El dinero – el rey de la discordia

El dinero – el rey de la discordia

El ansia de poseer ha esclavizado al Ser humano desde su aparición en la tierra. Lejos de contentarse con lo básico para una vida digna y tranquila, él busca satisfacer su pasión con posesiones que le proporcionen un placer para los sentidos y que a su vez le confieran el sentimiento de sentirse poderoso.

Cuando estos placeres diversos inundan la sociedad, y se estandarizan de tal forma que casi todos pueden poseer al menos un pequeño número de esos bienes que emocionan los sentidos y la mente, se produce simultáneamente una degradación humana tan considerable, que a veces es difícil establecer la diferencia entre un adulto y un niño caprichoso.

Nace pues un infra hombre mediatizado por la búsqueda de la satisfacción sensual, un hombre que ha perdido su propia esencia para convertirse en un juguete gobernado por el deseo. Al igual que un drogadicto busca la droga para satisfacer su necesidad, este infra hombre busca aquellas pequeñas cosas que le proporcionan placer y encumbramiento. El apego a estos medios de satisfacción hacen de él un ser medio animal medio humano sin que se aperciba de ello, y si lo hace puede que sea ya demasiado tarde.

Tan fuerte es el síndrome de abstinencia provocado por la ausencia de estos elementos que, como un drogadicto al que le falta su dosis será capaz de cualquier cosa para conseguirla.

Nos encontramos pues ante una realidad histórica, que hoy, en estos tiempos, ha alcanzado su cúspide en el grado de la infra humanidad. Hoy se sonríe, se es educado, se es artero, se es ladrón de guante blanco, solamente para conseguir dinero. Hoy los hijos esperan ansiosos la muerte de los padres; los hermanos se pelean como aves de rapiña delante del despojo de sus progenitores. Se roba a los propios padres, a los propios hermanos, a los propios hijos; todo ello porque el instinto animal es más fuerte que la propia humanidad que debería adornar a unos y a otros.

Se mata a la gente por dinero, simulando una “guerra justa”, una “matanza piadosa”, un “genocidio por el bien”. Se roba a diario, el rico malo estafa al pobre, abusa de él proveyéndole de salarios de miseria, de los miserables restos de su pan mal adquirido.

El dios dinero vigila a sus súbditos desde el trono, acogiendo en su seno a lo peor del Género humano; el dios dinero manda, dirige; en definitiva, es adorado.

Por eso la gente se ha olvidado de Allâh, porque adora a otro en Su lugar. Un arma mortal en manos despiadadas, un arma que destruye los corazones.

La situación ha llegado a ser tan límite que Allâh ha de enviar a un hombre para extender la Justicia a toda la Humanidad. Pues sin la imposición Poderosa de Allâh nada puede ser regenerado. La deslealtad ha hecho entrar el diablo en las familias, tanto, que hoy ni entre los suyos la gente puede tener confianza. Aquellos que, conociendo tus secretos, debieran guardarlos, se convierten en ciertas ocasiones en tus más despiadados enemigos y tus peores acosadores.

Si abriéramos los corazones de los ávidos veríamos anidar en ellos a las peores alimañas guardando el tesoro que se encuentra en la caja fuerte donde guarda al amor de sus amores, a su dios.

Y el Ser humano se ha transformado en su verdadera antítesis, viviendo y actuando en las antípodas de lo que debería representar la Humanidad.

Todo esto pasa bajo la mirada de Aquel que todo lo observa. Como si nadie fuera consciente de Su presencia, se ha perdido el pudor de ser observado, se ha borrado la idea del Dios presente que en cualquier momento puede castigar las injusticias con Su Poder soberano.

En cuanto a las necesidades humanas, es cierto que ellas pueden variar despendiendo de las peculiaridades de cada persona; de tal manera que no se puede establecer una regla general. Estas necesidades no son solamente aquellas primarias como vestir, alimentarse o tener techo, sino que existen otras imprescindibles para ejecutar el tipo de vida que Allâh nos ha destinado a fin de ejecutar nuestro trabajo en este mundo. Todo cuanto exceda de ello es para obtener placer y poder y no se encuentra justificado bajo ningún punto de vista. Y aunque en el cubrimiento y atención de dichas necesidades sea útil la satisfacción de ciertas licencias, esto no será aceptable sino se hace en la consecución de un equilibrio de vida necesario para poder ejercer nuestra servidumbre hacia Allâh en armonía y tranquilidad. Allâh no detesta las posesiones, sino el apego a ellas. Allâh no detesta la riqueza, sino el amor disparatado hacia ella. Lo que no ama Allâh es que la Dunya nos esclavice y que nuestros deseos hagan esclavizar a otros en nuestro favor.

La dulzura de los corazones se consigue y actualiza mediante al amor a lo que es elevado y digno, en detrimento del apego a lo material. Y, aunque los bienes materiales procedan de Allâh, lo que les hace groseros no es su propia naturaleza sino el apego desmedido que se les tiene.

El que en la materia ve solo materia es un ciego; mientras que aquel que en dicha materia localiza y comprende el Zahir de Allâh, entonces he aquí el sabio verdadero.