún liderazgo ni se distinguirán de la gente corriente ni tendrán autoridad suficiente para legislar, de modo que desaparecerán las divergencias en las leyes, gracias a la presencia de este Imán. Si no fuera por la espada de al-Mahdī, los alfaquíes emitirían una fatua para su ejecución. Al contrario, Dios “le enviará con la espada y la generosidad”, de modo que le seguirán con temor y anhelo. Aceptarán su juicio sin convencimiento, ocultando su rechazo, tal como actúan los ḥanafiyya y los šāfi‘iyya en sus discrepancias. Ha llegado a nuestro conocimiento que los seguidores de ambas escuelas están continuamente luchando a muerte en Persia y mueren muchos de ambos bandos. Asimismo, no respetan el ayuno de Ramadán para poder combatir ferozmente.
Ante semejantes individuos, si no fuera por el poderío de la espada del Imán al Mahdī, no le prestarían atención ni le obedecerían en el exterior, como tampoco lo harían interiormente. Más bien, creen que si no los gobernara acorde a su doctrina, estaría extraviado por pronunciar este dictamen. Porque creen igualmente que el tiempo de al-iŷtihād ‘esfuerzo de interpretación’ se ha acabado, no hay más muŷtahid ‘autoridad en derecho islámico’ en el mundo, ni Dios ha enviado tras la muerte de sus líderes fundadores a otro digno del grado de iŷtihād. Y en cuanto a la persona que sostiene estar divinamente informada (al-ta‘rīf al-ilāhī) acerca de las preceptos de la ley religiosa, le consideran loco, delirante, ni le hacen caso.
Pero si es un hombre rico y poderoso, le muestran sumisión exteriormente, por codicia de su dinero y por temor de su poder, aunque se lo niegan en el interior.