El Islam aletargado

Por Abdul Karim Mullor

Assalamu alaykum – La paz sobre vosotros

Hemos llamado a este artículo « El Islâm aletargado”, puesto que es este en realidad el estado en el que se encuentra la prédica de nuestra religión. Si bien los principios del Islam quedan incólumes, esperando quién o quiénes les saquen a la luz dándoles nueva vida, lo cierto es que hoy en día la prédica es paupérrima; y lo es tanto que se ha convertido en cuatro eslóganes que se andan diciendo por un sitio u otro de un bajísimo contenido intelectual, por no decir social o de vida.

Vivimos en un mundo convulso y contradictorio, en un mundo en el que los valores que se predican no han de ver en absoluto con la naturaleza humana, y esto ni desde el punto de vista moral, ni social, ni religioso, ni real. Se predica una cosa y la naturaleza humana es otra cosa totalmente diferente. Se quiere convertir al hombre en un autómata utilizable para fines que nada tienen que ver con su bien, avocándole a un servilismo útil para aquellos que se aprovechan del estatus económico que ostentan.

Por otro lado, el Islam, esa doctrina que es capaz de remontar a los siete cielos y hasta el mismísimo Trono divino, está siendo utilizado por personajes siniestros quienes trabajan para fines que no lo son menos. Esto ha hecho que la prédica islámica, memorable hace unos siglos, se haya convertido en un “marketing” comercial más; en un eslogan más de los que asolan el mundo; se busca así convertir a los musulmanes en “clones”; en artículos útiles para aquellos quienes se enriquecen con el control remoto de la Comunidad de Muḥammad – sobre él la plegaria y la paz -; de una Comunidad que ellos, un día detrás de otro, quieren convertir en cenizas, en polvo.

Estos predicadores del mal han levantado un muro que separe a los musulmanes del Camino Recto; han puesto barreras en el camino, realizan la labor de aquel quien enemigo de la Humanidad pidió permiso a Allâh para acosarla y separarla del camino.

Hoy, los musulmanes con su prédica no tienen nada que ofrecer al mundo. Las palabras son huecas, los conceptos de un bajo contenido, las ideas brillan por su ausencia, los mensajes son deplorablemente pobres, las soluciones que se proponen no superan a la capacidad argumental de un recién nacido; los predicadores son mentirosos, el orgullo por doquier ciega, la incapacidad se hace tan patente que solamente contemplar este espectáculo puede hacer ennegrecer el mundo islámico bajo la sombra de una tristeza profunda; el amor por el dinero ha vuelto esclavos a gentes que, sin escrúpulos, muestran desfachatez suficiente  asegurando que pueden dirigir a la Comunidad. Allâh los ha confundido, los ha cegado, pues su condición, su disposición no merecen otra cosa que la de no poder ver la Verdad, ya que de ella intentan separar a otros por todos los medios a su alcance.

Hoy, el mundo va solo, sin freno, sin que nadie presente una alternativa de vida, de pensamiento, sin que haya nadie a la altura de esta misión que es necesaria para devolver a la Humanidad los rasgos dignos de este nombre.

Pero aquel que está con Allâh, Allâh está con él. Y los verdaderos musulmanes, a los cuales nosotros con la asistencia Divina estamos seguros de pertenecer, no hemos perdido nada; lo tenemos todo porque tenemos a Allâh. Tenemos el Qur’an, al que veneramos y no tergiversamos; tenemos la Sunna de un Profeta – sobre él la plegaria y la paz – al que amamos; tenemos un Dios, Allâh, al que amamos con toda la fuerza de nuestros corazones.

Mentiríamos si dijéramos que no podemos; pecaríamos de falsa modestia si, por no parecer altaneros a los ojos de otros, dijéramos que somos incapaces de dar un mensaje de luz donde hay tinieblas. Sí, podemos, gracias a Allâh, gracias al conocimiento con el que Él nos ha retribuido aunque no seamos dignos de él en Su presencia. Quien quiera que haga la prueba; quien dude que venga y se convenza; quien quiera agua, que sepa que el pozo rebosa, que el río desborda, que el mar es seguro.

Hoy, nadie se acerca a “las gentes del recuerdo”. Hoy, la gran mayoría va detrás de lo falso, de lo oscuro, de lo pobre. Hoy los musulmanes sestean, aletargados en sus convicciones personales, que de personales todo tienen, pero de convicciones no. Hoy, el corazón henchido de orgullo; muchos se creen que saben sin saber, muchos se creen con derecho a saber sin trabajar. Donde hay orgullo no puede haber luz. En un vaso lleno no cabe una sola gota de agua.

Sin embargo, aquellos quienes vaciamos nuestros vasos y se los dimos a Allâh para que El los llenara con Su Sabiduría, lo tenemos todo, no nos falta de nada, porque todo cuanto tenemos procede de Él. Nuestro vaso siempre pide más agua de la fuente; llenamos, bebemos, volvemos a llenar, volvemos a beber… y así un día y otro; porque la Ciencia de Allâh no tiene fin, nunca termina, siempre llena el recipiente de nuestro corazón.

Hemos renunciado a nosotros mismos, hemos abierto la puerta, entrado por el umbral prosternados, tal y como corresponde a los siervos humildes y agradecidos. Hemos confesado nuestra pobreza a Aquel que es Rico por antonomasia. Nos hemos reducido a cenizas para que Él nos construya de nuevo con Sus benditas Manos. Por eso somos de Él, nunca salimos de Él y a El hemos regresado hacia nuestro Destino primordial.