El egocentrismo contra la Sunna

El egocentrismo contra la Sunna

El egocentrismo ciego deja pasar oportunidades para ajustar la vida a la Verdad que rige los cielos y la tierra. Creerse algo o alguien, y además querérselo imponer a los demás, a base de literatura y mezclas de pensamientos inconexos, no deriva sino en que se es cada día más egocéntrico, y aunque locuaz, digámoslo, manejando un término que expresa lo que tenemos ahora en el pensamiento, perdón por lo coloquial, “más liante”.

La locuacidad cuando se encuentra al servicio de uno mismo es narcisismo, y cuando se encuentra al servicio de una mentira que pensamos nos favorece es literatura barata y de folletín.

Cuando, con una cara se dice “elogiar” la persona del Profeta – sobre él la plegaria y la paz – y, mostrando la otra, que es la que expresa lo que habita en tu interior, se dice que quienes siguen la Sunna son tontos que no han comprendido su alto valor, y por ende se quiere reducir la Sunna a actos y pensamientos indefinidos por lo abstracto, la prueba de la soberbia acompaña a la de la codicia de ser famoso y reconocido.

No por ser tonadillero la copla ha de entretener, mucho menos ilustrar. Lo funambulesco de algunas de sus expresiones raya lo bufo y lo socarrón, por no decir lo farandulero. Cuando la cabra de sus palabras sube por la escalera de sus egos, mientras el público aplaude, y la señorita se contornea para completar la escena, los que han pagado la entrada no tienen otro remedio que aplaudir, que ya vendrán los elefantes.

Siempre hemos dicho desde aquí que la Sunna del Profeta – sobre él la plegaria y la paz – era esencialmente ser Muḥammadi; y esto consiste principalmente en revestirse del carácter del profeta, al menos en la medida de lo posible. ¿Cómo? Pues siendo una misericordia para nuestro entorno; pero también en los detalles, que es en ellos donde se ve la humildad de la persona. Pensar alto y no rebajarse a lo esencial es propio de mezclar la mentira con la verdad. ¿Acaso el Profeta no comía con la mano derecha? ¿Acaso el Profeta no nos enseñó la excelencia de los actos más sencillos? Si el Profeta lo hacía, ¿por qué le quitas importancia? Si tu no lo haces deja tranquilo a los demás, “no te las dés”; no revoluciones a la gente solamente por el egoísmo que te sigan a ti y no al Profeta.

Quien no se postra, no adora, quien no hace con el pueblo lo que el pueblo hace es porque el concepto que tiene de sí mismo es totalmente inspirado por la rebeldía de su nafs.

Es así que lo más bajo, que es la postración, es lo más excelente ante Allâh. Los cuervos graznan desde lo alto, mientras que las palomas arrullan en lo más bajo; pero el graznido de los cuervos es lo que más se asemeja a la voz del asno. Cada uno es lo que es, y del huevo de la serpiente no puede eclosionar un gallo. Un jorobado nunca podría pasar por gallardo.

La Sunna, aunque lo más elevado de ella es buscar conocer a Allâh y renunciar a la Voluntad de uno para aceptar la de Allâh, también se manifiesta en los actos cotidianos, ya que en ellos también se encuentra Allâh presente. No tenemos un Dios de lo alto; tenemos un Dios del Universo, completo, sin lagunas. Cumpliendo con estos actos sencillos también te asemejas al Profeta, aunque menos por supuesto que realizando los importantes y esenciales. Ahora bien, negar los actos sencillos de la Sunna bajo la taimada excusa de que son bajos y quien los cumple es un pobre integrista, es sencillamente decir que el Profeta también lo era, porque él era el primero que los realizaba, así como arrojar la semilla del desprecio ante la multitud.

¿No dijo Muḥammad? Hablad a cada uno según su capacidad de comprensión

Sencillamente, hay gentes que solamente pueden llegar a dejarse una barba porque su intelecto no dé para más; y aun así, si lo han hecho por amor al Profeta ya han cumplido con lo sublime que es amarle. Otro más inteligente puede llegar a construir un puente en beneficio de las gentes y despreciar al de la barba, sin saber que con este desprecio está violando la Sunna y dando la espalda a la personalidad del Profeta – sobre él la plegaria y la paz -.

Mucho nos dice que “el zorro va a por uvas” cuando no está el amo de la finca; el zorro se esconde, nunca va de cara. Y con este proceder los personajes, ya bien conocidos, que proclaman la inutilidad o inexactitud de la Sunna van con subterfugios arteros para robar las almas que puedan, y que estas dejen de adorar a Allâh y amar al Profeta y les adoren y amen a ellos.

¡Por Allâh, si son muy feos! ¿Quién va a caer tan bajo?

¡La Sunna es conocer a Allâh, dicen! Pero conocer a Allâh ya lo hacía el Profeta, y él comía con la mano derecha, entraba a la mezquita con el pie derecho, se dejaba la barba y se cortaba las uñas los jueves.

Ahora resulta que estos narcisos profesionales son mejores que el Profeta porque ellos no se fijan en esas nimiedades, y el Profeta sí. Ahora resulta que para ellos el Profeta habría de ser un ignorante que sumergido en pequeños detalles sufría de paranoia de la pulcritud, o de una fijación excesiva en las minucias.

¡Ya solamente faltaría que le propusieran pasar por una terapia de conducta!

De tanto mirar la luna ya nada puedes mirar; eres como un pobre diablo que no sabe donde va.

Y detrás de ellos una cohorte de desdichados que corean las mayores estupideces que una persona con un mínimo de conocimiento puede llegar a escuchar.

¡Hasta donde estamos llegando!

Pero, cuando un t… sigue una linde, la linde se acaba y el t… sigue.

Y uno se fatiga de apuntalar las casas que amanazan derrumbamiento.