El grupo elegido

Abdul Karim Mullor

El grupo elegido

Se habla mucho de la unidad de los musulmanes; algunos no llegan a discernir las raíces y motivos de esa desunión, de esa falta de objetivos en común. Como hemos expresado en otras ocasiones, y seguimos reiterando, la obra de separación de los musulmanes constituye una ingeniería en la que hay implicados muchos agentes, tanto musulmanes como no, procediendo como procede de una estrategia geopolítica o simplemente de poder.

Y una de las técnicas más utilizadas acá y allá a fin de propiciar esta división es la de hacer publicidad de unos y otros grupos diciendo que estando en ellos se pertenece al “grupo elegido”, nada más y nada menos que por Allâh.

Una y otra vez, uno constata que existen posturas irreconciliables, y que todas ellas proceden de una voluntad que busca crear un ambiente de tensión y de enfrentamiento entre los hermanos. Estas posturas son alimentadas por agentes quienes viven de propiciar un ambiente de caos, tensión y enemistad.

Si nos revestimos de la honestidad necesaria en esta empresa, constataremos, si hacemos un análisis somero de la situación, que cada grupo dice ser el elegido, y esta predilección pasa precisamente por anatemizar al resto, lo cual es necesario a fin de que no queden resquicios y cabos sueltos.

A nadie se nos escapa la fijación con la que salafís y wahabís escandalizan al auditorio afirmando que quienes no siguen sus nerviosas, ralas y superficiales doctrinas son poco menos que idólatras, desviados o perversos.

Asimismo sucede con el Tabligh y los Hermanos Musulmanes, grupos estos en los que, como ocurre con los dos anteriores se mueven ingentes cantidades de dinero, se compran y venden voluntades y se trafica con la verdad.

Ocurre lo mismo con los iranófilos, llamados chias, quienes se creen sin motivo alguno los adalides de la verdad.

No obstante, y aunque en el principio no pueda parecerlo, si vamos al estado actual de Sufismo, apreciaremos que ocurre otro tanto.

Unos proclaman que su chayj es el “sultán de los awliyya”, como diciendo que ellos son lo más, el tope de la excelencia. Y todos han de rendir pleitesía al jefe, a “su jefe”, quien por ende se pondrá un broche real en el turbante a fin de hacer valer su categoría “espiritual”.

Otros proclaman que el creador de su tariqa es el “sello de la santidad”, y además en un alarde de falta de principios, declaran que incluso los familiares de sus adeptos irán al Paraíso sin que se les pesen sus actos en la Balanza. Indican además que su tariqa engloba las otras y las anula. Este alarde de orgullo exclusivista no es otra cosa que un apartheid en un mundo en el que deberían sobresalir la humildad y el amor entre los creyentes, no el orgullo ni la vanidad como realmente ocurre, contradiciendo el espíritu de los verdaderos sufís, indigentes siempre ante los Favores divinos, los cuales ellos saben que El, en su Sabiduría, los concede a quien Él quiere sin haber de dar explicaciones al efecto.

Parámetros comunes

No es necesario relatar más ejemplos, que sí los hay, para ilustrar lo que decimos y demostrar que lo que planteamos es la verdad.

Esta obra de ingeniería está dotada de parámetros comunes, de los mismos cimientos; siendo como es el mensaje exactamente el mismo en unos y otros, a saber:

Somos el grupo elegido, si no estás con nosotros te perderás la Baraka de Allâh, incluso podrás ir al Infierno como adorador de ídolos”.

Este mensaje es en realidad tan sumamente infantil que sorprende por lo arcaico. No obstante, es cierto, que si está siendo bastante efectivo, gracias a que unos amenazan con el Infierno eterno si no se está con ellos, y otros amenazan con la pérdida de los Favores divinos, que forzosamente han de estar siempre con los del grupo elegido, que tanto más elegido será cuanto mayor sea el Patrimonio y los estipendios repartidos a fin de asegurar el buen funcionamiento del programa de marketing necesario para seguirse nutriendo de adeptos incondicionales.

En realidad, todos juegan con el miedo, ya que éste es un instinto difícil de refrenar, sobre y ante todo cuando no se dispone del discernimiento adecuado. Y todos juegan con los sentimientos en beneficio de su propio grupo, en el que curiosamente uno constata que el Patrimonio económico se encuentra en continuo crecimiento.

Cuando un creyente entra en la luz del Discernimiento, saliendo de las tinieblas a la luz, todo esto se disipa. Quien ve no es igual al que no ve.

Por consecuencia, de manera demasiado llamativa quizás, uno constata que los musulmanes se encuentran en guerra civil dialéctica y doctrinal y que muchos llegan a odiarse y despreciarse por sentirse del grupo elegido y ver a los otros como pobres desviados e indigentes. Y no se aperciben de que son las víctimas de un programa dirigido mediante parámetros bien determinados a fin de que estemos desunidos, si pudiera ser, por toda la eternidad.

Es hora de tomar consciencia y aunar voluntades.